A Dragó le gusta Trump; para él, dechado de sentido común y adalid de "lo que hay que tener".
Aquí.
No se por qué no se casa con él.
Es cierto que Clinton es una política politiquera que encarna como nadie el chanchullismo del establishment, y que cualquier candidato moderado republicano con una ejecutoria medianamente limpia se la merendaría con patatas y un par de fajitas chicanas.
Pero eso no santifica a Trump, un demagogo populista de la peor ralea de cuya boca sólo brotan bullshit, odio y xenofobia.
Dragó se permite este esnobismo de subir a Trump a los altares por su provecta edad y porque ni en pesadilla le tocará vivir en Trumpilandia.
Que de joven uno haya sido un sectario y maniqueo comunista como Dragó (y como todos los comunistas que en el mundo han sido) no justifica, de viejo, esta coquetería de jabalí reaccionario.
Ni siquiera pour épater et pour la provoc, que dicen los franceses.