martes, 23 de agosto de 2016

Imputados de gusto

El PP no está dispuesto a apartar a los imputados, tal como le exigen los ciudadanistas,  si no hay Gobierno.
Aquí.

Será que deben de dar mucho gustirrinín los imputados en la oposición...



Miseria (no solo) sexual y muerte en el mundo árabe

El periodista y novelista argelino Kamel Daoued va a dejar el periodismo: lo está pasando fatal, él y su familia, debido a un artículo (que pongo debajo y otro anterior de parecido contenido) que escribió hace unos meses sobre "la miseria sexual en el mundo árabe". Fueron objeto de todo tipo de anatemas; lógicamente, de muchas voces procedentes del entorno islamista, pero asimismo de una parte de la izquierda multiculturalista y universitaria francesa (aquí), hasta el punto de que el escritor anuncia que ha decido abandonar la practica del periodismo.
Daoued ha recibido amenazas de muerte en Argelia; y no sólo anónimas.
Aquí.

Hasta Manuel Valls tuvo que salir en su defensa: "Abandonar a este escritor a su suerte sería como abandonarnos a nosotros mismos. Es por ello imperioso, necesario y urgente, como muchos lo han hecho estos días, apoyar a Kamel Daoud. Sin ambages. Sin desfallecimientos."
Aquí.

El mencionado Manuel Valls ve incompatible el burkini con los valores de Francia.
Aquí,
Yo creo que es incompatible con los valores humanos, tout court. Y que forma parte  justamente del "porno-islamismo" que denuncia en sus artículos Daoued.


Traduzco el extracto final de la carta "abierta" de Kamel Daoued a su amigo Adam Shatz, ensayista y periodista norteamericano de la London Review of Books, quien se indignaba y le reprochaba a Daoued su posición en los dos artículos mencionados sobre la sexualidad en el mundo árabe.

Aquí la carta in extenso en VO.

Y aquí el final en tradu exprés:

"...Escribí impelido por la vergüenza y el enfado contra los míos y porque vivo en este país, en esta tierra argelina. En los artículos expuse mis ideas y mi análisis sobre un aspecto que no podemos soslayar, so pretexto de "caridad cultural". Soy escritor pero no escribo tesis universitarias. Se trataba de expresar una emoción también.
Que unos universitarios hagan hoy un manifiesto contra mí a cuenta de estos textos me parece inmoral porque ellos no viven en mi cuerpo, ni en mi tierra; y me parece ilegítimo, cuando no escandaloso, que algunos me acusen de islamofobia desde sus capitales occidentales y sus terrazas de café donde reinan el confort y la seguridad. Todo ello adobado bajo forma de un proceso estalinista y con los prejuicios propios del especialista, en plan: "Yo le suelto un sermón al indígena porque yo sí sé hablar mejor que él de los intereses de los otros indígenas y postdescolonizados..." Me resulta una postura intolerable. Creo que es inmoral usarme como carnaza entregada al odio local, con esa condena añadida de islamofobia que hace las veces hoy de Santa Inquisición. Me resulta vergonzoso que se me acuse de esto por parte de personas que están tan lejos de mi vida cotidiana y de la los míos.
El islam es una bella religión según sea el hombre que la practica, pero a mí  me gusta que las religiones sean un camino hacia un dios y que resuenen en ellas los pasos de un hombre que camina. Estos peticionarios emboscados no miden las consecuencias de sus actos sobre la vida de los demás.
Querido amigo Adam, comprendo también que vivimos en una época muy dura. Al igual que, en tiempos, el escritor que venía del frío, hoy el escritor que viene del mundo llamado árabe se ve ante muchas trampas; se le requiere, se le empuja por la espalda y se le rechaza. La sobreinterpretación lo acecha y los medios de comunicación lo acosan para confortar ya sea una visión, ya un rechazo o una negación.
La suerte de la mujer está ligada a mi futuro, al futuro de los míos. El deseo se halla enfermo en mi tierra, y el cuerpo rodeado por doquier. Es algo que no se puede negar y yo he tenido que decirlo y denunciarlo. Pero de repente se me hace responsable de cómo será leído esto según en qué tierras y bajo qué cielos: denunciar la teocracia reinante en nuestros países se convierte así en un argumento de islamofobía bajo otro firmamento. ¿Es acaso esto culpa mía? En parte, sí. Pero también es culpa de esta época nuestra. Es lo que ha ocurrido con mis artículos sobre "Colonia". Lo asumo pero lamento que se pueda utilizar como una negación de la humanidad del Otro. El escritor venido de las tierras de Alá se ve ahora sujeto a todo tipo de presiones mediáticas intolerables. Yo  no puedo evitarlo pero sí puedo hurtarme a ello; por prudencia, como pensé, pero también por el silencio, que es por lo que optaré en adelante.
Me voy a ocupar a partir de ahora sólo de literatura: en esto te doy la razón.
Voy a dejar en breve el periodismo. Escucharé árboles o corazones. Leeré. Restauraré en mí la confianza y la quietud. Exploraré. No abdicaré, sino que iré un poco más lejos que el juego de las olas y de los medios de comunicación. Me resuelvo a ahondar y dejo ya de declamar.
Siento por mi tierra un afecto desencantado. Un amor secreto y poderoso. Una pasión. Amo a los míos y al firmamento que trato de descifrar en los libros y con mis ojos por la noche. Sueño con el poderío, con la soberanía para los míos, con la conciencia y el deseo de compartir en ellos. Me decepciona no poder vivir ese sueño. Me hace entrar en cólera o me empuja al castigo amoroso. No odio a los míos, ni a lo humano que hay en los demás. No insulto las razones del otro. Pero ejerzo mi derecho a ser libre. Ese derecho se ha interpretado incorrectamente, ha sido objeto de presiones, ha sido vapuleado o ha sido juzgado. Hoy quiero para mí la libertad de hacer otras cosas. Mil perdones si te he decepcionado esta vez en tu amistad, querido Adam.
Y si hago pública esta carta ahora es porque se dirige a las personas afectuosas de buena fe como tú. Y, sobre todo, a ti" (Kamel Daoud)



Y uno de los dos artículos de la polémica.

La miseria sexual en el mundo árabe

Kamel Daoud


12 de febrero de 2016

Orán, Argelia.

Después de Tahrir, Colonia. Después de la plaza, el sexo. Las revoluciones árabes de 2011 habían entusiasmado a las opiniones públicas, pero desde entonces la pasión se ha ido agostando. Al final pudimos detectar en estos movimientos muchas imperfecciones, fealdades. Por ejemplo, apenas han afectado a las ideas, a la cultura, a la religión o a los códigos sociales, especialmente los relacionados con el sexo. Revolución no significa modernidad.
Los ataques contra las mujeres occidentales por parte de inmigrantes árabes en Colonia, Alemania, la pasada Nochevieja han recordado el acoso que otras mujeres habían sufrido en Tahrir durante las bellas jornadas de la revolución.Un recordatorio que obliga a Occidente a entender que una de las grandes miserias de gran parte del mundo llamado "árabe", y del mundo musulmán en general, es su relación enfermiza con la mujer. En algunos lugares se le pone un velo, se la lapida, se la mata; como mínimo, se la acusa de sembrar el desorden en la sociedad ideal. En respuesta a esto, algunos países europeos han llegado a elaborar guías de buena conducta para los refugiados y los inmigrantes.
El sexo es un tabú complejo. En países como Argelia, Túnez, Siria y Yemen, es el producto de la cultura patriarcal del conservadurismo ambiente, de los  nuevos códigos rigoristas islamistas y de los puritanismos discretos de los diferentes socialismos en la región. Una buena mezcla para bloquear todo deseo, culpabilizarlo y empujarlo hacia los márgenes y la clandestinidad. Estamos muy lejos de la deliciosa licencia de los escritos de la edad de oro musulmana, como la de "El jardín perfumado" de Jeque Nefzawi, quien trató el erotismo  y el Kamasutra sin complejos.
Hoy en día el sexo es una gran paradoja en muchos países árabes: es como si no existiera, si bien afecta a todo lo no se verbaliza. Negado, pesa por su misma ocultación. Por mucho que la mujer lleve velo, ella es el centro de todas nuestras relaciones, intercambios y preocupaciones.
La mujer aparece en todo lo que se habla a diario, como un desafío a la virilidad, al honor y a los valores familiares. En algunos países, la mujer sólo tiene acceso al espacio público cuando abdica de su cuerpo. Quitarle el velo sería desvelar el deseo que el islamista, el conservador y el joven sin rumbo sienten y quieren negar. Percibida como una fuente de desequilibrio -minifalda: riesgo de terremotos- sólo se la respeta cuando se la define en una relación de propiedad, como esposa o hija de mengano o de zutano.
Estas contradicciones crean una tensión insoportable: el deseo no halla salida; la pareja ya no es un espacio de intimidad sino una preocupación para el grupo. Esto se traduce en una miseria sexual que conduce al absurdo o a la histeria. Aquí también esperamos poder vivir una historia de amor, pero se nos veta la propia mecánica del encuentro, de la seducción y del coqueteo mediante ese control sobre las mujeres, sobrevalorando la cuestión de la virginidad y dando poderes a las brigadas contra el vicio. Incluso se paga a cirujanos para reconstruir el himen.
En algunas tierras de Alá, la guerra contra la mujer y la pareja adopta ribetes de pura Inquisición. En verano, brigadas de salafistas y de jóvenes del  barrio, enrolados gracias a los imanes radicales y los tele-islamistas, vigilan los cuerpos, especialmente aquellos de las bañistas en traje de baño. En los espacios públicos, la policía acosa a las parejas, incluidas las casadas. Los jardines están prohibidos para los paseos amorosos. Los bancos se cortan por la mitad para evitar que una pareja se siente junta.
Resultado: las fantasías sexuales han de recrearse en otros sitios: ya sea  en la impudicia y el lujo de Occidente, ya sea en el paraíso musulmán con sus vírgenes.
Esta opción también queda perfectamente encarnada por la oferta de los medios de comunicación en el mundo musulmán. En la televisión, mientras  los teólogos hacen furor, las cantantes y bailarinas libanesas de la "Silicona Valley" alimentan el sueño de un cuerpo inalcanzable y de un sexo imposible. Y en cuanto a lo vestimentario, se generan otros extremos: por un lado, el burka, el velo integral ortodoxo; por el otro, el hiyab moutabaraj ("el velo que desvela "), que combina un pañuelo en la cabeza con unos vaqueros “slim”, o unos pantalones superajustados. En las playas, el burkini se opone al bikini.
Los sexólogos son poco frecuentes en los países musulmanes, y sus consejos apenas atendidos. Por lo tanto, son los islamistas los que, en realidad, tienen el monopolio del discurso sobre el cuerpo, el sexo y el amor. Con Internet y la teo-televisiones, todo esto adopta formas monstruosas: una especie de porno-islamismo. Algunos religiosos lanzan fatwas grotescas: está prohibido hacer el amor desnudo, las mujeres no tienen derecho a tocar un plátano, un hombre puede estar sólo con una compañera de trabajo si ésta fue su nodriza y le dio de mamar.
El sexo está en todas partes.
Pero,  sobre todo, después de la muerte.
El orgasmo sólo se acepta después de la boda, pero con sujeción a  códigos religiosos que lo vacían de todo deseo; o bien después de la muerte. El Paraíso y sus vírgenes es un tema fetiche para los predicadores, que presentan esas delicias de ultratumba como una recompensa para las gentes de la tierras de la miseria sexual. El kamikaze sueña con ello y se somete a un razonamiento terrible y surrealista: el orgasmo pasa por la muerte, no por el amor.
Occidente se ha sentido cómodo durante mucho tiempo en el exotismo; éste exonera las diferencias. El Orientalismo hace un poco más normales las variaciones culturales y excusa  todas las derivas: Sherezade, el harén y la danza del velo han dispensado a algunos de plantearse los derechos de las mujeres musulmanas. Pero hoy en día, con la última afluencia de inmigrantes procedentes de Oriente Medio y de África, el trato patológico que algunos países árabes le dan a la mujer irrumpe en Europa.
Lo que había sido un espectáculo exótico de tierras lejanas toma ahora la apariencia de una confrontación cultural en el suelo de Occidente. Una diferencia en su día desactivada por la distancia y un sentido de superioridad se ha convertido en una amenaza inmediata. El público en Occidente descubre, entre el miedo y la agitación, que el sexo en el mundo musulmán está enfermo y que esta enfermedad está llegando a sus propios países.


Kamel Daoud era cronista en el Le Quotidien d'Oran y es autor de Meursault, contre-enquête. (2014)