jueves, 17 de noviembre de 2016

Dos días que cambiaron el mundo

En dos días electorales ha ocurrido lo impensable: la salida del RU de la UE y la llegada de un clown a la Casa Blanca.
Aquí lo analiza Kamen.
Aparte de ponderar que ha triunfado la no inteligencia, apunta dos asuntos pertinentes: En Estado Unidos, no es que haya ganado Trump sino que ha perdido Clinton, y, sobre todo, oh sorpresa. Obama.

En el Reino Unido no lo dice, pero es obvio: perdieron Cameron y Corbyn, los europeístas, más que ganaron los palurdos xenófobos.

Ahora los antisistema de todo pelaje saben que sí-se-puede.
Basta con conectar con el pueblo y denigrar al establishment.

Hitler, que era visto como un payaso,  no ganó por méritos propios, tampoco.





Donald Truth

El edito de Riss post trumpazo.

Aquí en tradu exprés.

Americanos über alles

Durante semanas, los medios de comunicación de todo el mundo nos han advertido de que Donald Trump era racista, misógino, homófobo, islamófobo, intelectualófobo, latinófobo y muchos otros horrores más. Este catálogo de taras debería de haber bastado para disuadir a los votantes de darle su voto. Sólo que sucedió justo lo contrario. Donald Trump es el nuevo presidente de los Estados Unidos. La elección de este energúmeno es un capítulo más que añadir al debate sobre la identidad que obsesiona en los últimos años al mundo occidental. La izquierda americana progresista ha caído en su propia trampa. Su lucha desde hace décadas por una mayor justicia se ha centrado en categorías consideradas minoritarias. Minoría negra,  minoría hispana, las minorías sexuales, etc. La obsesión identitaria que recorre todas las derechas del mundo también anida en la izquierda. Sólo cambia la delimitación de la identidad. En la derecha, la identidad será la del varón blanco padre de familia. En la izquierda, la identidad es el inmigrante, la mujer, el  homosexual o el negro. Toda concepción política se basa en diferentes opciones de identidad. Votar por Trump o votar por Clinton equivalía, sin embargo, a elegir una identidad frente a otra.
Pero Trump ha ido más allá que todo esto. Contrariamente a la creencia general, Trump no se ha limitado a poner en valor una sola identidad, la del macho dominante blanco. Al insultar a las mujeres, a los negros, a los latinos y a los homosexuales, ha obligado a estas categorías a jerarquizar sus identidades de modo diferente. ¿Eres un negro tonto del culo? Sin duda, pero eres un estadounidense antes que nada. ¿Eres una pelandusca? Es cierto, pero una estadounidense ante todo. ¿Eres un latino atontado? Claro, pero un estadounidense, ante todo. ¿Eres un mariquita? En efecto, pero un estadounidense antes que cualquier otra cosa.
Excepto que reintroduzca la segregación racial, o  apruebe una legislación como la de Nuremberg  que arianizaría los Estados Unidos, las leyes que Trump promoverá serán leyes para todos los estadounidenses. Como el hombre de derechas de lo más clásico que es, Trump coloca a la nación por encima de todo. Las particularidades individuales deben ceder el paso a la identidad compartida por todos, la identidad norteamericana, la única por la que merece la pena luchar para él.
De tanto luchar por las minorías, la izquierda estadounidense ha perdido de vista lo que definía  a la mayoría. Ahora bien, para ganar unas elecciones se requiere de una mayoría, no de una minoría. La democracia a la carta, hecha a la medida de cada particularismo cultural, racial o sexual, acaba de saltar por los aires en pleno vuelo. En los EE.UU., así como en Europa, las izquierdas tendrán que reaprender a pensar para todos los ciudadanos y determinar lo que los une, aunque individualmente éstos no tengan mucho que ver entre sí. Una mayoría siempre es más difícil de definir que una minoría pues, para construirla, hay que reunir a personas muy diferentes. Hacer tal cosa no es problema con las minorías, ya que, por definición, en éstas hay un menor número de personas.

Trump no es un intelectualoide, pero tampoco es un idiota.


Blanco, negro, amarillo, cetrino, hetero, homo, trans, mujer, hombre, joven o viejo, los criterios para la definición de un individuo son tan numerosos que es imposible resumirlos en uno solo. Éste es el límite de la política para las minorías. Cuanto más se entra en el detalle de lo que define a un individuo, más características descubrimos que un solo individuo posee. ¿Hasta dónde puede la política tener en cuenta la singularidad de cada persona? Casi tendría que fabricarse un sistema político diferente para cada categoría. Una democracia para los blancos, una para los negros; otra democracia para los latinos, una democracia para las mujeres, etc. Pero llegaríamos así a una fragmentación de la sociedad que es, precisamente, lo que amenaza a Estados Unidos y a las democracias occidentales. Un poquito a la imagen de esos barrios para ricos que proliferan en Estados Unidos, parapetados detrás de vallas y monitoreados por cámaras para protegerse de aquellos que no tienen la misma identidad, es decir, de los pobres.
Trump probablemente no tiene todas estas sutilezas en mente. No es un intelectualoide, pero tampoco es un idiota. Es un reaccionario, pero no es todavía un fascista. Trump ha logrado el tour de force  de que gane al mismo tiempo una mayoría y una minoría.
La mayoría de los blancos y la minoría de los multimillonarios.

Riss, director de Charlie Hebdo.


Ici en V.O. moyennant finance.

Análisis redondo

Redondo escaneando el paralelismo Trump/Iglesias/Sanders et alii...



El Pueblo vs. El Sistema.


Ok, pero tampoco es Sanders: Iglesias ya es Donald Truth.

Pescadito para el réprobo

Al final  Rajoy manda al ex ministro reprobado (y  réprovo) a Peticiones (comisión que no requiere consensuar).
Este pescadito que se le da a Fernández por servicios prestados no sólo es humillante para el sistema (otro escupitajo más en el ojo de Montesquieu) sino que denota la inmensa debilidad del PP: a la primera, Rajoy convocará elecciones.


Aquí.


Guglio el proxeneta

Google se reposiciona ya y deberá seguir haciéndolo en la era de la posverdad* (el diccionario Oxford lo considera el palabro del año) en temas morales, según Espada: asumiría en cierto modo el buscador que el continente y el contenido y la pasarela son un todo y que existe cierta responsabilidad, siquiera sea objetiva, en vivir de la mentira y su publicidad.
Aquí.

Ciertamente, Google se mueve; pero no por cuestiones morales (pecunia non olet), sino por lo de siempre: la misma guita.

Igual deberá San Guglio redireccionar el negocio, sí; pero nunca por razones morales sino de biempensancia y de maistreamism: pronto el algoritmo arrojará resultados diferentes en la búsqueda según la zona del mundo donde se realice ésta (si es que no ocurre ya hoy).

Google puede permitirse dejar de ganar un poco en publicidad (zurciéndose el hímen) si eso le reporta más en otros celestineos.

Cuando Google ofrezca de verdad "gratis total" su servicio será cuando, en en fondo, habrá que ponerse a temblar, pues estará cobrándose su cuota en los propios contenidos.

Es lo que ocurre cuando de mirón se pasa a macarra.



*
Post-truth (posverdad): "Relativo o referido a circunstancias en las que los hechos objetivos son menos influyentes en la opinión pública que las emociones y las creencias personales."


Pero ¿eso no era la mera "creencia" según Ortega, es decir las "ideas que somos"?
Aquí.



Un voto un votante

Clinton sigue ganando a Trump en votos populares.
Aquí.
Algo podrido hay en el sistema usamericano.

El sábado en Francia primarias en la derecha.

El voto del señor de Estrasburgo vale lo mismo que el de la señora de Perpiñán.

Lafayette, ¿qué les llevaste?