viernes, 25 de noviembre de 2016

El cerebro en una cubeta

Tim Parks y Riccardo Manzotti charlando sobre la conciencia, ese concepto que las ciencias intentan capturar y tratar como si fuera un objeto oscuro del deseo intelectual.

O como si fuera un cerebro en una cubeta.


Aquí va su arranque de charla en V.O. en el New York Review of Books.

Y aquí mi tradu muy exprés:


El desafío de definir la conciencia


¿Es posible poner algo de orden en nuestros pensamientos sobre la conciencia, la memoria, la percepción, etc.? Apenas pasa un día sin que haya un artículo sesudo que se pregunte si los ordenadores pueden ser conscientes, si nuestro universo es algún tipo de simulación, si la mente es una cualidad única de los seres humanos o bien algo que se extiende a través del universo como la mantequilla encima del pan. Muchos de nosotros ni siquiera estamos seguros de lo que opinamos en este negociado, o de si lo que opinamos merece mucho aval procedente de los filósofos o de los neurocientíficos.
Durante años he estado hablando de estos asuntos casi a diario con Riccardo Manzotti, filósofo, psicólogo  e ingeniero en robótica. Ahora le he pedido que condensemos nuestras conversaciones en una serie de diálogos centrados en establecer las posiciones comunes sobre la conciencia, y esbozar algunas alternativas. Por mi parte, me gustaría añadir algunas reflexiones sobre las implicaciones sociales de las diversas teorías de lo que pensamos de la conciencia, lo cual es tanto como decir que lo que pensamos acerca de quién y qué somos inevitablemente tendrá consecuencias sobre cómo nos relacionamos entre nosotros  y con el mundo.
Pero nuestro primer problema será buscar una definición.

Tim Parks




Tim Parks: Riccardo, ¿qué queremos decir cuando decimos "conciencia"? ¿Estamos hablando de experiencia perceptiva, de memoria, de pensamiento, de cadenas de pensamiento, o de vida mental en general?

Riccardo Manzotti: Para la mayoría de la gente, la "conciencia" tendrá varios significados e incluirá conciencia, autoconciencia, pensamiento hecho lenguaje. Pero para los filósofos y los neurocientíficos el significado crucial es el de sentir algo; experimentar una sensación, podría decirse. O el tener una experiencia. Una manera fácil de pensar en ello sería el dolor. Instintivamente todos estamos de acuerdo en que sentir un dolor es algo tangible. Es una experiencia. Por eso no nos gusta hacer daño a los animales, porque tenemos buenas razones para sospechar que sienten lo que les sucede. Y esta sensación de lo que nos sucede caracteriza nuestra existencia. El término técnico es "experiencia fenomenológica"; o bien, una vez más: "experiencia consciente", pero francamente ambas expresiones son un poco redundantes ya que la experiencia siempre es algo que experimentamos.

Parks: Recuerdo a David Chalmers, un filósofo que sin duda saldrá a colación en algún momento, quien define la conciencia como un flujo interno de imágenes, "una película que se proyecta dentro de la cabeza", y, probablemente, mucha gente estaría de acuerdo con él. Pero tú quieres limitarte a algo más básico.

Manzotti: Una definición como ésa sugiere que sabemos mucho más de lo que en realidad sabemos: que hay imágenes en nuestra cabeza, que discurren en secuencias, que hay una especie de división entre las imágenes y alguien (¿quién?) que observa esas imágenes. Todo esto es muy problemático. La verdad es que no sabemos lo que es la conciencia. Por eso estamos hablando de ella como de un problema. Lo que sí sabemos es que la forma en que experimentamos la realidad, vale decir: el modo en que sentimos las cosas que nos suceden, no coincide, de hecho, con nuestra imagen científica actual del mundo físico.

Parks: ¿En qué sentido?

Manzotti: Bueno, considera esto: si no supiéramos que los seres humanos experimentan el mundo y que sienten cosas, ¿podríamos acaso deducirlo de lo que sabemos en neurofisiología? Realmente, no. No hay nada en el comportamiento de las neuronas que apunte a que son diferentes, en relación con la conciencia, por ejemplo, de las células del hígado o de los glóbulos rojos. Son células que hacen lo que las células saben hacen mejor, esto es, mantener un entropía baja que genera flujos de iones como sodio, potasio, cloruro y calcio y liberan neurotransmisores como consecuencia de ello. Todo esto es maravilloso, pero muy alejado del hecho de que yo experimento un color azul claro cuando veo un cielo matutino. Es decir, no es fácil ver cómo la actividad física de las neuronas explica mi experiencia del cielo, y mucho menos cómo explica un proceso como el del pensamiento.

Parks: Por lo tanto, ¿podríamos decir que la conciencia es la palabra que usamos para referirnos al hecho de que, en vez de tener simplemente una actividad fisiológica silente como cualquier otro evento físico  -el cielo por la mañana, una nube que tapa el sol-, tenemos una experiencia, tenemos una sensación de ese suceso?

Manzotti: Exactamente. En vez de un mundo en el que simplemente interactuamos con acontecimientos externos -la forma en que una flor se abre al sol o el agua que se congela si hace mucho frío-, tenemos una experiencia de lo que ocurre, del sol, del clima gélido, etc. Esta adición de experiencias (¡y en el futuro podríamos considerar que la experiencia y lo ocurrido forman un todo!) puede ser bastante enigmática en sí misma. Pero es aún más desconcertante que la experiencia se describa generalmente como la experiencia de “algo más”, de algo que no soy yo. Experimento una manzana roja. Tú experimentas una pieza musical. Ruth experimenta un paisaje. ¿Cómo es posible esto si, dejando de lado (por el momento) la mecánica cuántica, nuestra visión tradicional de la naturaleza nos dice que un objeto es lo que es y nada más que eso? William James lo planteó muy claramente cuando se preguntaba: ¿Cómo la habitación en la que estoy sentado puede simultáneamente estar fuera y, por así decir, dentro de mi cabeza, dentro de mi experiencia? Todavía no tenemos respuesta a esta pregunta.

Parks: Por lo tanto, otra manera de verlo sería decir que el hecho de la propia conciencia apunta a una falla en nuestra explicación de la realidad. O al menos supone un gran desafío en cuanto a cómo entendemos la realidad.

Manzotti: Ciertamente. Una vez que hemos definido y colocado todas las piezas del rompecabezas físico  -la química, la física, la evolución, la relatividad general, la mecánica cuántica, el ADN, la evolución, el bosón de Higgs, todo-  todavía sigue habiendo algo que no encaja: el hecho de que no simplemente hacemos cosas sino que también experimentamos el mundo que nos rodea. La conciencia. Lo que David Chalmers llamó, como es sabido, el problema más duro de roer.

Parks: En otras palabras, la conciencia no es algo que la ciencia actual pudiera predecir.

Manzotti: No. ¿Por qué nuestro comportamiento no es algo que simplemente sucede y sigue su curso de la misma forma en que los planetas siguen sus órbitas? No lo sabemos. Así como los cosmólogos tampoco saben qué es la materia oscura. Todo lo que sabemos es que hay algo que no encaja y muy probablemente esto apunte a algún error profundo en nuestras suposiciones acerca de la realidad. Eso es en lo que deberíamos concentrarnos, en lugar de acudir a metáforas elaboradas y sugerentes como "películas proyectadas en la cabeza".

Parks: Parece que ahora estás definiendo la conciencia por lo que no es, o al menos como una área de incomprensión. Pero ¿puedo forzarte a una definición más concluyente? Quiero decir: ¿estamos hablando de una cosa: de un objeto físico o  de un proceso? Supongo que descartamos espíritus y almas...

Manzotti: Hablar de espíritus y almas equivaldría a admitir una derrota, al menos para un científico o un filósofo. La verdad es que no conocemos a priori la naturaleza de la realidad física. Este es un argumento que Bertrand Russell planteó con mucha fuerza en la década de 1920. Cuanto más investigamos lo físico, más variado y complejo se nos aparece. Imagina un enorme rompecabezas en el que todo debe encajar con todo lo demás. Cuando hay algo que parece que no cuadra, le damos la vuelta una y otra vez  para ver si podemos encajarlo de alguna manera; pero si no lo logramos, hemos de aceptar que hemos juntado las otras piezas equivocadamente y que tenemos una imagen falsa.
Así es como avanza la ciencia. Tenemos momentos de revolución -Copérnico, Galileo, Newton- en que todas las piezas tienen que ser reorganizadas, lo que Thomas Kuhn describió con la fórmula célebre: cambios de paradigma.
No hay ninguna razón por la que debamos abordar el problema de la conciencia de manera diferente. Hemos de encontrar cómo encajarlo en nuestra comprensión actual de la realidad, o bien cambiar nuestra versión de la realidad para que se ajuste a la conciencia. Hasta que no lo logremos, nos arriesgamos a tener una visión dualista del mundo, como la sugerida por Descartes: por un lado lo físico, y por el otro, algo como misterioso, llámalo lo espiritual.

Parks: Pero, insisto, ¿deberíamos pensar en la conciencia como una cosa, o como un proceso?

Manzotti: Bien, si el mundo que nos rodea está hecho de cosas, objetos y procesos físicos, es probable que la conciencia sea una de ellos. La gente tiende a mostrarse dubitativa al acercarse a la conciencia y tratarla como un caso especial. Pero no estoy seguro de que esto sea útil. Si es un fenómeno real, y la mayoría de la gente está de acuerdo en que lo es, ¿por qué no debería ser como todos los demás fenómenos físicos, algo hecho de materia y de energía cuya actividad se explica por sus propiedades físicas?

Parks: Entonces, suponiendo que la conciencia sea una cosa, una cosa física o una amalgama de cosas, ¿qué hacemos con la palabra "mental"?

Manzotti: ¡Buena pregunta! En realidad, "mental" no es tan diferente, al menos en lo que respecta a su función, de una palabra como "espiritual". Ninguna de las dos palabras tiene un referente preciso. Me temo que vamos a encontrar muchas palabras como ésta en el transcurso de estas conversaciones. Es como si ciertos términos que usamos tuvieran una licencia especial para operar fuera de las limitaciones del mundo físico. El filósofo Sidney Shoemaker dijo  que el concepto  de  "lo mental" equivale a una especie de desván ontológico. Cualquier cosa que no encaje con nuestra imagen actual de la realidad física se traslada a un contenedor cuyo propósito principal es recoger juntas todas las cosas que no podemos explicar. Es una especie de dualismo latente: tú no dices la palabra "espíritu", pero de hecho estas dividiendo el mundo en dos.
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Parks: Un contenedor no es algo demasiado halagador, que digamos. Seguramente cuando hablamos de nuestra vida mental simplemente estamos pensando en todo lo que hace que los seres humanos sean especiales, diferentes: nuestros pensamientos, nuestras elucubraciones basadas en el lenguaje.

Manzotti: Absolutamente. Hay buenas razones para valorar un concepto como "lo mental", porque pone nuestra mente por encima de las limitaciones de la necesidad física. Es una idea reconfortante. Estaríamos por encima de la naturaleza. Seríamos especiales. Tenemos nuestras vidas mentales. Estamos separados del meollo de la materia. Desafortunadamente, no tenemos ninguna justificación científica que alimente dicha creencia; muy probablemente no sea más que otra manifestación de lo que Freud describió como el narcisismo humano, el deseo de creernos al mismo tiempo el centro del universo, pero de alguna manera superiores e incluso separados de la naturaleza que nos rodea.
Qué bien nos viene, cuando no puedes explicar algo, el poder decir: bueno, eso significa que somos especiales, no somos como el resto del mundo natural. Pero la ciencia trabaja con el presupuesto de que la naturaleza es una y que todos los fenómenos deben encajar en el mismo sistema y obedecer las mismas leyes; de ahí el hecho de que experimentar el mundo, es decir, la conciencia, haya de ser un fenómeno natural que, como todos los demás fenómenos naturales, sea físico; quiero decir: hecho de materia y energía.

Parks: Esto nos lleva, creo yo, a la visión dominante de lo que es hoy la conciencia: el internalismo. ¿Puedes explicarlo?

Manzotti: el internalismo es el concepto de que, sea lo que sea la conciencia, ésta es algo que debe ocurrir dentro de nuestra cabeza. Es bastante obvio por qué podríamos pensar esto. Tendemos a sentir que nos encontramos donde están actuando nuestros sentidos; por lo tanto, la gente supone que la conciencia está en algún lugar detrás de nuestros ojos y entre nuestros oídos. Esto sin mencionar las muchas razones sociales para identificarnos con nuestros cuerpos, en general, y con nuestras caras, en particular, que son cruciales para la interacción social. Y puesto que, por supuesto, no podemos ver la conciencia de otra persona, sino sólo las manifestaciones de ésta  -sonrisas, muecas-,  entendemos que la conciencia está oculta dentro de nuestra cabeza, es decir, en el cerebro. Dado que, de nuevo, el cerebro es, con mucho, el más complejo de nuestros órganos, con algo así como 85 mil millones de neuronas, todas ellas con cientos, si no con miles de conexiones con otras neuronas, el cerebro parece un candidato razonable cuando estás buscando algo que no  entiendes. O bien así lo parecía cuando sabíamos menos sobre el asunto.

Parks: Sé que tiene fuertes objeciones frente al internalismo y puedo sentir  tu impaciencia en expresarlas. Pero primero vamos a establecer exactamente lo que dice y pretende afirmar tal teoría. Por ejemplo, ¿afirma el internalismo que la conciencia es un objeto físico situado en el espacio?

Manzotti: Hay muchas corrientes dentro del internalismo, pero en general, y ciertamente en sus inicios, sí. La idea fue formalizada en la década de 1950 por personas como David Armstrong y J.J.C. Smart. Lanzaron la idea de que la conciencia es una serie de procesos neuronales, o ciertos procesos neuronales. Una vez que habían formado esta hipótesis, perfectamente respetable, un ejército de científicos se dispuso a verificarla empíricamente. Y, de hecho, en los últimos cincuenta años hemos avanzado extraordinariamente en el desarrollo de instrumentos sofisticados para rastrear y explorar el cerebro con toda su actividad eléctrica y química tan fantásticamente intrincada.

Parks: ¿Y?

Manzotti: Bueno, los neurocientíficos ciertamente han encontrado un número ingente de correlatos de la conciencia; es decir, en todo tipo de experiencias sensoriales, han establecido qué partes del cerebro se activan y la naturaleza de tal actividad. Esto es de enorme interés y científicamente muy sólido.

Parks: Me huelo que ahora vendrá un “pero”…

Manzotti: Es que un correlato de la conciencia no es la conciencia. Cuando los científicos buscan el SIDA o el ADN, buscan la cosa en sí, no un mero correlato. Esto es un problema: ¿cómo obtener a partir del correlato neuronal  -el hecho de que haya actividad neuronal cuando experimento algo-  la propia cosa, la experiencia? Tal como dijo  Bertrand Russell, casi como una broma, cuando uno lame un helado de chocolate nada en el cerebro sabe a chocolate. Por supuesto, una experiencia también tiene correlaciones fuera del cerebro: los órganos sensoriales -ojos, oídos, nariz, piel, papilas gustativas-, y eso por no mencionar el objeto en sí que experimentamos:  la luz,  las ondas sonoras, el helado de chocolate, lo que sea. ¿Por qué privilegiar los correlatos en el cerebro cuando intentamos localizar la conciencia? Por qué…

Parks: ¡Alto aquí! Es suficiente por hoy. Hemos definido la conciencia como la sensación que acompaña nuestro ser en el mundo. Hemos examinado muy crudamente el enigma que su existencia plantea para nuestra comprensión del mundo. Hemos anunciado la visión científica dominante acerca de dónde se localiza la conciencia: en nuestros cerebros. La próxima vez, quisiera comentar algunas de las afirmaciones del internalismo, sus implicaciones para nuestra actual visión científica de la realidad y la manera en que los internalistas han reaccionado a las dificultades halladas para verificar su teoría. Porque ciertamente no han renunciado a ella. Ni por asomo. ¡Así que prepárate…!

21 de noviembre de 2016, 4:00 p.m. (hola local)

(Continuará, imagino...)

La vía veneciana

...o cómo hacer que ganen siempre los convocantes del referéndum de independencia.
Aquí.