Los diputados (y los miembros de la mesa) de Podemos usan todo tipo de imaginativas fórmulas suis generis para jurar o prometer el cargo y aprovechan para ponerse morados y soltar un pequeño discurso programático y reivindicativo y para hacer gesticulaciones de brazos y puños varias, (¿para sordo mudos?) con y sin micrófono, entre aplausos de los propios y alguna que otra rechifla de los demás.
Son 69 diputados violetas (algunos llevan puesto ese color en la ropa) que darán, sin duda, tardes de gloria a la Cámara Baja.
Sin contar a otras señorías, soberanistas o del grupo mixto o no inscritos.
La legislatura, sea larga, corta o medio pensionista, contará con el atractivo de esa gran biodiversidad de mamíferos en este nuevo circo parlamentario.
Ésta requeriría de un nuevo Víctor Márquez Reviriego para contarlo, como lo hizo en su día, el mejor cronista parlamentario de la transición, pues es sabido solo la literatura puede dar cuenta de algunas realidades.
La diputada Bescansa de Podemos ha llevado a su bebé al escaño. Darle a mamar en público y además de postre un poco de parlamentarismo no sea tal vez mala idea, en todo caso mejor que llevarlo a trasnochar al plató de La Tuerka.
Se ha sabido que en el Congreso hay una guardería, es decir que la presencia el la cámara del bebé era para que viera mundo y alternase un poco.
Muchas madres trabajadoras no pueden llevan a sus bebés al lugar de trabajo y darles de mamar sobre la marcha, y tampoco no tienen guardería a disposición. Bescansa debería beneficiarse de esas ventajas de la casta de las que ahora disfruta.