6 meses de internado y un píxel son las medidas adoptadas por la autoridad competente para el "niño" agresor, un joven orangután como recién salido del celuloide de La naranja mecánica. Ya vemos cómo se desliza uno de la etnografía a la etología.
En Twitter, donde suele escribir en inglés, el susodicho se define «antifascista» y usa en el frontispico de su cuenta un lema cuasi orwelliano: «El sistema no te educa, te miente».
Vista la hortographia que gastan tanto el chaval pontevedrés áglota en sus textos guasaperos y tuiteros previos al upper cut como sus cuates (que lo jalearon mucho antes, y felicitaron bastante después del "evento" --me gusta/me gusta/me gusta--), debería preocupar también, aparte de la regulación de las artes marciales y de las técnicas de defensa y ataque personal en la vía pública, toda la política de inmersión lingüística y el futuro del bilingüismo en esa Comunidad Autónoma noroccidental de España, llamada Galiza.
Dar puñetazos en la cabeza y patadas al diccionario se ve que son vasos algo comunicantes. Ya lo dejó contado Anthony Burgess en el libro de su mecánico y distópico orang & horrorshow publicado, cómo pasa el tiempo, en 1962.
El hórreo-show gallego del niño de Pontevedra no tiene nada que envidiar al joroschó de los niños de Burgess, y, sin embargo, seguro no le aplicarán la terapia de Ludovico, sino solo un poco de internado, boarding school en Irlanda o Inglaterra, au choix.