viernes, 18 de diciembre de 2015

Antes del silencio electoral

Quedan unos minutos para que acabe la campaña y empiece la jornada de reflexión.
Yo he ido a votar a mi consulado de guardia, y he votado en blanco, por especificación de este blog de campo (ver primera entrada: declaración de intenciones).
He barajado la mera abstención, pero, por un lado, me habría perdido la visita a lo que es mi colegio electoral (la urna está de debajo, captadada a las 14h 55 a la virulé, cinco minutos antes del cierre de la misma); y, por el otro, el voto en blanco no tiene el mismo valor que la abstención (ni que el nulo).
Como los residentes en el extranjero no tenemos jornada de reflexión, y a lo que se ve, no nos pasa nada raro, deduzco que lo que los italianos llaman "il silenzio elettorale" es sencillamente prescindible, un mutismo activo y una sordera impuesta (pero con trampa andorrana), que son el mero vestigio de algo, que se verá, si acaso, en otra entrada del blog.

Buen silencio electoral, lectores.




Nota: vean que la urna desborda de la mesa (y juro que no la he hecho posar) en un amago de cierto desequilibrio, bella metáfora de la fragilidad y fuerza de la voluntad popular expresada mediante el papel impreso.
Si se fijan, los dos puntos opuestos del rectángulo superior del paralepepípedo forman con la mediana de la raja, auténtica Boca Della Verità de la Democracia, casi como una especie de recta de Euler, la más bella tal vez de las demostraciones de la geometría plana.
Solutio facilis problematum quorundam geometricorum difficillimorum, dijo de su recta Euler.
Ojalá la política y sus problemas fueran una mera cuestión de ir dando bellas y fáciles soluciones a complicados problemas geométricos.

6 meses y un píxel, condena por el niñetazo

6 meses de internado y un píxel son las medidas adoptadas por la autoridad competente para el "niño" agresor, un joven orangután como recién salido del celuloide de La naranja mecánica. Ya vemos cómo se desliza uno de la etnografía a la etología.
En Twitter, donde suele escribir en inglés, el susodicho se define «antifascista» y usa en el frontispico de su cuenta un lema cuasi orwelliano: «El sistema no te educa, te miente».
Vista la hortographia  que gastan tanto el chaval pontevedrés áglota en sus textos guasaperos y tuiteros previos al upper cut como sus cuates (que lo jalearon mucho antes, y felicitaron bastante después del "evento" --me gusta/me gusta/me gusta--), debería preocupar también, aparte de la regulación de las artes marciales y de las técnicas de defensa y ataque personal en la vía pública, toda la política de inmersión lingüística y el futuro del bilingüismo en esa Comunidad Autónoma noroccidental de España, llamada Galiza.
Dar puñetazos en la cabeza y patadas al diccionario se ve que son vasos algo comunicantes. Ya lo dejó contado Anthony Burgess en el libro de su mecánico y distópico orang & horrorshow publicado, cómo pasa el tiempo, en 1962.
El hórreo-show gallego del niño de Pontevedra no tiene nada que envidiar al joroschó de los niños de Burgess, y, sin embargo, seguro no le aplicarán la terapia de Ludovico, sino solo un poco de internado, boarding school en Irlanda o Inglaterra, au choix.