El editorial de Riss, director de Charlie Hebdo firma una edtorial "contracultural".
Y aquí en tradu exprés:
Guerrilla cultural
En Gran Bretaña, el pequeño mundo de universitario
ha vivido una sacudida estas últimas semanas. El sindicato de la School of
Oriental and African Studies (SOAS) ha publicado un documento titulado: "Decolonising SOAS: Confronting the White
Institution" [Descolonizar la SOAS: enfrentarse a la institución blanca]. El
manifiesto exige que los filósofos "blancos" sólo se enseñen en el
centro si sus enseñanzas recuerdan "el contexto colonial en el que los filósofos
de las Luces desarrollaron su pensamiento".
El Daily Mail resumía el problema
así: "Los estudiantes de la Universidad de Londres exigen que filósofos
como Kant y Platón sean excluidos de los programas por el hecho de
ser blancos".
En los tiempos que corren, con las
cuestiones de identidad a flor de piel, la exigencia de los estudiantes de inmediato ha causado gran alboroto. Sin embargo, aun cuando la naturaleza de estos
estudios pudiera justificar dedicar un poco más de tiempo a los pensadores
africanos y asiáticos, y, por tanto, un poco menos a los europeos, la formulación
del texto hace que parezca un acto de guerrilla cultural.
La cultura se ha convertido en un
campo de batalla y cada vez menos en un ámbito de debate. Los que controlan la
cultura y su enseñanza son los que darán forma a la sociedad del mañana. Al
menos esa es la opinión de muchos, cuando aquí en Francia se habla del “relato nacional”
que debe ser reescrito, como se reescribiría un programa político. La editorial
Seuil acaba de sacar Una Historia mundial
de Francia, escrita por 122 historiadores. Según el diario Libération, la ambición de los autores
era escribir un relato diferente al tradicionalmente contado por nuestros
viejos libros de historia. Un "contra relato nacional estimulante",
titula la portada del periódico.
El recurso al prefijo "contra"
recuerda inevitablemente las teorías militares desarrolladas en la década de
1950 para luchar contra los movimientos revolucionarios del momento. Se utilizaban
términos bélicos como "contra insurgencia" y "contrarrevolucionario".
Más recientemente, Michel Onfray ha escrito una Contrahistoria de la Filosofía. El ir a la "contra" está
de moda. Así que ahora le toca el turno a la Historia, que deberá padecer una
"contraofensiva"; más concretamente, el dichoso "relato nacional"
con el que todo el mundo anda tan obsesionado. La Derecha quiere resucitarlo.
La Izquierda, darle la puntilla. Esta guerra de guerrillas cultural no
acaba más que comenzar.
Pero no es algo nuevo. Ha habido
muchos intentos de escribir otra Historia; en realidad, se ha conformando cada vez a las convicciones de la persona que sostenía la pluma. Y la Derecha más
retrógrada nunca se ha hecho de rogar para deconstruir una Historia de Francia
que encontraba demasiado modernista. La Revolución Francesa fue su primera
víctima: el régimen de Vichy hizo lo posible por desmantelar no sólo su
andamiaje político sino también su propia Historia. Ya tuvimos pues un "contra
relato nacional estimulante" hace tiempo...
Después de la guerra, la extrema
derecha produjo otra "contrahistoria nacional estimulante", esta vez
dirigida contra la Resistencia. De Gaulle habría sido la espada... pero Pétain el
escudo. La derecha ultra-reaccionaria aprovechó todas las oportunidades que
tuvo para reescribir una Historia en que se devaluaba la Revolución Francesa, se
calumniaba al Frente Popular y se marginaba a la Resistencia. En la Facultad recuerdo haber conocido a un estudiante, gran lector de Pierre Chaunu,
historiador y firma habitual en Le Figaro de los años 80, que me contaba con regocijo que la gran victoria de la Francia revolucionaria en
Valmy no fue realmente una victoria, sino un simple golpe de suerte debido al
hecho de que los soldados prusianos se habían atracado la víspera de frutos
rojos y estaban enfermos en el momento de la batalla al día siguiente. La
Revolución Francesa debía su salvación a un vulgar ataque de diarrea entre las
filas prusianas...
Desde entonces, siempre he desconfiado
de las pretensiones de escribir una "nueva Historia", pomposamente
autoproclamada "contrahistoria"; y aún más de sus apóstoles.
Sabemos muy bien que la Historia no es
un bloque, o lo tomas o lo dejas, tal como
lo dejó dicho Clemenceau de la Revolución Francesa. Nada es del todo
negro; nada es inmaculadamente blanco. Y el punto de vista modifica el relato.
Basta con leer Las Cruzadas vistas por
los árabes de Amin Maalouf para convencerse de ello. No hay necesidad de
llamar a esto "contrahistoria". Basta con decir "vista por los
árabes", y las cosas están claras desde el principio.
Nuevos campos de batalla han visto la
luz del día. Después de la religión, le toca el turno a la cultura, en plena línea
de fuego. "Cuando oigo la palabra cultura, le quito el seguro a mi
Browning"*, escribió el autor nazi Hanns Johst. Y hoy, cuando escuchamos
"relato nacional", ¿qué deberíamos hacer? ¿Sacar la pistola o
escribir "contrahistoria"?
* Wenn ich Kultur hore ... entsichere ich meinen
Browning!