La razón por la que C's habría quedado excluido de las consultas del PP acerca de asunto de la impugnación de la investidura ante el TC (un auto que se ajusta a lo que opina JFL aquí) es que "no cuenta con magistrados en el TC" diferencia del PSOE, según dos tertulianos de TVE 24h (18h 50 minutos).
Nada que añadir, señoría.
lunes, 29 de enero de 2018
sábado, 27 de enero de 2018
Lo real
CAT, el pepito grillo de la democracia, yendo al fondo del asunto, o al asunto de fondo: es la realidad lo que hay que saber evaluar, para luego actuar. Todo lo imaginativamente que se quiera. Y no "imaginar" la realidad para luego actuar todo lo (supuestamente) pragmáticamente que se pueda.
Aquí.
Aquí.
jueves, 25 de enero de 2018
Españoleando en Estrasburgo
Después del candidato mentiroso compulsivo monolingüe, la homófoba indocumentada aunque viajada y políglota, y que no se estudia sus temas.
Menos puñetas y más codos, señoría. No es magia, es ciencia, que decía la Punset.
Aquí.
Menos puñetas y más codos, señoría. No es magia, es ciencia, que decía la Punset.
Aquí.
El club de los tocones
Una serie de gentlemen se reunía desde hace años para toquetear mujeres.
Aquí.
Cualquiera de ellos podría toquetear y más, previo pago, en bilateral o pequeño grupo en aparté.
Pero estos querían toquetearlas en privado y en un gran grupo.
La democracia, siendo como es el gobierno de la opinión pública no tolerará que se sepa lo que ocurría en el club de los tocones.
Ha tenido que ser una outsider la que lo denuncie. No una camarera. Para mayor regocijo de Meryl Streep.
Aquí.
Cualquiera de ellos podría toquetear y más, previo pago, en bilateral o pequeño grupo en aparté.
Pero estos querían toquetearlas en privado y en un gran grupo.
La democracia, siendo como es el gobierno de la opinión pública no tolerará que se sepa lo que ocurría en el club de los tocones.
Ha tenido que ser una outsider la que lo denuncie. No una camarera. Para mayor regocijo de Meryl Streep.
domingo, 21 de enero de 2018
Dando Cobos
Hablar idiomas, contrariamente a lo que pretende la leyenda urbana, no hace a nadie más inteligente.
No hablarlos, tampoco.
Aquí.
No hablarlos, tampoco.
Aquí.
lunes, 15 de enero de 2018
De nuevo Deneuve
Catherine Deneue puntualiza.
Aquí.
Y aquí en tradu exprés de lo publicado en Libération:
Catherine Deneuve:"Nada en el texto pretende que el acoso tenga nada bueno; de lo contrario yo no lo habría firmado".
Una semana después de firmar la tribuna que aboga por "la libertad de importunar" para preservar la "libertad sexual", la actriz asume el texto, al tiempo que se distancia de algunas de las firmantes. Y pide disculpas a las víctimas de agresiones que pudieran haberse sentido dolidas.
Catherine Deneuve nos envió este texto en forma de carta, tras una entrevista telefónica el viernes pasado. La habíamos contactado porque queríamos oír su voz, saber si estaba de acuerdo con la totalidad de la tribuna firmada, y saber cómo reaccionaba a las palabras de unas y otras; en definitiva, para que aclarase su postura.
LA CARTA:
"En efecto, firmé la petición titulada Le Monde, "Defendemos una libertad...", una petición que generó muchas reacciones y que requiere aclaraciones.
Sí, amo la libertad. No me gusta esta característica de nuestro tiempo en el que todo el mundo se siente autorizado para juzgar, arbitrar, condenar. Una época en la que las simples denuncias en las redes sociales conducen al castigo, a la dimisión, y a veces, y a menudo, al linchamiento mediático. Un actor puede ser borrado digitalmente de una película, el director de una importante institución neoyorquina puede verse obligado a dimitir por haber tocado un trasero hace treinta años, sin que medie ningún tipo de procedimiento judicial. No disculpo nada. No me pronuncio sobre la culpabilidad de estos hombres porque no estoy cualificada para ello. Y pocos lo están.
No, no me gustan esos efectos de jauría, demasiado comunes hoy en día. De ahí mis reservas, desde octubre, al hashtag "Balance ton porc" [Denuncia a tu cerdo].
No soy tan ingenua como para no saber que son muchos más los hombres que incurren en estos comportamientos que las mujeres. Pero ¿por qué este hashtag no puede verse como una invitación a la denuncia? ¿Quién puede asegurarme que no habrá manipulación o golpes bajos? ¿Que no habrá ningún suicidio de inocentes? Debemos vivir juntos, sin "cerdos"o "zorras", y confieso que este texto "Defendemos una libertad..." me pareció vigoroso, por mucho que no sea totalmente perfecto.
Sí, firmé la petición y, sin embargo, creo que hoy me resulta absolutamente necesario mostrar mi desacuerdo con la forma en que algunas de la firmantes se conceden individualmente el derecho a prodigarse en los medios de comunicación, lo cual distorsiona el espíritu mismo del texto. Decir en una cadena de televisión que se puede disfrutar de una violación es peor que escupir a la cara de todas las que han sufrido este crimen. Estas palabras dan a entender, a quienes están acostumbrados a usar la fuerza o a utilizar la sexualidad para destruir, que lo que hacen no es tan grave, ya que pudiera ser que la víctima gozase con ello. Cuando se firma un manifiesto que involucra a otras personas, hay que saber comportarse y evitar embarcarse en su propia incontinencia verbal. Esto es indigno. Y, evidentemente, nada en el texto pretende que el acoso tenga nada bueno; de lo contrario yo no lo habría firmado.
He sido actriz desde que tenía 17 años. Podría decir, por supuesto, que he sido testigo de situaciones más que poco delicadas, o que sé, por otras actrices, que hay cineastas que han abusado de su poder con cobardía. Pero simplemente no me corresponde a mí hablar en nombre de mis compañeras. Lo que crea situaciones traumáticas e insostenibles es siempre el poder, la posición jerárquica o una forma de control. La trampa actúa cuando se hace imposible decir NO sin poner en riesgo el trabajo, o supone sufrir humillaciones o sarcasmos degradantes. Así que creo que la solución vendrá de la educación a nuestros hijos e hijas. Pero también posiblemente de los protocolos en las empresas que hagan que, si hay acoso, deban ponerse en marcha inmediatamente las correspondientes denuncias. Yo creo en la justicia.
En definitiva, firmé el texto por una razón que, en mi opinión, es esencial: el peligro de la limpieza en las artes. ¿Vamos a quemar a Sade en la colección de La Pléiade? ¿Acusar a Leonardo da Vinci de artista pedófilo y borrar sus pinturas? ¿Descolgar los Gauguin de los museos? ¿Destruir los dibujos de Egon Schiele? ¿Prohibir los discos de Phil Spector? Este clima de censura me deja sin palabras y preocupada por el futuro de nuestras sociedades.
A veces me han criticado por no ser feminista. ¿Tengo que recordar que fui una de las 343 "zorras", con Marguerite Duras y Françoise Sagan, que firmaron el manifiesto "Yo tuve un aborto", escrito por Simone de Beauvoir? El aborto estaba penado con encarcelamiento en aquella época. Por eso me gustaría decirles a los conservadores, racistas y tradicionalistas de toda jaez a los que les ha parecido estratégico brindarme su apoyo que yo no me engaño. Ellos no tendrán ni mi gratitud ni mi amistad, antes al contrario. Soy una mujer libre y lo seguiré siendo. Saludo fraternalmente a todas las víctimas de actos odiosos que se puedan haber sentido agredidas por esta tribuna que apareció en Le Monde: es a ellas y sólo a ellas a quienes pido disculpas.
Atentamente,
Catherine Deneuve"
....
Más claro, el agua.
Aquí.
Y aquí en tradu exprés de lo publicado en Libération:
Catherine Deneuve:"Nada en el texto pretende que el acoso tenga nada bueno; de lo contrario yo no lo habría firmado".
Una semana después de firmar la tribuna que aboga por "la libertad de importunar" para preservar la "libertad sexual", la actriz asume el texto, al tiempo que se distancia de algunas de las firmantes. Y pide disculpas a las víctimas de agresiones que pudieran haberse sentido dolidas.
Catherine Deneuve nos envió este texto en forma de carta, tras una entrevista telefónica el viernes pasado. La habíamos contactado porque queríamos oír su voz, saber si estaba de acuerdo con la totalidad de la tribuna firmada, y saber cómo reaccionaba a las palabras de unas y otras; en definitiva, para que aclarase su postura.
LA CARTA:
"En efecto, firmé la petición titulada Le Monde, "Defendemos una libertad...", una petición que generó muchas reacciones y que requiere aclaraciones.
Sí, amo la libertad. No me gusta esta característica de nuestro tiempo en el que todo el mundo se siente autorizado para juzgar, arbitrar, condenar. Una época en la que las simples denuncias en las redes sociales conducen al castigo, a la dimisión, y a veces, y a menudo, al linchamiento mediático. Un actor puede ser borrado digitalmente de una película, el director de una importante institución neoyorquina puede verse obligado a dimitir por haber tocado un trasero hace treinta años, sin que medie ningún tipo de procedimiento judicial. No disculpo nada. No me pronuncio sobre la culpabilidad de estos hombres porque no estoy cualificada para ello. Y pocos lo están.
No, no me gustan esos efectos de jauría, demasiado comunes hoy en día. De ahí mis reservas, desde octubre, al hashtag "Balance ton porc" [Denuncia a tu cerdo].
No soy tan ingenua como para no saber que son muchos más los hombres que incurren en estos comportamientos que las mujeres. Pero ¿por qué este hashtag no puede verse como una invitación a la denuncia? ¿Quién puede asegurarme que no habrá manipulación o golpes bajos? ¿Que no habrá ningún suicidio de inocentes? Debemos vivir juntos, sin "cerdos"o "zorras", y confieso que este texto "Defendemos una libertad..." me pareció vigoroso, por mucho que no sea totalmente perfecto.
Sí, firmé la petición y, sin embargo, creo que hoy me resulta absolutamente necesario mostrar mi desacuerdo con la forma en que algunas de la firmantes se conceden individualmente el derecho a prodigarse en los medios de comunicación, lo cual distorsiona el espíritu mismo del texto. Decir en una cadena de televisión que se puede disfrutar de una violación es peor que escupir a la cara de todas las que han sufrido este crimen. Estas palabras dan a entender, a quienes están acostumbrados a usar la fuerza o a utilizar la sexualidad para destruir, que lo que hacen no es tan grave, ya que pudiera ser que la víctima gozase con ello. Cuando se firma un manifiesto que involucra a otras personas, hay que saber comportarse y evitar embarcarse en su propia incontinencia verbal. Esto es indigno. Y, evidentemente, nada en el texto pretende que el acoso tenga nada bueno; de lo contrario yo no lo habría firmado.
He sido actriz desde que tenía 17 años. Podría decir, por supuesto, que he sido testigo de situaciones más que poco delicadas, o que sé, por otras actrices, que hay cineastas que han abusado de su poder con cobardía. Pero simplemente no me corresponde a mí hablar en nombre de mis compañeras. Lo que crea situaciones traumáticas e insostenibles es siempre el poder, la posición jerárquica o una forma de control. La trampa actúa cuando se hace imposible decir NO sin poner en riesgo el trabajo, o supone sufrir humillaciones o sarcasmos degradantes. Así que creo que la solución vendrá de la educación a nuestros hijos e hijas. Pero también posiblemente de los protocolos en las empresas que hagan que, si hay acoso, deban ponerse en marcha inmediatamente las correspondientes denuncias. Yo creo en la justicia.
En definitiva, firmé el texto por una razón que, en mi opinión, es esencial: el peligro de la limpieza en las artes. ¿Vamos a quemar a Sade en la colección de La Pléiade? ¿Acusar a Leonardo da Vinci de artista pedófilo y borrar sus pinturas? ¿Descolgar los Gauguin de los museos? ¿Destruir los dibujos de Egon Schiele? ¿Prohibir los discos de Phil Spector? Este clima de censura me deja sin palabras y preocupada por el futuro de nuestras sociedades.
A veces me han criticado por no ser feminista. ¿Tengo que recordar que fui una de las 343 "zorras", con Marguerite Duras y Françoise Sagan, que firmaron el manifiesto "Yo tuve un aborto", escrito por Simone de Beauvoir? El aborto estaba penado con encarcelamiento en aquella época. Por eso me gustaría decirles a los conservadores, racistas y tradicionalistas de toda jaez a los que les ha parecido estratégico brindarme su apoyo que yo no me engaño. Ellos no tendrán ni mi gratitud ni mi amistad, antes al contrario. Soy una mujer libre y lo seguiré siendo. Saludo fraternalmente a todas las víctimas de actos odiosos que se puedan haber sentido agredidas por esta tribuna que apareció en Le Monde: es a ellas y sólo a ellas a quienes pido disculpas.
Atentamente,
Catherine Deneuve"
....
Más claro, el agua.
viernes, 12 de enero de 2018
miércoles, 10 de enero de 2018
Está bien pero
La esperada y airada reacción de las mujeres francesas a las otras mujeres francesas.
Aquí en VO.
Aquí en tradu exprés.
Los cerdos y sus aliad@s tiene razón de preocuparse.
Aquí en VO.
Aquí en tradu exprés.
Los cerdos y sus aliad@s tiene razón de preocuparse.
Un texto que no cuela. El martes 9 de enero, 100 mujeres
firmaron una tribuna publicada en Le Monde donde defienden la "libertad de
importunar"después de lo que llaman una "campaña de delación"
dirigida a hombres acusados de acoso sexual en la estela del asunto Weinstein.
Un texto escrito por varias autoras de renombre, entre las que destacan
Catherine Millet y Catherine Robbe-Grillet, y firmado por personalidades como
la actriz Catherine Deneuve y la periodista Elisabeth Lévy, que defiende, entre
otras cosas, la "libertad de importunar" de los ligones frente a las
"delaciones públicas y acusaciones a individuos (...) puestos en el mismo
nivel que los agresores sexuales".
Esta tribuna hizo reaccionar a la activista feminista
Caroline De Haas, quien a su vez escribió una tribuna, co-firmada por unas 30
activistas feministas, para denunciar lo que ella considera "#Metoo estaba
bien, pero...".
Cada vez que los derechos de las mujeres progresan y las
conciencias despiertan, surge la resistencia. En general, toma la forma de un
"es verdad, sí, pero...". El 9
de enero, se nos a ofrecido un "#Metoo estaba bien, pero...". No hay
nada realmente nuevo en los argumentos utilizados. Estos se encuentra en el texto
publicado en Le Monde, así como en el trabajo en torno a la cafetera o en las
comidas familiares. Este tribuna es un poco el colega molesto o el cuñado
cansino que no entiende lo que está pasando.
"Podríamos ir demasiado lejos", dicen. Tan pronto
como la igualdad avanza, incluso en medio milímetro, las bellas almas nos
alertan inmediatamente de que corremos el riesgo de caer en excesos. Exceso es
lo que nos rodea. Es el mundo en que vivimos. En Francia, cientos de miles de
mujeres son acosadas cada día. Decenas de miles sufren agresiones sexuales. Y
cientos, violaciones. Todos los días. La caricatura, está aquí.
"No podemosya
decir nada", dicen. Como si
el hecho de que nuestra sociedad tolere -un poco- menos que antes el discurso
sexista, como el discurso racista u homófobo, fuera un problema. "Vaya,
era mucho mejor cuando se podía llamar a las mujeres zorras tranquilitas,
¿eh?" No. Era mucho peor. El lenguaje influye en el comportamiento humano:
aceptar los insultos contra las mujeres es de hecho permitir la violencia. El
dominio de nuestra lengua es un signo de que nuestra sociedad progresa.
"Es puritanismo", dicen. Hacer que las feministas
parezcan unas estrechas, o incluso unas
mal folladas: la originalidad de la tribuna es... desconcertante. La violencia
afecta a las mujeres. A todas. Pesa en nuestras mentes, cuerpos, placeres y
sexualidades. ¿Cómo imaginar ni por un momento una sociedad liberada en la que
las mujeres dispongan libre y plenamente de su cuerpo y de su sexualidad cuando
más de una de cada dos dice que ha sufrido violencia sexual?
"No se pueda ya coquetear", dicen. Las firmantes
mezclan deliberadamente una relación seductora basada en el respeto y el placer
con la violencia. Mezclarlo todo es muy práctico. Esto permite poner todo en el
mismo saco. Básicamente, si el acoso o la agresión es sólo "flirteo
pesado", no es tan grave. Las firmantes se equivocan. No es una diferencia
de grado entre el flirteo y el acoso, sino una diferencia de naturaleza. La
violencia no es "seducción aumentada". Por un lado, consideramos al otro
como nuestro igual, respetando nuestros deseos, sean cuales sean. Por otra
parte, como objeto a disposición, sin consideración de los propios deseos o
consentimiento.
"Es responsabilidad de las mujeres", dicen. Las
firmantes hablan sobre la educación a las niñas para que no se sientan
intimidadas. Por lo tanto, se identifica a las mujeres como responsables de no
ser agredidas. ¿Cuándo se planteará la cuestión de la responsabilidad de los
hombres de no violar o agredir? ¿Y qué
pasa con la educación de los niños?
Las mujeres son seres humanos. Como los demás. Merecemos
respeto. Tenemos el derecho fundamental a no ser insultadas, silbadas,
agredidas, violadas. Tenemos un derecho fundamental a vivir nuestras vidas con
seguridad. En Francia, Estados Unidos, Senegal, Tailandia o Brasil: no es el
caso hoy en día. En ninguna parte.
Muchos de ellas se muestran prestas a denunciar el sexismo
cuando procede de hombres de los barrios populares. Pero la mano en el culo,
cuando es ejercida por los hombres de su propio mundillo, es, según ellas, un
"derecho a importunar". Esta extraña ambivalencia permitirá apreciar
su apego al feminismo del que afirman ser defensoras.
Con este texto, intentan cerrar la losa de plomo que hemos
empezado a levantar. No lo van a lograr. Somos víctimas de la violencia. No
estamos avergonzados. Estamos de pie. Fuerte. Entusiastas. Determinadas.
Acabaremos con la violencia sexistas y de género.
¿Los cerdos y sus aliad@s se preocupan? Es normal. Su viejo
mundo está desapareciendo. Muy despacio -demasiado despacio- pero
inexorablemente. Algunas reminiscencias polvorientas no cambiarán nada, incluso
publicadas en Le Monde.
Firman esta Tribuna: Adama Bah, activista afrofeminista y
antirracista, Marie-Noëlle Bas, presidenta de las "Perras
guardianas", Lauren Bastide, periodista, Fatima Benomar, portavoz de
"Effronté.es", Anaïs Bourdet, fundadora de "Paye ta Shnek",
activista feminista; Sophie Busson, activista feminista; Marie Cervetti,
directora de la FIT y activista feminista; Pauline Chabbert, activista
feminista; Madeline Da Silva, activista feminista; Caroline De Haas, activista
feminista.,
Basma Fadhloun, militante féminista, Giulia Foïs, periodista,
Clara Gonzales, militante feminista, Leila H. de " Check tes
privilèges", Clémence Helfter, feminista y sindical, Carole Henrion,
feminista activista, Anne-Charlotte Jelty, feminista activista, Andréa Lecat,
feminista activista, Claire Ludwig, activista feminista y encargada de
comunicaciones, Maeril, ilustradora y feminista activista.
Chloé Marty, trabajadora social y feminista, Angela Muller,
activista feminista, Selma Muzet Herrström, activista feminista, Michel Easter,
activista feminista, Ndella Paye, activista afrofeminista y antirracista, Chloé
Ponce-Voiron, activista feminista, directora teatral, actriz y directora de
cine, Claire Poursin, Copresidenta de Effronté.es,
Sophie Rambert,
activista feminista, Noémie Renard, animadora del sitio web Antisexisme.net y
activista feminista, Rose de Saint-Jean, activista feminista, Laure Salmona,
cofundadora de "Feministas contra el acoso cibernético" y activista
feminista, Muriel Salmona, psiquiatra, presidenta de la asociación "Mémoire
traumatique et victimologie" y activista feminista, Nicole Stefan,
activista feminista, Mélanie Suhas, activista feminista, Monique Taureau,
activista feminista, Clémentine Vagne, activista feminista, En Avant Tout (s),
Stop harcèlement de rue.
...
¿Quién confunde qué con qué?
...
¿Quién confunde qué con qué?
martes, 9 de enero de 2018
Cien valientas
Se ha publicado en Francia una tribuna-manifiesto escrita por mujeres relevantes que se oponen a la ola de puritanismo reaccionario surgido a raíz del asunto Weinsten & sus nauseabundos acólitos abusadores.
Aquí en VO con contexto.
Aquí la tradu exprés de la tribuna de las valientes, a las que ya les llueven palos supuestamente "feministas".
Aquí en VO con contexto.
Aquí la tradu exprés de la tribuna de las valientes, a las que ya les llueven palos supuestamente "feministas".
Tribuna
"Defendemos la libertad de importunar, indispensable
para la libertad sexual"
La violación es un
crimen. Pero el coqueteo insistente o torpe no es un delito, ni la galantería
una agresión machista.
Como resultado del caso Weinstein, se ha producido una toma
de conciencia legítima de la violencia sexual contra las mujeres, particularmente
en el lugar de trabajo, donde algunos hombres abusan de su poder. Era algo
necesario. Pero esta liberación de la palabra está ahora volviéndose en su
contrario: se nos insta a hablar correctamente, a callar lo que enoja, ¡y
aquellas que se niegan a obedecer tales mandamientos son vistas como cómplices
traidoras!
Es típico del puritanismo el tomar prestado, en nombre de un
bien supuestamente general, argumentos en pro de la protección de las mujeres y
su emancipación para encadenarlas mejor
a la condición de víctimas eternas, de pobrecitas bajo la influencia de los
demoníacos falócratas, como en los buenos viejos tiempos de la brujería.
Delaciones y acusaciones
De hecho, #metoo ha provocado en la prensa y en las redes
sociales una campaña de denuncias públicas y acusaciones de personas que, sin
tener la oportunidad de responder o defenderse, han sido puestas al mismo nivel
que los abusadores sexuales. Esta justicia expeditiva ya ha provocado sus víctimas, hombres castigados en
el ejercicio de su profesión, obligados a dimitir, etc., mientras que su culpa
se reduce a haber tocado una rodilla, tratado de robar un beso, hablado de
cosas "íntimas" en una cena profesional o haber enviado mensajes con
connotaciones sexuales a una mujer cuya atracción no era recíproca.
Esta fiebre por enviar a los "cerdos" al matadero,
lejos de ayudar a las mujeres a empoderarse, sirve en realidad los intereses de
los enemigos de la libertad sexual, de los extremistas religiosos, de los
peores reaccionarios y de aquellos que creen, en nombre de una concepción
sustancial del bien y de la moralidad victoriana que la acompaña, que las
mujeres son seres "aparte", menores con rostros de adulto que
requieren ser protegidas.
Se pide a los hombres
que se autoflagelen o que encuentren, en las profundidades de su conciencia
retrospectiva, un "mal comportamiento" que podrían haber tenido hace
diez, veinte o treinta años y del cual deberían arrepentirse. La confesión
pública, la incursión de los autoproclamados fiscales en la esfera privada es
lo que crea un clima de sociedad totalitaria.
La ola purificadora parece no conocer límites. Aquí, un
desnudo de Egon Schiele es censurado en un póster; allí, se pide retirar una
pintura de Balthus de un museo porque sería una apología de la pedofilia; en la
confusión del hombre con su obra, se pide la prohibición de la retrospectiva de
Roman Polanski en la Filmoteca y se consigue un aplazamiento de la dedicada a
Jean-Claude Brisseau. Un académico juzga la película Blow-Up de Michelangelo Antonioni como "misógina" e
"inaceptable". A la luz de este revisionismo, John Ford (Centauros del desierto) e incluso
Nicolas Poussin (El rapto de las sabinas)
peligran.
Algunos editores ya nos piden a algunas de nosotras que
hagamos que nuestros personajes masculinos sean menos "sexistas", que
hablemos de sexualidad y amor con menos exceso, o que hagamos más evidentes los
"traumas sufridos por los personajes femeninos". Al borde de lo
ridículo, un proyecto de ley en Suecia quiere imponer a cualquier candidato a
mantener relaciones sexuales un consentimiento explícitamente notificado. Un
poco más y dos adultos que quieran tener relaciones sexuales tendrán que
cumplimentar un documento de antemano, usando una "app" en su
teléfono, en el que se enumerarán debidamente las prácticas que aceptan y las
que rechazan.
Libertad indispensable de poder ofender
El filósofo Ruwen Ogien defendía una libertad de ofender
indispensable para la creación artística. Del mismo modo, nosotras defendemos
una libertad para importunar, algo esencial para la libertad sexual. Hoy
estamos lo suficientemente informadas como para admitir que el impulso sexual
es por naturaleza ofensivo y salvaje, pero también somos lo suficientemente
lúcidas como para no confundir coqueteo torpe con agresión sexual.
Ante todo, somos conscientes de que la persona humana no es
un monolito: una mujer puede, el mismo día, dirigir un equipo profesional y
disfrutar por ser objeto sexual de un hombre, sin ser una "zorra" o
una vil cómplice del patriarcado; puede velar por que su sueldo sea igual al de
un hombre, pero puede no quedar traumatizada para siempre por un “rozador” en
el metro, incluso si esto se considera delito. Puede considerarlo como la
expresión de una extrema miseria sexual, o incluso como un no-acontecimiento.
Como mujeres, no nos reconocemos en este feminismo que, más
allá de la denuncia de los abusos de poder, adopta el rostro del odio al hombre
y a la sexualidad. Creemos que la libertad de decir no a una proposición sexual
no debe ir desligada de la libertad de importunar. Y consideramos que debemos
ser capaces de responder a esta libertad de importunar de otro modo que no sea
encerrándonos en el papel de presa.
Para aquellas de nosotras que hemos elegido tener descendencia,
creemos que tiene más sentido criar a nuestras hijas para que estén lo
suficientemente informadas y conscientes para poder vivir la vida plenamente
sin dejarse intimidar y sin sentirse culpables.
Los accidentes que pueden afectar al cuerpo de una mujer no
necesariamente han de afectar su dignidad, y no deberían, por muy duros que
sean, convertirla en víctima perpetua. Porque no se nos puede reducir a nuestro
cuerpo. Nuestra libertad interior es inviolable. Y esta libertad, que tanto
valoramos, no está exenta de riesgos y responsabilidades.
Las autoras de este texto son Sarah Chiche (escritora,
psicóloga clínica y psicoanalista), Catherine Millet (crítica de arte,
escritora), Catherine Robbe-Grillet (actriz y escritora), Peggy Sastre (autora,
periodista y traductora) y Abnousse Shalmani (escritora y periodista).
Se suman también a este tribuna: Kathy Alliou (comisaria
museística), Marie-Laure Bernadac (comisaria general honoraria de museos),
Stéphanie Blake (autora infantil), Ingrid Caven (actriz y cantante), Catherine
Deneuve (actriz), Gloria Friedmann (artista), Cécile Guilbert (escritora),
Brigitte Jaques-Wajeman (directora teatral), Claudine Junien (genetista),
Brigitte Lahaie (actriz y presentadora de radio), Elisabeth Lévy (editora de la
revista Causeur), Joëlle Losfeld
(editora), Sophie de Menthon (presidenta del movimiento ETHIC), Marie Sellier
(autora, Presidenta de la Société des
gens de lettres).
...
Y cien "valientas" mujeres relevantes más.
NATO rules the waves
Por fin se oficializa el himno de la OTAN.
Aquí.
Tiene su ironía que el compositor sea del país con el ejército más simbólico.
Aquí para escucharlo.
Es un bello mix de himnos anglicanos con una leve disonancia posmoderna en torno a los segundos 45 a 50 que exuda espiritualidad, pompa y circunstancia.
El que no tenga letra lo hace más abstracto, y evitará que se satirice.
Aquí.
Tiene su ironía que el compositor sea del país con el ejército más simbólico.
Aquí para escucharlo.
Es un bello mix de himnos anglicanos con una leve disonancia posmoderna en torno a los segundos 45 a 50 que exuda espiritualidad, pompa y circunstancia.
El que no tenga letra lo hace más abstracto, y evitará que se satirice.
miércoles, 3 de enero de 2018
¿Ir a mejor?
Un chute de pesimismo constuctivo de Bryan Appleyard para empezar el año.
Aquí en VO.
Aquí en tradu exprés.
Aquí en VO.
Aquí en tradu exprés.
La conspiración de la felicidad: contra el optimismo y el culto
del pensamiento positivo
La canción de los Beatles "Getting Better" [Mejorando] es
una pequeña obra maestra de ambigüedad. Se mueve entre el temperamento de
Paul McCartney -solar, positivo - y el de John Lennon -escéptico, negativo-. Aquí va
el estribillo:
"Tengo que admitir que las cosas están mejorando (mejorando)
Cada vez van un poco mejor (no podrían ir peor)"
Este último apunte lennoniano socava el optimismo de la canción e,
implícitamente, plantea la pregunta asesina: ¿mejorando… respecto qué? Al final del tema, los “mejoradores”
McCartneyistas acaban incurriendo en letanías desesperadas: [mejor, mejor, mejor...] Ahora pregúntate a
ti mismo: ¿con quién preferirías cenar, con el ufano Paul o con el John más sardónico? Si contestas que con Paul, no va
a estar de acuerdo con lo que sigue.
Aquí van otro par de canciones, ambas de Noël Coward. "There Are Bad Times Just Around the
Corner” (Malos
tiempos a la vuelta de la esquina) fue escrita en 1952 (Robbie Williams la
versionó en 1999).En ella se pasea alegremente por el globo terráqueo,
encontrando malas noticias por todas partes y satirizando las invocaciones optimistas
de los años de guerra. Concluye la letra con un:"Vamos a desempacar todos
nuestros problemas del viejo maletín/ y esperar hasta caer muertos". Luego
está la canción "Why Must the Show Go On?" (¿Por qué debe continuar el espectáculo?), que data de
1956. El título hace otra pregunta asesina y toda la canción subvierte
brutalmente los sentimentalismos más tontos del mundo del espectáculo: "Y
si pierdes la esperanza, /coge la droga, /y enciérrate en el baño, /¿Por qué
tiene que continuar el espectáculo?".
Estos tres casos coinciden en una cosa: el pesimismo es agobiante
pero, a menudo, muy divertido. También consuela, ya que nos libera de las
cargas que ha de soportar el optimista: la necesidad de insistir en que se está
mejorando, la búsqueda de buenas noticias, la necesidad de hacer tareas inútiles
(y, a la larga, toda tarea lo es).
Por desgracia -pero para los pesimistas: "como era de esperar"-, el
pesimismo tiene mala prensa. Esto se debe a que se asume rutinariamente que es
lo mismo que la depresión o un aspecto inevitable de ésta. Dado que la persona
más feliz y mejor adaptada que yo conozco es un pesimista empedernido, encuentro
esta idea ridícula. Mi amigo disfruta de la vida precisamente porque no espera
nada de ella. Si le sucede algo bueno o hermoso, entonces es una gratificación,
un milagro. Sus días están llenos de descubrimientos y consolaciones. Su
sentido del humor es parecido al de Coward y Lennon, una respuesta personal a
las malas noticias y a las falsas esperanzas. Una de sus frases favoritas es la
típica expresión carrozona: "Y nada de quejas". Huelga decir que es
una alegría estar con él.
Este "Y nada de quejas", que es un frase de las de toda la vida, es una máxima
importante, al igual que el hecho de que las dos canciones de Coward procedan
de los años cincuenta. En los primeros años de la posguerra, el estado de ánimo
británico imperante parecía ser un pesimismo resistente y teñido de humor, si
bien atravesado por algo más sombrío.
"Creo -dijo Kingsley Amis, figura señera de la posguerra-,
que prefiero el pesimismo instintivo que lo contrario".
Películas como Night and the
City (Noche en la ciudad) (1950), The Third Man (El tercer hombre) (1949), Black Narcissus (Narciso Negro) (1947), las
dos primeras películas de Quatermass (1955 y 1957), los horrores de Hammer y el
verdaderamente chocante film Peeping Tom (El fotógrafo del pánico) (1960) parecían responder a
cierto apetito por las fuerzas de destrucción y la irracionalidad, que fluyen
como un río subterráneo bajo lo cotidiano. La guerra quizás había proporcionado
más justificaciones para nuestra sombría e irónica sensibilidad.
Todo eso ha desaparecido, porque ya no se nos permite ser
sombríos, irónicos y no digamos pesimistas. El neo optimismo se aplica ahora con
tanta brutalidad en Gran Bretaña como en Estados Unidos. “En Estados Unidos, el
optimismo se ha convertido casi en un culto", declaró el psicólogo social
Aaron Sackett a Psychology Today.
"En este país", dice otro psicólogo estadounidense,"el pesimismo
lleva aparejado un profundo estigma".
Como en cualquier culto, incluso los individuos más renuentes se
ven forzados a adaptarse a la norma. En el mismo artículo de Psychology Today, B. Cade Massey,
profesor de comportamiento organizacional en Yale, dice:"Ha llegado hasta
el extremo de que la gente se siente presionada para pensar y hablar de una manera
optimista". La investigación de Massey muestra que, a la hora de evaluar
riesgos en inversiones u operaciones quirúrgicas, la gente hace predicciones
que sabe que son demasiado optimistas, sólo porque quieren pertenecer, incluso
en estas crisis que amenazan su vida o su riqueza, al clan de optimistas
sonrientes e idiotas que parecen siempre
llevar bien sujetas las riendas de su existencia.
Puedes sentir esta presión allá donde te encuentres, sobre
todo en Internet, cuya multiplicidad está sujeta a una única ortodoxia
neo optimista y ferozmente impuesta. El botón de "Me gusta" en Facebook
es un arma de los neos. Como determinó un estudio de la Universidad de Leicester,
este botón "dirige el debate en la plataforma de los medios sociales en
dirección a lo blandamente positivo". Los medios de comunicación social,
con su cacareante retahíla de “me gusta", seguidores, comentarios y
“compartir”, están abrumadoramente sesgados
hacia una insistente positividad, que provoca vergüenza ajena. Fíjate en
los tuits extasiados que parlotean sobre la gran maravilla que es todo, o en
los grupos de Facebook u otros lugares de personas que se reúnen para salvar el
mundo y difundir la amabilidad; y ello simplemente, eh… ¡reuniéndose! Diariamente
recibo solicitudes por correo electrónico para "ayudar a X a celebrar" su cumpleaños/promoción/ lo
que sea. "Ayudar a celebrar". ¡No me fastidies!
Esto no es sólo irritante: es siniestro. Los sitios web
“ciberanzuelo” están infectando los antiguos medios de comunicación serios
simplemente porque tienen la capacidad de acumular millones de clics haciendo
que la gente se sienta optimista o se divierta con fotos de gatitos. El nuevo
editor de libros de BuzzFeed.com, por su parte, dijo en una ocasión que sólo publicaría
reseñas positivas, rechazando el "mordaz destripaje” que veía en los"
viejos media". Demos a este
enfoque su auténtico nombre: esto es censura ideológica.
Lo verdaderamente siniestro de todo ello es que Internet, gracias a sus
tontos útiles de usuarios, se está convirtiendo en un gigantesco atrapabobos para
las corporaciones. Sé optimista y luego compra cosas y mira nuestros anuncios.
O, para decirlo de otro modo, pierde toda tu energía siendo cada vez más
ignorante, pobre y depresivo.
Los medios tradicionales son igual de nefastos, aunque algo menos
ladinos. Hay espectáculos de talento y "realitys" en los que hay que
dejarse abrumar por la alegría, por la
gloria de poder participar, incluso en la derrota; es un elemento televisivo
importado de Estados Unidos: si uno no se muestra exasperantemente
optimista, se convierte en profundamente
sospechoso.
John Updike describió Estados Unidos como "una gran
conspiración para hacerte feliz". Lo que no añadió es que esa conspiración
entrañaba feroces prejuicios combinados con una necesidad puritana de evitar a
toda costa al pesimista y al gruñón. (Una vez, un católico me dijo que, según
él, la fiebre histérica por la felicidad que se exhibe en la televisión
estadounidense era un legado del calvinismo en el que los excesivamente felices
anunciaban su pertenencia a las filas de los salvados por predestinación. Pudiera
ser).
En el Reino Unido, nuestra industria publicitaria fabulosamente
amoral, inteligente y que sabe muy bien lo que se pesca, ahora evita cualesquiera
honestas sugerencias en el sentido de que deberías comprar un producto por sus cualidades,
prefiriendo en su lugar una sucesión de cómodos chistes, de pequeños cielos
domésticos o bien seguir la pauta de esos anuncios navideños de John Lewis, esas
historias de toda la vida que evocan un futuro optimista en el que los
productos juegan papeles esenciales.
Pero la importación más insidiosa y eficaz del neo optimismo llegó
bajo la forma de "la teoría de la gestión”. El texto básico sobre el tema
es la obra cáustica, divertida, amena, despiadada y muy legible de Barbara Ehrenreich titulada Smile
or Die: How Positive Thinking Fooled America and the World. (Sonríe o
revienta: cómo el pensamiento positivo engañó a América y al mundo). La autora nos dice que el neo optimismo al que
ahora estamos sometidos no es, como muchos afirman, un valor estadounidense
fundacional. La Declaración de Independencia de los Estados Unidos y la
Constitución no son pesimistas ni optimistas: son realistas, sobre todo en lo
que se refiere a la naturaleza humana. Además, tal como dejó escrito Max Weber :
no hay nada intrínsecamente optimista en el capitalismo; es un trabajo arduo,
cargado de riesgos, y que vale la pena porque, para el imaginario protestante,
es obra de Dios.
La tendencia empezó en el siglo XIX con el surgimiento de lo que llegó
a conocerse como el pensamiento positivo; un rechazo, nos dice Ehrenreich,
frente a las austeridades del calvinismo. Esto tuvo orígenes distinguidos en
los trabajos de Ralph Waldo Emerson y William James. En nuestro tiempo, sin
embargo, ha acabado degradado en propaganda agresiva para grupos selectos.
El pensamiento positivo de hoy en día, como el pesimismo británico
de "Y nada de quejarse", se hizo realidad en los años cincuenta con
la publicación del libro de Norman Vincent Peale The Power of Positive Thinking (El poder del pensamiento positivo)
(1952). Así pues, fue anterior, y ciertamente inspiró la ola charlatanesca de “la teoría de la gestión”, que realmente comenzó en los años sesenta. Esta
visión del mundo hacía que el crecimiento económico perpetuo y el mejoramiento
infinito de la existencia no sólo pareciesen posibles, sino también algo
ordenado. La otra cara cruel de la moneda de esto es que el fracaso es visto
como una negativa a pensar positivamente y, por lo tanto, los pobres y los
excluidos no son seres desafortunados o perseguidos: son culpables.
“Si el optimismo es la clave del éxito material ", dice
Ehrenreich, "y si se puedes lograr una perspectiva optimista a través de
la disciplina del pensamiento positivo, entonces ya no hay excusas para el
fracaso".
El resultado es el quietismo político combinado con la búsqueda
vana y febril de logros materiales. Como indica la autora, esta actitud debe
fundarse en última instancia en la idea absurda de que tu estado mental puede
cambiar el mundo y vencer las contingencias de la vida; cuando no (aún) las de la
muerte. Esto es mera superstición, al igual que toda la industria del pensamiento
positivo, cuyo mercado es pasmosamente boyante. Por lo visto, los
estadounidenses gastan más de 100.000 millones de dólares al año en motivar a
sus empleados utilizando diversas técnicas de pensamiento positivo.
Esto es una locura, como puede confirmarte quienquiera que haya
sido sometido a una formación de espíritu de equipo o cualquiera de los otros
dispositivos del ramplón prontuario de ensalmos que es “la teoría de la gestión”.
Y que produce declaraciones claramente falsas como ésta de Marc Andreessen,
empresario e inversor de Silicon Valley: "Y puedo decirte, al menos desde
hace 20 años, que si apuestas por los optimistas, generalmente tendrás razón".
De hecho, teniendo en cuenta el número de fracasos debidos a los optimistas, la
vedad es que perderías hasta tu último chavo.
Más absurdamente si cabe, tuvimos la expresión suprema del
pensamiento positivo con El Secreto (2006),
un libro de Rhonda Byrne. Exponía las raíces supersticiosas del pensamiento
positivo al decir abiertamente que había una "ley de la atracción"
mediante la cual el universo recompensaría materialmente tus pensamientos
positivos. Nuestro querido Noel Edmonds es un adicto a algo similar llamado
"orden cósmico", una forma de Amazonía intergaláctica.
Que esto se nos haya ido peligrosamente de las manos es obvio para
los más inteligentes. El premio Nobel Daniel Kahneman (el autor del best seller
Thinking, Fast and Slow) (Pensar rápido, pensar despacio) y su
colaborador Dan Lovallo, consideran que el optimismo socava las decisiones
ejecutivas. Demuestran que las previsiones basadas únicamente en actitudes
internas de la empresa son a menudo excesivamente optimistas, y sugieren que
las empresas deberían adoptar en su lugar "previsiones de referencia de
clase" en las que se tenga en cuenta el rendimiento de los competidores en
situaciones similares, y en las que, al mismo tiempo, se incorpore el pesimismo.
También existe la paradoja de Ícaro, identificada por el economista Danny
Miller, que se refiere a la forma en que el éxito extremo en los negocios es
seguido a menudo por el fracaso más estrepitoso, precisamente debido al exceso
de optimismo provocado por los buenos tiempos.
En política, el neo optimismo puede ser letal. Como afirma John O'
Sullivan, Blair y Brown eran optimistas empedernidos -en política exterior y
finanzas- y su legado se puede ver en el caos de la guerra de Irak y sus
secuelas y en la ola de crímenes que asoló la ciudad de Londres. El monumental esquema
Ponzi que fue el sistema financiero hasta 2007 (y tal vez todavía lo sea) se
basaba en un optimismo cínico, en el caso de los bancos, o ingenuo, en el de
sus víctimas. El optimismo de Blair se fundó en la extraña convicción
neoconservadora de que nosotros, en particular, podríamos, con la fuerza de las
armas, intimidar al mundo para que se convirtiera en una democracia liberal.
Sin embargo, el optimismo tonto es ahora el modo predeterminado en política. ¿Quién, ahora, podría decir
como Churchill:"No tengo nada que ofrecer sino sangre, trabajo, sudor y
lágrimas"? Y fíjate en la palabra "nada". No se trataba de una
situación temporal: no había ni un gramo de optimismo.
Hay dos ámbitos en que el neo optimismo parece estar más firmemente
arraigado: la medicina y la Historia. Ha habido muchos estudios médicos en los
que la actitud del paciente parece poder afectar al curso de una enfermedad. En
algunos casos esto ha generado aún más superstición; cuando se descubrió que el
humor tenía un efecto marginal en el sistema inmunológico, hubo una serie de
afirmaciones que decían que el optimismo podía curar el cáncer.
El jurado no estará de acuerdo con esto, pero sospecho que la parte
culpable no será el pesimismo, sino la depresión. Además, los pacientes felices,
tranquilos, engañados y optimistas suenan como algo sospechosamente conveniente para la
profesión médica. Una vez más, se trata de grandes sumas de dinero y el
escepticismo, por tanto, no está permitido.
Sin embargo, están apareciendo grietas en la fachada del optimismo
médico. La gente está notando que las maneras de medir tales rasgos -pruebas de
lápiz y papel- son dudosas y que la suposición de que esos rasgos innatos te
siguen a lo largo de la vida puede ser errónea. Las personas pueden ser
estratégicamente optimistas o pesimistas según la situación en que se
encuentren. Esto implicaría que el pesimismo tiene ventajas adaptativas: una
herejía primitiva, pero si reflexionamos sobre ella, es muy probable que sea así.
La Historia neo optimista, mientras tanto, es realmente un aspecto
inherente al cientificismo, la creencia de que a cada pregunta coherente debe
corresponderle una respuesta científica. Lo viví hace unos años en una cena de
autores de la editorial Penguin a la que asistieron, entre otros, Steven
Pinker, David Deutsch y Simon Baron-Cohen. El ánimo, particularmente en el caso
de Pinker y Deutsch, era optimista, basado en la creencia de que, gracias a la
Ilustración, se han resuelto (por lo
menos, en teoría) la mayoría de nuestros problemas pendientes. El libro Pinker
estaba allí para alimentar la cosa. The Better Angels of Our Nature: a History of
Violence and Humanity (Los ángeles que llevamos dentro: el declive de la violencia y sus implicaciones) desde entonces se ha
convertido en una de las dos biblias (la otra es The God
Delusion (El espejismo de Dios) de Richard Dawkins) de la fe cientificista y del neo optimismo basado en la
ciencia.
La tesis de Pinker es que la violencia, según los índices de
criminalidad y los datos de las muertes bélicas, está declinando cada vez más.
Atribuye esto, al menos en parte, a la difusión de la racionalidad de la
Ilustración. Pero técnicamente él no es optimista, porque no aspira a hacer
predicciones. No hay pruebas de que esta tendencia continúe. Sin embargo, parece
haber algo a lo McCartney en su enfoque.
Mi primera reacción fue que las armas nucleares ciertamente han evitado un gran
número de muertes en los campos de batalla, pero eso sólo significa que hoy hemos concentrado nuestra
violencia en unas armas terribles que podrían utilizarse en cualquier momento.
La violencia futura podría, en un instante, resultar ser mucho peor que
cualquier otra en el pasado.
Ahora también hay muchas muertes no relacionadas con el campo de
batalla -en el Congo, por ejemplo, o cada vez más bajo el Estado Islámico- pero
causadas por la guerra. Además, un
reciente artículo de la politóloga Tanisha Fazal cuestiona muchas de las
estadísticas de Pinker. Muchas muertes bélicas, nos dice, han sido evitadas porque
hay mejores instalaciones médicas, por la evacuación más rápida de los soldados
del campo de batalla y por la mejor salud de las tropas de combate. Esta
evidencia no refuta a Pinker, pero hace que algunas de sus cifras parezcan
menos llamativas.
El neo optimismo científico o cuasi científico es el modo
predeterminado de nuestro tiempo. Las cosas mejorarán, se cree, y si miras
hacia atrás, hacia la oscuridad, a los siglos anteriores a la Ilustración,
Lennon tenía razón: las cosas es que no pueden empeorar. Obviamente, esto es
históricamente un dislate. El siglo XX le sentó de lo más desastrosamente a Alemania,
que era el país mejor educado y más ilustrado de Europa. Además, el optimismo
no fue en realidad un valor de la Ilustración. Voltaire, el príncipe de la
causa, despreciaba el optimismo por las brutales contingencias de su propia
vida y por las aún más brutales contingencias de la naturaleza, en particular
el terremoto de Lisboa de 1755 en el que murieron más de 100.000 personas. Dirigir
la nueva mirada racional a las realidades del mundo debería generar un
saludable pesimismo. O, como dijo Saul Bellow, refutando, como quien no quiere
la cosa, el lema más conocido de Sócrates,"la vida sobreexaminada podría hacerte
desear estar muerto".
Todo esto importa mucho: en primer lugar, porque el puro optimismo
es peligroso, tanto en la vida personal
como en la política y los negocios. El mejor consejo que se puede dar es el de
ser positivo pero esperar siempre lo peor. “Poned vuestra confianza en Dios, muchachos, pero mantened la pólvora seca", como se
decía en la época de Cromwell ( y no,
como sugiere la leyenda,como decía el propio Cromwell). "Confía, pero
comprueba", era la versión de Ronald Reagan; estaba citando un proverbio
ruso.
En segundo lugar, es importante por todo ese optimismo idiota que se ha convertido
en el modo imperante en mucha de la cultura
moderna, desde la televisión del desayuno hasta las emisiones de juego, talento y realitys. Es tan omnipresente que ya no nos damos cuenta de lo extraño, de
lo completamente demencial que es cuando los concursantes y presentadores ríen,
lloran, se desmayan y en general hacen todo tipo de aspavientos para demostrar lo maravillosamente bien que se
lo están pasando. Incluso los actores se han visto infectados; puede que sea cosa
mía, pero muchos de ellos parecen querer ser agradables, parece que necesitan que los quieran. Peter Cook debería ser su luminosa guía: sus miserias de dandi
trasnochado y sus agudas salidas de tono son el otro gran legado pesimista de la
posguerra.
El optimismo es una forma de presión, provoca estrés y reduce la
inteligencia. El pesimismo es una liberación: es relajante y amplía la mente.
Lee el Libro de Eclesiastés ("Todo tiene su momento y cada cosa su tiempo") o el Rubaiyat de Omar Khayyam ("El pájaro del tiempo tiene ahora poco espacio/para volar...") para comprobar cuán hermoso y pacífico puede ser el
tener cero expectativas. Y recuerda que cuando John Lennon escribió "No podrían ir peor" estoy seguro de que estaba siendo irónico. Claro que pueden ir peor,
siempre pueden ir peor...
Bryan Appleyard
Los libros recientes de Bryan Appleyard incluyen “The Brain Is Wider Than the Sky: Why Simple Solutions Don’t
Work in a Complex World” (Weidenfeld & Nicolson) ("El
cerebro abarca más que el cielo: por qué las soluciones simples no funcionan
en un mundo complejo")
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