El cara a cara trae cola... de perro.
Arrecian las críticas de todos contra el "macarrismo barriobajero" del "chulo de barrio" Pedro Sánchez. Hasta Podemos le afea las formas contundentes. Y muchos socialistas y compañeros de viaje lo dicen también en privado.
El hecho es que Sánchez se lo jugó todo a una carta, ante la perspectiva de los peores resultados del socialismo en la historia de la democracia: debió de ser muy duro para Sánchez tener que hacer lo que hizo, y sobre todo, en la distancia corta, ante un persona cordial y campechana como Rajoy, y que siempre lo ha tratado bien... y con 9 millones de mirones viéndolo.
Pero la pregunta es: ¿hizo mal Sánchez en salirse del guión?
No tanto, tal vez.
Veámoslo.
En captación de votos, acaso no le reporte muchos votos declarados (solo el 4,5% declara que cambiará su voto, sin decir en qué dirección, ojo), y eso mismo creen muchos analistas políticos, pero no está tan clara la cosa: como el propio Sánchez ha dicho hoy, remachando el clavo, a lo hecho pecho: ayer le dijo solo a Rajoy a la cara lo que muchos millones de españoles piensan y le habrían dicho: que no tiene vergüenza, que "no es decente", pues Rajoy "debió dimitir" (sic: no "habría" o "hubiera debido" dimitir o debió de haber dimitido, quia...) por "lo" de Bárcenas. El uso del tiempo verbal, rayano en la falta de concordancia, tiene su valor: estamos ante un discurso directo encubierto dentro de un discurso indirecto, como lo es el discurso político (vide Beneveniste y la teoría de la enunciación). El "usted debió dimitir" y, al no hacerlo, el "usted no es decente", son dos elementos de la deixis del locutor pero trasladados al interlocutor: el yo-aquí-ahora de Sánchez engloba al pueblo español indignado frente al jefe, al pater familias devenido en individuo-que-no-tiene-vergüenza, por no haber dimitido cuando afloraron sus SMS cómplices (sé fuerte, aguanta = no hables) a su amigo tesorero y senador Bárcenas al que habían pillado con el carrito del helado de la corrupción sistémica.
En una sociedad muy maleada por la telebasura, lo que Sánchez hizo ayer fue "elevar a la categoría política de normal, lo que a nivel de calle es plenamente normal" (Suárez dixit).
La cuestión es preguntarse si un político ha de actuar como lo harían su votantes, o justamente como NO lo harían sus votantes (que lo votan precisamente, sin saberlo muchas veces, para que se comporte de manera más sofisticada).
Ítem más: Sánchez se sacó un carta de la manga, la de una señora de Valladolid, que ha visto su ayuda por dependencia reducida de lo 381 euros hasta los 31 euros, un recorte de más de diez tijeretazos. Y ante esto, Rajoy negó en vano y se llenó la boca de cifras y estadísticas, pero la sombra vallisoletana y su carga de verdad irrefutable ya no dejó de proyectar su sombra sobre la nívea mesa.
Sánchez era esa mujer y todos los españoles que sufren los recortes o pueden legar a sufrirlo algún días: millones de personas con pocos recursos.
Al entrar por vez primera vez (con un excepción, y de calibre, cuando el PP acusó a Zapatero de traicionar a los muertos cuando negoció con ETA) en el terreno de la moral personal, de la honorabilidad de las personas privadas (= la no decencia), el candidato Sánchez se ha arriesgado mucho: a la repulsa que ya se ha hecho sentir, como digo, hasta en sus propia filas; por corrección política, seguramente; y se ha arriesgado también al "esto le perseguirá siempre" que le soltó Rajoy (vierge effarouchée y que guarda alguna similitud con el de Pujol cuando avisaba de que si «cortas una rama, cae una rama y todos los nidos..").
Rajoy se ofendió como nunca, salió de sus casillas, perdió la templanza. Solo le faltó decirle: esto no me lo dices en la calle.
Lógico: él considera que es decente, no menos que Zapatero, Aznar o González, no puede entender que tu tolerancia de la corrupción sistémica pueda acarrear censura que no sea política. Él se sabe decente, él no habría necesitado golpecitos en la espalda para comerse el marrón, de haber sido él el tesorero. Para él, lo ocurrido, el que lo hayan pillado, no puede afectar a su honorabilidad personal, pues s sacar las cosas de contexto: todos los partidos españoles vivían en ese ecosistema, el PSOE el que más.
¿Se ha arriesgado en balde? ¿Ha roto para nada la convención, el protocolo no escrito, esa la cuarta pared que separa teatralmente erga omnes la representación de los políticos de los ciudadanos espectadores?
Tal vez el 20-D muchos votantes, recordarán, sin recordarlo (que es el principio de la publicidad) el que probablemente haya sido el momento clave de toda la campaña electoral (al no prosperar el subtema de la violencia de género al hacer marcha atrás Rivera astutamente sin presentar batalla): el momento en que, como en otras democracias occidentales, un señor que no era nadie hasta hace cuatro días, ni siquiera en su propio partido, un señor que estaba en el paro no hace tanto y que mandaba CV a los que nadie contestaba, un John Doe, un Perico de los Palotes que le dijo a todo un presidente de todos los españoles que él, Rajoy, no era una persona decente, y que se lo dijo a 1,70 m de distancia y a los ojos y con 9 millones de espectadores viéndolo a tres metros de la pantalla del televisor.
En EE. UU., donde la moral personal forma parte de la política desde siempre, Pedro Nadie sería muy probablemente presidente el 20-D por la noche. Y Rajoy uno de los pocos presidente en la historia que no repetiría mandato. En España, esto puede convertirse en otra cosa: en un Rivera o lo que es casi lo mimo una Soraya Sáenz en la Moncloa en enero de 2016. O no, como diría Don MAriano Rajoy Brey, el único presidente de l democracia (con la excepción del atípico y breve Calvo Sotelo Bustelo) que no lleva ni un solo apellido del común como los Suárez González, González Márquez, Aznar López... que al menos llevaba uno común, pero también los nuevos candidatos Sánchez Pérez, Rivera Díaz...
P.D.
Por mucho menos que por lo de Bárcenas han caído presidentes en EE.UU, por mentirijillas menores o deslices cuasi privados. (Y en Alemania por mera intertextualidad (lo llaman delito moral de plagio) han dimitido o han sido cesados ministros). En las sociedad no protestantes, ni luteranas, anglicanas sino catoliconas, nos resistimos bastante a dimitir por cuestiones morales, por aquello de que los pecados basta con confesarlos para que sean perdonados.