No ha aparecido apenas en portada de la prensa española, pero ha dimitido en Francia la ministra de Justicia por discrepar con el ejecutivo que quiere aprobar una ley de retirada de la nacionalidad a los condenados por terrorismo, una ley tan ridícula como impropia de un Estado de Derecho, y que si no tumba el Consejo de Estado francés, lo hará el TJDH de Estrasburgo por contraria a la Carta de Derechos Humanos.
Era un reivindicación del Front National de Le Pen y de la derechas más asilvestrada, que hizo suya raudo el Gobierno de Hollande-Valls.
El valor simbólico de la indignité... Como en tiempos de la dépuration.
Retirar la nacionalidad a un terrorista condenado y convertirlo en apátrida es tan estéril como ridículo, pues al terrorista lo que menos le importa es el pasaporte francés, y, además, engrosar la lista de apátridas no reporta beneficio práctico alguno.
Afectaría además a poquísimos casos; de hecho, fecha de hoy a los dos terroristas que andan sueltos todavía, y para los cuales esta medida es lo que menos les quita el sueño.
De todo esto sólo cabe sacar la triste conclusión de que el populismo cunde por doquier, y la izquierda francesa ha decidido cabalgar a lomos del mismo para arañar votos y no tener que arrostrar los verdaderos y graves problemas del país: paro y una urgente necesidad de reindrustrializarse si no quiere dejar de ser un potencia europea.
Se va pues la ministra más brillante del Gobierno, con diferencia, pura inteligencia y coherencia, y que había sido objeto todos estos años de los ataques más jabalíes de la derecha y extrema derecha francesas.
La perspectiva de que pasen a la segunda vuelta de las presidenciales la fascista Le Pen y el populista y berlusconiano Sarkozy es sencillamente desoladora. Una muestra más de lo mal que el socialismo europeo sabe encarar los problema reales de los ciudadanos.
En Francia, todo Presidente que se precie (en parte porque son siempre gente de alta cultura, igualito que en España) deja al menos una huella cultural en el paisaje, un Museo, una Biblioteca Nacioanl, un algo: Sarkozy es el único que no hizo nada por la cultura, pero, claro, qué esperar de quien se jacta de no leer literatura y admira a Putin.
¿A cuento de qué viene todo esto?
Pues a cuento de que si Francia no ejerce con brío y con altura de miras su papel de colíder de Europa, a España le irá no mal, sino lo siguiente.
Y a Europa, lo mismo.