Lucía Méndez (aquí) hace una interesante crítica erga omnes, tomando apoyo en el análisis de José María Ridao (aquí), sobre cómo fue la caída y la resurrección de Pedro Sánchez.
Como se ha visto con los presupuestos, el PP tenía y tiene otra mayoría parlamentaria que no precisa(ba) de la abstención del PSOE.
Mal que les pese a muchos opinadores, Sánchez ha demostrado ser el mejor candidato socialista: sus 90 y 85 diputados, habiéndole salido dos partidos, C's y Podemos, que le han comida un brazo por cada lado, fueron resultados más que honorables. Ya quisieran los líderes socialistas en Europa tener ese suelo del 20% que tiene el PSOE.
Por otro lado, Sigma Dos le estimaba hace unos días un 28% y 110 escaños, lo cual indica que no es solo la militancia sino la votancia la que prefiere a Sánchez.
Otro debate es que el mejor candidato sea luego capaz de ser algo más que eso y que logre aglutinar una mayoría parlamentaria con un proyecto viable y razonable de gobernanza. Pero hay un precedente: casi lo logró en febrero de 2016 con C's, pero la pinza del PP y Podemos lo impidió, cuando una u otra formación debieron haberse abstenido, siquiera sea para saludar el primer intento de verdadera coalición gubernativa en la Democracia española.
El fallo de Sánchez (y de Rivera) fue no llevar ese programa regenerador de las 200 medidas a las elecciones de junio de 2016, lo cual les penalizó en sus propios electorados y les hizo perder diputados a ambas formaciones.
En España hay una mayoría social de centro y de centro izquierda deseosa de cambios, de reformas, de alternancia: y más gente aún que quisiera que el PP se retire una temporada y regrese limpio del peso del pasado.
Lo dice Anson dese hace años: o se reforma la CE y el sistema desde dentro o nos lo "reformaran" los antisistema desde fuera.
El problema era y es Rajoy. La paradoja es que la solución, en forma de parche, sea también Rajoy, ante la que se avecina en Cataluña.