Es de justicia políticopoética: la peluquería donde se hacía la permanente la trama de corrupción del PP en Valencia se llama "Qué hay de lo mío".
Rajoy dice en Tele 5 que Rita Barberà está limpia (qué sabrá él), que no sabe si el PP está imputado ("investigado" lo llaman ahora, en claro fraude de lengua, pues todo investigado no tiene por qué declarar ante un juez y con posibilidad de hacerlo con ayuda letrada, que de eso va la imputación) por los martillazos al disco duro del ordenador de Bárcenas, que algunas veces el PP no lo hizo bien en relación con la corrupción (pero no dice en qué casos) y que confía en que lo de Valencia no afecte a los pactos mangas verdes con C's.
Tras estas declaraciones, dan ganas de preguntarle por cómo va le la vida y por el tiempo, que son sus dos especialidades en función "activas" en este momento en que él está en funciones, en stand by.
La política antiestridente y costumbrista de Rajoy, de mesa camilla, col hervida, pantuflas y lectura matutina del Marca a algunos puede parecer un bálsamo si se compara con el spasticus autisticus de Podemos, el pollismo descabezaoooo del PSOE y los aquelarres nacionalistas catalanes; pero, sinceramente, del líder del primer partido del país, que es el partido con más afiliados y peso dentro del primer grupo político europeo, que es el Partido Popular Europeo en el Parlamento Europeo, cabría esperar un poco más de reflejos y de proactividad.
La cachaza y el continuismo a machamartillo están bien si todo va bien, pero tienen un límite, y sirven tal vez para encajar con entereza puñetazos de menores en Pontevedra y sacarle a ello gran rentabilidad electoral, pero no bastan o no deberían bastar para pretender ser el que encabece un Gobierno de pactos reformistas ni siquiera el jefe de la oposición frente a un Gobierno de perdedores en un momento tan delicado para el país.
El negar que la corrupción sistémica anida desde hace décadas en el PP y presentarse como víctima de la misma es algo con lo que no podrán cargar los que, tarde o temprano, deberán limpiar el partido. Cifuentes o los que como ella estén limpios, pero limpios de verdad, han de saber que un día deberán echar a toda la vieja guardia si quieren poder siendo dirigentes de un PP con opciones de gobernar.
Dura lex sed lex.