martes, 22 de diciembre de 2015

Pedro Jota

Una campaña electoral en España sin Pedro J. Ramírez es algo impensable. Su salida de El Mundo en 2013, que aún no se sabe si fue política o económica o ambas dos, ha propiciado que en los últimos tiempos su presencia brillase más bien por su ausencia, a pesar de su empeño en que su reciente diario, El Español se convierta, más que en mero periódico, en un prescriptor político como lo fue en su día El Mundo. Habrá que seguir de cerca la andadura de este medio, que hace pocos días sufrió un pequeño terremoto.
No se puede afirmar que Pedro J. Ramírez haya estado del todo ausente, pues es muy activo en su tuitear, y en sus nuevas cartas dominicales, un clásico del periodismo, donde pasa como antes en revista las principales cuestiones de la escena nacional e internacional. Pero su presencia, a pesar de todo lo antedicho, ha sido muy menor comparada con la de otros comicios, en los cuales la voz oracular del plumilla encaminaba a miles, por no decir a cientos de miles o aún más (¿cómo medir eso?) de votos hacia el candidato por él señalado.
En sendas cartas, pre y post electores, el que fuera durante dos décadas, como poco, el periodista más influyente de España, Ramírez analiza la campaña y los resultados.
Pasen y lean.
En estas dos misivas explica y cuenta Ramírez con su hábil pluma, de sinuoso y brillante trazo, la amarga victoria de Rajoy, la dulce (o no tan dulce) derrota de Rivera, la dulcísima victoria de Podemos, y la extraña derrota de Sánchez.
Ve Presidente a Sánchez por accidente, con ayuda del secesionismo catalán, o bien por coyuntura, con la ayuda de C's y la pasividad del PP;  y ve a Rajoy relegado (justamente) al baúl de los recuerdos y de la Historia; ve a Rivera preparándose y rectificando errores para el siguiente asalto electoral (igual más pronto de lo previsto); y a Iglesias como a un posible líder de la izquierda con opciones de llegar a la Moncloa... some day.
Casi ná.

Pero dice Ramírez, muy erróneamente, que Rivera se presentaba por primera vez a Presidente de gobierno. No.  En 2008 ya lo intentó, con unos resultados muy inferiores a los obtenidos por el Partido animalista el domingo pasado, y vestido de cirujano.





Preacuerdo catalán en calcetines

Las 13 horas en Barcelona.
Mientras en Madrid siguen repartiendo aún millones los niños de San Ildefonso, como contraprogramando, rueda de prensa no anunciada que anuncia el preacuerdo acordado entre la CUP y Junts pel Sí.
Habla Raül Romeva, cabeza de lista, pero acompañado de la plana mayor de Junts pel Sí, pero sin Artur Mas, y sin la CUP, of course.
Habla Romeva de un "Presidente de transición?¿". " Es una Presidencia en minúscula, en términos etimológicos" (sic!!!) (13h 19´), así lo aclara, explicita y puntualiza en la rueda de prensa. "En términos etimológicos". (¿Qué diantre creerá que es la etimología este semianalfabeto funcional?).

Habrá una Presidencia, con un Presidente (Artur Mas) y tres comisiones de Videpresidencia. Y una moción de confianza a los 12 meses, para ver qué tal va todo, hi, guys!

Hay varios peajes, 35 medias, que paga Junts pel Sí en cosas muy concretas, lo cual indica que esta vez se toca, se presiente, se siente el acuerdo... a expensas de lo que decidan en asamblea asamblearia los asambleístas de la CUP el día 27 de diciembre... en Gerona; los cuales podrán optar entre cuatro opciones, a los que llama Romeva "cuatro escenarios" (!¡). Es puro teatro, en efecto.

Todo el futuro de Cataluña y, por ende, de España, en las manos (me gusta, no me gusta) de una panda de descamisados dogmáticos en sandalias (como es invierno: sandalias con calcetines).

Mientras habla Romeva dice que se están "editando" (?¿) luego rectifica y dice  "imprimiendo" las 35 propuestas que conforman el preacuerdo.

¿No podían haberlo impreso antes de ir a la rueda de prensa?

Todo y todos a la espera de un print: si tarda mucho, ya lo mandarán por mail, pues la letra impresa es lo menos, a qué engañarnos.
País de analfabetos.

Interviene a petición de un periodista, doña Marta Rovira, con muy malas pulgas, ante la repregunta de qué pasaría si hubiera una propuesta de referéndum desde Madrid:
"¿Acaso existe tal propuesta? ¿Verdad que no? Seguiremos expectantes algún movimiento de inteligencia por parte del Estado..."

Romeva dice que el equipo negociador de la CUP sólo ha venido a recoger (!) la propuesta para someterlas a sus asambleas.

Surrealista. Unos motoristas cuperos vienen a buscar el PDF que se está imprimiendo para llevarlo a Gerona para que llegue para el día 27 para que (4 veces para) una o varias asambleas decidan con el pulgar arriba o abajo si hay algún escenario que les gusta, mucho, nada o un poquito solo. I like but not a lot, sorry.

13h 42: Ha llegado la impresión por fin. Rostros de alivio entre los presentes.  A ver qué han cocinado los duendes de la imprenta...

 Romeva matiza que se trata de una propuesta de acuerdo, no un preacuerdo.
Y dice que hay un plan de choque social y sus modalidades, y otros muchos elementos tangibles que se recogen en los 35 puntos del documento.

Le preguntan si habrá uno o cuatro Honorables. Contesta que solo uno, por imperativo legal. Sonrisas arriba y abajo. Complicidad entre los conferenciantes y los conferenciados. Son como niños.


Y cuando empiezan las preguntas "en castellano", TV3 corta su flash, no vaya a ser que a alguien se le ocurra subtitular o llamar a un intérprete de castellano a catalán, oiga ustet.









El diplocatus y las marejadillas demoscópicas

Resulta que el diplocatus seguía ahí: la prueba, ha sido apagarse el eco del 20-D y parece que ya hay un pre-acuerdo de la CUP con Junts pel Sí. (Seguiremos informando)

Del poder de las encuestas, de nuevo: cuando los institutos demoscópicos (qué horroroso nombre, parece una escuela para médicos internistas gastroenterólogos) empezaron a contar juntas las diferentes marcas, plataformas, mareas y marejadilla "de" y "en torno a" PODEMOS, se visualizó cuál era la expectativa del voto aglutinado, lo cual se interpretó como que crecía y crecía  y la formación aprovechó para empezar su campaña con el lema épico de la remontada. En un país de futboleros, la idea tenía punch. Los mismos datos conglomerados, aglutinados de una nueva manera, generaron un sentido diferente. Luego aún hay quien dice que la política no es pura semiótica.


Este artículo de Lluís Orriols analiza esta cuestión, la del auge de PODEMOS y la permanencia del diplocatus catalaneneses en el tablero español.

Ni ni ni

Siguen las cábalas sobre posibles combinaciones para lograr que haya Gobierno. Todas las combinaciones que se barajan son harto complicadas y hasta algo improbables.
No está claro que no se tengan que repetir las elecciones.
Pero si se repiten, lo ético y deseable esta vez, sería que los líderes aceptasen hablar de los pactos postelectorales como algo normal y como parte del programa de los partidos, tipo: "Si no gano, dejaré gobernar al PP o al PSOE si éstos obtienen una mayoría simple de tantos escaños, pero por debajo de esa cifra en cambio me reservo el pactar yo con el segundo o el tercero, pero en cambio no dejaré gobernar a Podemos aunque sea la lista más votada, y en tal caso me reservo el pactar con tal y cual...". Tampoco es tan complicado explicar un pocos las intenciones que uno lleva.
Si los partidos no avisan de sus aspiraciones postelectorales, pero luego pactan con la fuerza principal, haciendo de bisagra, les puede pasar como a los liberales alemanes y británicos: cogobernar y luego ser duramente castigados y hasta laminados en la siguiente elecciones.
En otro países, los líderes anuncian sus intenciones, por ejemplo Sarkozy, y su célebre "ni ni ni": el galo irreductible dijo que pediría a sus electores que no votasen ni al FN de Le Pen ni a los socialistas en la segunda vuelta (si solo había esos dos candidatos), ni retiraría las candidaturas de su partido, a pesar de no tener éstas la menor posibilidad de ganar. Anunció hace meses que quien se negara a cumplir con esta regla del "ni ni ni" sería echado: pues bien, lo acaba de hacer: ha echado a la vicepresidenta de su partido, poniendo en riesgo al mismo, y se habla ya de implosión del partido ganador, Les Républicains, en las recientes regionales, por atreverse a criticar la ley del triple "ni".

Volviendo al caso español, que es un buen caso, en efecto: está la clase política ante un jeroglífico numérico, sin duda, pero la vida política es eso: un sudoku permanente, primero para ser investido, y luego para sacar adelante las leyes. Es lo que tiene no contar ya con mayorías absolutas.  O pactar o irse o repetir. Nada de "ni, ni, ni", sino "o, o,  o ". Una de tres.




A vueltas con las dobles vueltas

Mucho se habla en estas horas de resaca electoral sobre las maldades de le ley electoral española.
Este blog también lo ha hecho.
También surge la cuestión comparativista, y en ésta, se ponderan las bondades de los sistemas a doble vuelta.
No está claro que este sistema, per se, redunde en una mejor calidad democrática.
Para empezar los países que practican alguna de las variantes de esta modalidad no son precisamente dechados de virtudes democráticas.
En Alemania, el sistema es mixto, y algunas voces lo critican: en las últimas legislativas, los Liberales obtuvieron más de dos millones de votos y cero escaños, mientras que los Verdes, con menos de 3,7 millones de votos atesoran la friolera de 63 escaños. 7 millones de votos quedaron sin representación parlamentaria alguna en 2013 en ese país.
En Francia, con una división en 577 circunscripciones donde solo un diputado es elegido, la segunda vuelta (necesaria muy a menudo, pues aplica en todos los casos en que no haya un candidato con más del 50% de los votos en la primera vuelta),  no garantiza que pasen solo dos candidatos a ese ballotage o segunda criba:  pueden pasar todos los candidatos que hubieren superado el 12,5% de los votos; con lo cual, en muchos casos, la segunda vuelta es una mera repetición de la primera con algún descarte, salvo que haya candidatos que se retiren y pidan un voto útil a sus electores, consigna de voto útil que éstos seguirán o no.
Con un sistema de doble vuelta con "solo" dos candidatos surge el irresoluble problema llamado de Condorcet:

Ejemplo:

Con 21 millones de electores,  (por orden de preferencia)
  • 7 millones electores eligen a A, pero luego preferirían a C, luego a B ;
  • 8 millones electores eligen a B, luego a C, luego a A ;
  • 6 millones electores eligen a C, luego a A, luego a B.
Con este sistema, el candidato C queda eliminado en primera vuelta toda vez que podría haber ganado en su duelos contra A (A: 7 y C: 14) y en su duelo contra B (B: 8 y C: 13).

Esto, trasladado a las Presidenciales, podría dar en Francia esta situación: Le Pen 23%, Sarkozy 22% y Hollande 21%. Al pasar a la segunda vuelta solo los dos primeros, Hollande quedaría fuera de la carrera, y, sin embargo podría haber ganado perfectamente si:
7 millones de electores hubieran elegido a Le Pen, y pero luego hubieran preferido a Hollande, luego a Sarkozy.
si 8 millones hubieran elegido a Sarkozy, luego preferido a Hollande y luego a Le Pen
si 6 millones hubieran elegido a Hollande, luego preferido a Le Pen, y luego a Sarkozy.
En tales casos, Hollande habría ganado a Le Pen y a Sarkozy, y, si embargo, no se habría podido producir esta situación porque no habría estado en liza en la segunda vuelta.

Si cruzamos los Pirineos, veremos que predicar la Grosse Koalition PP-PSOE no tiene un especial asiento de calidad democrática, pues aparte de ser la colación menos deseada por los votantes según las encuestas, es altamente probable que gran parte de los votantes del PP y del PSOE, de haber sabido de esa posible coalición postelectoral, hubieran votado por otro partido, verbigracia Ciudadanos o Podemos.
De hecho, sensu contrario, es probablemente lo que le ha ocurrido a C's y a sus expectativas de grandísimo resultado: al decir Rivera que se abstendría y dejaría, por pasiva, gobernar, a la lista más votada en final de campaña: eso se tradujo en la mente del elector de estas dos maneras:
"Si voto a C's, gobernará el PP, luego si quiero que gobierne el PP, voto directamente al PP".
 O bien, su negativo:
"Como Ciudadanos dejará gobernar al PP, y esto es lo último que quiero, voto al PSOE o a Podemos o a lo que sea..."
Ese doble razonamiento es lo que le ha privado  a C's tal vez del 7% de votos suplementarios que le vaticinaban las encuestas (le daban por encima del 20% de votos) a media campaña electoral, y que le hubiera supuesto luchar por la segunda plaza en escaños, ser jefe de la oposición, etc, etc, etc..

Conclusión: un lío. Pero repetir las elecciones, no tiene por qué se la peor solución.