jueves, 1 de septiembre de 2016

La ley del miedo

El editorial de hoy de Charlie Hebdo sobre la decisión judicial francesa de anular las ordenanzas municipales en contra el uso del burkini en las playas galas:

Aquí en VO.


Aquí en tradu exprés:

Molière invalidado


"El Consejo de Estado de Francia ha dictado su resolución sobre las ordenanzas municipales contra el uso del burkini en las playas. Aplaude la izquierda, mientras protesta la derecha. Y esto porque la derecha ve el burkini como una manifestación del Islam cada vez más invasora. Y porque la izquierda piensa que la prohibición de llevar la prenda es liberticida. Sin embargo, lo que une a los dos campos es que están ambos equivocados.

Es posible que el origen de esta prenda horripilante sea una religión concreta. También es posible que la prohibición de llevarla en el espacio público sea una restricción a la libertad indumentaria. Sin embargo, la verdad la tenemos delante de nuestras narices, pero nadie la ve de tan gigantesca que es: el burkini no es más que la manifestación del regreso del orden moral más retrógrado y más indignante que quepa imaginar. No importan los orígenes de esta ropa mojigata. La izquierda, por lo general, tan dispuesta a hacer frente a cualquier forma de moralismo, está paralizada por la dimensión religiosa de estos pijamas playeros. La derecha, de costumbre tan rápida a la hora de defender las buenas costumbres, no se opone al burkini por razones morales, sino porque es el símbolo de una religión que, a su modo de ver,  desafía  la identidad de Francia.

La izquierda debería combatir el burkini como lo hizo enfrentándose a los oponentes reaccionarios al matrimonio homosexual. Pues los católicos que se manifestaban en contra de esta reforma progresista del matrimonio tienen una visión de la moral y de la familia tan reaccionaria como la de las mujeres que se cubren de la cabeza a los pies para bañarse. No se puede, por un lado, luchar contra el orden moral cuando lo defienden los católicos, y por el otro, no luchar contra él cuando lo defienden musulmanes reaccionarios. La izquierda todavía no ha entendido que el Islam puede ser tan retrógrado como el catolicismo; y viceversa. Las mujeres que llevan burkini y aquellos que se manifestaron en contra del "matrimonio para todos" tienen la misma visión en cuanto al lugar que han de ocupar lugar las mujeres en la sociedad.

Si la izquierda fuese todavía la izquierda, debería tener este discurso crítico contra el orden moral que publicita el burkini. Pero la izquierda no es más que un cadáver que suena hueco en cuanto impacta sobre ella un problema. Entonces aplaude la decisión del Consejo de Estado de Francia, ya que cree que una decisión judicial podrá borrar cuarenta años de sus propias cobardías. No es el progresismo lo que empuja a la izquierda a aplaudir esta decisión administrativa, sino el miedo. El miedo de la religión, el  miedo a desagradar a un electorado del que espera votos, el miedo a todo lo que es un poco demasiado complicado para ella.

La ley del miedo es ahora más fuerte que el miedo a la ley

La moral religiosa siempre ha tenido un problema con el cuerpo y la desnudez. "Cubra este seno  que no puedo ver", puede leerse en una famosa obra de teatro que muchos han estudiado en la escuela. Trescientos cincuenta años después, todavía nos reímos con el Tartufo, pero no nos damos cuenta de que hoy es él quien impone su moral hipócrita. Tartufo ha ganado la partida. Molière la ha perdido. Muchas gracias,  Consejo de Estado. ¿Y qué dice de esto la izquierda? ¿Y los artistas? Nada. El vacío interesideral. ¿Dónde están los actores que muestran su talento en el escenario para ridiculizar la hipocresía del personaje de Molière? ¿Dónde los escritores y los críticos, tan admiradores del espíritu increíblemente subversivo de Jean-Baptiste Poquelin, alias Molière? Se han hecho invisibles, se han refugiado en la oscuridad de los teatros para evitar su exposición al sol de las playas donde se representa una obra grotesca con trajes de otro siglo.

La derecha no será tampoco de gran ayuda con sus proyectos de ley que nada van a resolver.  Pues al orden moral islámico le importan un pito las leyes y los reglamentos. Su táctica es la del hecho consumado. Sin debate, sin votaciones, sin contestaciones.
No hay salida. Deberemos acostumbrarnos  al velo, al burka y al burkini. La ley que fue aprobada en contra del uso del burka no hizo que éste desapareciese. La policía tiene demasiado miedo a crear disturbios, y las autoridades locales no quieren que su municipio sea portada en los periódicos. Así que todo el mundo se la envaina.

Las decisiones judiciales sólo se tienen en cuenta si son favorables al orden moral o al hecho religioso, sin ningún discernimiento, como la que acaba de adoptar el Consejo de Estado.

En cambio, cuando la justicia francesa decide que el delito de blasfemia no existe y que se puede caricaturizar las religiones, ya nadie hace uso de ese derecho. ¿Quién,  aparte los dibujantes de Charlie Hebdo, se ha atrevido a dibujar al Profeta? Los dibujantes tienen miedo de ejercer un derecho que la ley les concede  porque tienen miedo de perder la vida. A semejanza de la ley sobre el burka, muy poco aplicada, el Derecho se ve completamente superada por este nuevo orden moral de inspiración musulmana.

La ley del miedo es ahora más fuerte que el miedo a la ley".

Riss, director de Charlie Hebdo.



En efecto, la ley del miedo... como dice Riss.
Pero el burkinismo es un problema político, de propaganda del islamismo,  y como tal debe abordarse.

Birreyes del mambo

Los chicos de la Colau piensan en ir del bracete de la CUP en las próximas autonómicas y de paso votar en un segunda urna un pseudoreferéndum por la independencia (en flagrante ilegalidad, cela va de soi).
De lo cual se coligen dos cosas: una, que todo el que pide una consulta de secesión "es" un secesionista, por mucho que pretenda lo contrario; y dos, que los iguales acaban juntándose.
Y encima, el colauero Asens tiene el santo rostro de argumentar que con las dos urnas, con las biurnas, se animarían a participar... lo contrarios a la secesión ?¿  (dando a entender, además, que es lo que desea, una alta participación de los contrarios a la secesión...).
Aquí.

Hasta un niño chico lo vería: si ese día de elección autonómica hay una bielección con esas dos urnas, la parlamentaria y la pseudoreferendaria, los demócratas catalanes (los de verdad, no los que han usurpado el nombre, que cada día recuerdan  más a otros usurpadores de nombres "democráticos":  los esbirros de Moscú de la RDA), sencillamente no irán a votar. Porque los golpes de Estado no se votan. Se ejecutan.

 Pero para entonces  los de Colau y los cuperos serán los bi-reyes del mambo en las bi-urnas.

QED.

Los sistémicos

Sólo cuando (y si) se toque fondo se podrá volver a boquear en superficie. En unas terceras elecciones el día de Navidad, con 5 millones de españoles en desplazamiento lejos de su colegio electoral, y dado lo farragoso del voto por correo, se podrá producir la abstención más alta de la Historia: además del 30% estructural y habitual, se podría dar otro 20%. Con un 50% de abstención o similar, cabrá visualizar el nivel de compromiso político de los españoles que aún creen en el sistema. Los sistémicos
Y se modulará un tanto lo que tal vez sea una de las peores fallas de la democracia (si no la peor): la falsa equiparación de todos los votos, cosa que desmiente el sistema electoral desde siempre, como metáfora involuntaria de algo muy políticamente incorrecto: no todos los votos deberían valer lo mismo.
Pero no por razones geográficas. hélas...