Tribuna en Le Figaro
de Arnaud de la Grange.
Aquí en VO.
Aquí en tradu exprés.
Un destrozo indecente
“Ya hay algo chino en la crisis catalana. Nadie quiere
perder la cara e, inexorablemente, sigue la escalada. Después del rechazo del
presidente catalán de desarmar sus locas reivindicaciones, Madrid ha enarbolado,
como estaba previsto, el arma nuclear.
Vamos directos a la suspensión de la autonomía de Cataluña. Así estamos, en
2017, entre ciudadanos civilizados de una democracia europea. En la hora del
ultimátum, Puigdemont ha ejercido de Puigdemont. Se mostró ambiguo, confuso,
con palabras llenas de melaza. Rajoy, por su parte, ha hecho de Rajoy. La ley,
y solo la ley. Si, durante años, el jefe del Gobierno no ha brillado
precisamente por la manera de desactivar esta crisis, hoy no tiene otra opción.
La unidad española no se puede poner en almoneda. El primer paso, pues, hacia la
puesta bajo tutela de Cataluña se ha dado. Los independentistas podrán estar orgullosos. O tal vez el resultado no sea tan malo para los más duros en esecampo.
La postura victimista les conviene. Les vino de perlas después de la represión
sin matices en las manifestaciones del 1 de octubre. Ganaron la batalla de las imágenes. Sin embargo,
las cosas rápidamente viraron.
La movilización masiva de los partidarios de la unidad, en la propia Barcelona,
tuvo su impacto en la opinión pública. Y ésta, sobre todo, se dio cuenta de la
absurdidad de las palabras. Cataluña, es obvio, no está colonizada ni oprimida.
Hoy, los partidarios de llegar hasta el final apuestan por la indignación
suscitada por la toma de control y así ganar terreno y, en su día, las
elecciones. Incluso juegan con la idea de un nuevo Tiananmen… El destrozo es
mayúsculo. Las divisiones se abren por largo tiempo en España, y crece la
desconfianza en los círculos económicos. Terrorismo islamista, desafío
migratorio, desempleo masivo… Son tantos los problemas existenciales por
resolver que resulta indecente perderse en tales divisiones. Las opiniones en Europa ya no lo soportan, los secesionistas deberían percatarse de ello. Y
dejar de correr en el sentido equivocado de la cinta deslizante de la Historia”.
...
En fin, es un "descabalguen, ustedes que pueden", teñido de un pesimismo realista que hiela el alma.