Macron, al que le crecen los enanos en su gobierno-circo-laboratorio, haría bien en patearse de nuevo las calles en los diez días que le quedan.
Aquí.
Ha bordelizado a la derecha y a la izquierda, pero no ha acabado con ellas. El sistema mayoritario allí es una guerra de 577 trincheras. Se puede despertar la noche de la segunda vuelta con una doble pinza: allí donde no gane el diputado socialista o republicano, puede ganarle el insumiso de Mélenchon o el identitario de Marine.
¿A qué ton quejarse luego?
¿A qué ton quejarse luego?
Y no solo el renacido Corbyn achica espacios al otro lado de La Mancha: Sánchez va ganando enteros conforme pasan los días, con el impulso que dan las remontadas épicas en un país tan futbolero.
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Rajoy y Rivera son centrocampistas, como Macron, pero sin el carisma de éste. Haría bien en poner su barba y su barbilla a remojar, respectivamente.
