Ya que para conocer la realidad de las cosas, viene a decir, deberíamos salir de nuestras representaciones mentales y comoquiera que esto es inviable, ¿por qué no intentar desplazar el problema y tratar de hallar puntos de encuentro entre las diferentes representaciones mentales subjetivas de cada cual, con la esperanza de que gracias a unos aprioris y unos universales más o menos compartidos (leyes causales, princpio de no contradicicón, etc.) se alcance una especie de terreno común sobre cómo aprehendemos y roturamos la realidad?
Gaston Bachelard y Claude Bernard pusieron el acento ya en el siglo XX sobre el carácter evolutivo de la ciencia, y, por tanto, en el valor del escepticismo y del relativsimo, no como una forma de nihilismo sino, al contrario como una modalidad del discernimiento; y es que, con un enfoque etimológico, Karl Popper ya adivirtió (en una conferencia en Tubingia en 1981) sobre la tolerancia y la responsabilidad intelectual que escepticismo procede de una familia de términos griegos que no significan dudar, sino al contrario: críticar, hacer escrutunio, explorar.
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Se preguntará el lector a cuento de qué viene todo esto: que lea las dos entradas anteriores.