domingo, 6 de marzo de 2016

Las mismas habas

El editorial semanal del director de Charlie Hebdo sigue demostrando que unas cuantas palabras valen, a veces, más que una buena caricatura... y que en todas partes cuecen fèves.

Ici à payer en euros.

Y aquí en versión española exprés:

Adiós izquierda, adiós, cuánto te quisimos…

En 1993, Charlie Hebdo publicaba un número especial titulado “¿A la izquierda por dónde se va?”. Cuando se ven los sobresaltos que sacuden al Partido Socialista y a la izquierda en general podríamos repetir el mismo número hoy con un título diferente: “ ¿Por dónde se va al cementerio?”. Y es que pronto surge la ironía cuando se quiere hablar de la izquierda en 2016: es mucho más fácil burlarse de las miserias que padece la izquierda que dar con sus ideas geniales, que brillan sobre todo por su ausencia. Así que, a burlarse tocan. Hagámoslo cinco minutitos antes de volver a hacer la maldita pregunta: “¿A la izquierda por dónde se va?”. Debe decirse que dicho interrogante no se produce nunca en la derecha. Jamás un periódico de derechas ha planteado un pregunta tipo: “¿Por dónde se va a la derecha?”. La derecha se toma las cosas tal como vienen. El ser humano es cínico, egoísta y violento. Es así. Hay que aguantarse. La derecha no confía en mejorar al género humano sino que se contenta con tomarlo tal cual es; y los deseos de una vida mejor los deja para... la otra vida.  A eso se le llama ser creyente. La izquierda, en cambio, deposita muchas de sus esperanzas en la vida terrenal. Por eso mismo cifra en este bajo mundo una serie de ambiciones desmesuradas, tales como :“hay que cambiar la vida”.  Por desgracia, Mitterrand no logró cambiar la vida; ni siquiera cambió de próstata. El destino trágico de dicho apéndice presidencial con metástasis profetizaba lo que le iba a ocurrir a la izquierda.
                La izquierda tiene tendencia a mirar por encima del hombro a todo lo que se menee. No se vea un ápice de ironía en este comentario, apenas un poquitín de tristeza. Cambiar la vida, para la izquierda, significaba cambiar al ser humano, liberándolo de sus más bajos instintos. Se empieza por la educación, pero a veces  se acaba con la reeducación a golpe de látigo. “Acabado el ser humano,  acabado el problema”, como decía Stalin. Y no le faltaba razón. Desde una óptica meramente lógica. Pero los “problemas”, por muy graves que sean, ¿son causa para hacer desaparecer a millones de seres humanos en Siberia? En la izquierda, siempre hubo esa tentación de cambiarlo todo, incluido lo humano, lo más vilmente humano. En teoría, es una bonita idea. En la práctica da siempre como resultado un desastre.
                Para cambiar la sociedad y a los seres humanos, la izquierda apuesta en general por el Estado. Esto puede propiciar inventos estupendos como la Seguridad Social, imaginada en Francia en 1945 por el Consejo Nacional de la Resistencia. Pero también las cosas se pueden ir al carajo, como en la URSS. En el otro lado,  vemos que la derecha pone toda la carne en el asador de la libertad de mercado, y lo hace para regalarnos... felicidad. En ambos casos, las cosas no acaban de funcionar. El Estado todopoderoso, como el de los Soviets, se convierte en totalitario; y la economía liberal sin límites, ídem del lienzo. ¿Qué diferencia hay entre el KGB y Google? ¿Qué diferencia entre los que vigilaban a sus semejantes embutidos en  sus tabardos de cuero y los que, vestiditos con camiseta de moda, espían nuestros comportamientos consumidores en nuestros ordenadores personales? La diferencia está en el estilo: cool  o nada pero que nada cool. KGB o Google, y hagamos lo que hagamos en ambos casos, no se nos quita el ojo de encima. Con un paro cada vez mayor, la economía se convierte en una tirana, lo cual incomoda a la izquierda, y hace que todos los demás temas pasen a segundo plano, tanto los culturales como los sociales, en los que la izquierda se mostraba innovadora. Rehén del diktat económico liberal, la izquierda  apenas puede proponer nada  que sea en verdad una alternativa. Y, sin embargo, el dilema tradicional de "más Estado o menos Estado" afecta a todos aspectos de la sociedad, y no sólo a la economía. Se mire por donde se mire, todo se reduce a lo mismo: ¿dónde acaba lo privado y dónde empieza lo público? La economía, sin ir más lejos: ¿ha de estar al servicio de los intereses privados o del interés general? La sanidad: ¿debe autofinanciarse o debe sostenerse con ayudas públicas y nuestros impuestos? La ecología: ¿podemos consumir de todo como unos cerdos egoístas sin preocuparnos del impacto que tenga esto en los demás? Incluso en temas como la religión: ¿es ésta algo meramente privado o bien puede desplegarse en el ámbito público?  Igual que todos los caminos llevan a Roma, casi todos los problemas en nuestras sociedades se reducen a la relación entre lo público y lo privado.
                Con los miles de millones de seres humanos que pululan sobre la faz de la Tierra, es imposible hoy por hoy que en cada individuo se multiplique el modelo de vida individualista que preconiza la ideología liberal. Las sociedades del mañana que marginen lo colectivo se verán abocadas al fracaso. Éste sería un buen punto de partida para un programa de izquierdas que se precie. Pero esa enfermedad llamada egoísmo hace que la izquierda esté reventando desde dentro. En todos los partidos de izquierdas, desde el Partido Socialista hasta los Ecologistas y Verdes, los arribismos de todo tipo, las letales estrategias personales condenan a una muerte lenta a dichos movimientos políticos. Y estos se llevan por delante todo lo que cabría esperar que aportasen de bueno. ¿A la izquierda por dónde se va? No tengo ni la menor idea. Pero para morirse por la izquierda, ése sin duda es el camino a seguir.

Riss, Director de Charlie Hebdo.

  

Dos carteros digitales y dominicales

En este domingo, todavía de resaca postinvestidura, destacan sendas cartas dominicales de Pedro J. Ramírez y Arcadi Espada, que compartieron en tiempos  no muy lejanos diario y tribunas (y aun hoy los honores del odio del nazionalismo catalán).

Son dos de los lectores más agudos y originales de la realidad política española desde hace años
Curiosa también la coincidencia de este par de escribidores dominicales: el primero dirige ahora un medio digital only y el segundo hizo lo propio con otro (aquí) que tuvo tan corto recorrido como dejó grato  y estiloso recuerdo; ambos practican además un periodismo por capas y petrolero en sus blogs.

(Que el periodismo del siglo XXI será digital o no será es una obviedad: es falso que el papel sea mejor en algo salvo en dar trabajo en las imprentas; nada supera la inmediatez de los bits, que todo lo soportan: desde un breve a un infografía pasando por ensayo de cientos de páginas con enlaces por hipertextos de todo tipo y condición; otra cosa es saber cuánto de bueno nos aparejará el multimedia digitalizado que se nos viene encima ; y aún otra cosa distinta es en que aún no se acierte a dar con el modelo de negocio haga viable el nuevo periodismo sin papel: la prueba es que poco podrán leer la carta de Ramírez, pues es de paganini previo).

Pero volvamos a las cartas de marras...
En la de Ramírez se vuelve a insistir en las bondades del pacto PSOE-C's (dulce derrota cargada de futuro), y en la ominosa pinza "rojiazul" de PP y Podemos (los extremeños se tocan y bla).  Burdo error conceptual e impropio de Ramírez: nada une a todos los que votaron NO al pacto de investidura: el NO del PP nadie tiene que ver con el de Podemos ni éste con el de los nacionalistas. Son tres NOES en muchos casos diametralmente opuestos; los enemigos comunes no tienen por qué hacer amigos comunes. Y comparar al PP con Bildu como hizo Rivera... solo debilita a Rivera, cuando lo tenía tán fácil como decir: nosotros estamos limpios y queremos un acuerdo constitucionalista a tres.
Leer (o intentarlo) aquí.

Las urnas dirán si PSOE y C's ven recompensados su pactismo. Pero si realmente creyeran en él deberían ir en coalación a las inminentes elecciones, pues compiten en gran parte por el mismo electorado de centro y, repitiendo su sumando de 9 millones votos, y si van en lista conjuntas, eso les daría más de 130 escaños gracias a Monsieur D'Hont. El problema es que esto es inviable: sería el suicidio político del PSC y... el de C's en Cataluña (si bien les iría a ambos aritméticamente mucho mejor juntando su millón largo ve votos catalanes que por separado vistos los magrísimos resultados obtenido en 20-D: el PSC fue casi irrelevante en las generales (solo 8 escaños y cuarta fuerza en votos) y aún peor le fue a C's (5 escaños, y pasó a ser la quinta fuerza y con igual de escaños que la última fuerza, el PP) y con CERO senadores ambas formaciones: ver los resultados catalanes aquí).


Espada, en cambio, acierta al poner de manifiesto lo que, con ser una perogrullada, conviene ser recordado: los electores no votan pensando en pactos postelectorales, los electores no piden esos entendimientos, ni un solo elector votó pensando que con su voto iba a fraguar un pacto PSOE -C's o cualquier otra combinatoria.
Leer aquí.
Sería interesante, eso sí, que los candidatos de los partidos  partidos dijeran con quién quieren o piensan pactar si no logran mayorías suficientes para ser investidos; ídem con los pequeños: así el elector se ahorraría muchas decepciones post urnales.

El cartero Espada se queja sobre todo del bajo nivel mostrado por la clase política a la hora de armar pactos de gobernabilidad, y por ello hasta parece querer confiar en que sean los electores los que den su opinión sobre como salir del bloqueo permanente en el que parece que vamos a vivir en los próximos tiempos vía referéndum o consulta.

Es una pirueta: pues se le ven dos pegas a la idea ya desde lejos: ese tipo de consulta ya existe y se llama: sondeo; y si a lo que se va es a la democracia directa plebiscitaria, ya sabemos que ésta es la antítesis de la democracia real: y si no, miremos qué es lo que piden todo el rato los independentistas, podemitas y "neotegianos".

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Cosecha propia:

Mucho se nos repite que las coaliciones están al orden del día en Europa; y es cierto. Pero hay que saber también que los partidos "bisagra"  sobre todo liberales (y alguna vez ecologistas) pueden salir muy malparados en las siguientes elecciones si vienen de haber estado en colaciones de poder.
La respuesta  a al porqué es muy sencilla: se llama el voto útil. El liberal al que le ha gustado el gobierno conservador-liberal, votará conservador; y si no lo ha gustado, votará socialdemócrata. En ambos casos no volverá a votar liberal.

Finalmente, el problema es el sistema electoral proporcional: el mayoritario concede mayorías mas robustas y mejor gobernabilidad; y mejor remedio: otra mayoría de otro signo la vez siguiente si a la mayoría no le ha gustado cómo han ido las cosas.


Item más: creo que PP y Podemos salen reforzados con vistas a las elecciones: la pureza del NO tiene muchos adeptos en un país de contrastes como España y poca convivialidad política.