En el debate a cara de can de ayer, el aspirante se lanzó en tromba desde el minuto uno a castigar al vigente campeón en su punto más débil: una ceja con una brecha mal curada, una herida llamada Bárcenas. La táctica no es cuestionable: todo aspirante ha de mostrarse agresivo, arriesgar, jugársela en pos del K.O. del rival (aunque sea con afirmaciones alejadas de la realidad y de la verdad, las cuales deberían ser, ay, una sola y misma cosa, pero esto es otro debate y es cuento largo...; realidad y verdad a las que retorció el pescuezo durante gran parte de la noche) pues es sabedor de que al campeón le basta el nulo para mantener el título.
Así, ayer. Los veinte minutos más broncos de la historia de la Democracia española, seguramente, en torno a la honorabilidad personal de un Presidente.
Sánchez, que es un John Doe, un "Pedro Nadie" sin palmarés alguno, un joven púgil fresco recién salido de los gimnasios, sabía que ayer era su noche (tras el semifracaso del debate a 4, donde quedó desdibujado ante tanta novedad: los emergentes y la emergencia de la delfina del PP): o bien anoche se la jugaba para dar con Rajoy en la lona, o bien, si no lograba noquear al campeón, es probable que el 20-D por la noche, según sean los resultados de su partido, y no digamos si no queda el suyo como el segundo partido, deberá plantearse incluso la retirada del deporte, con un solo combate disputado en su haber. Dura lex electivi, sed lex.
En cuanto a la ceja abierta: es indudable, flagrante que Rajoy tiene ese punto débil, ya que: o sabía o hubiera debido saber sobre todos los manejos de Bárcenas y Lapuerta, que, para el común de los españoles y para el sentido común, fueron los meros artífices de una financiación en negro del Partido Popular, tanto para dopar los presupuestos de campaña como para compensar los supuestos lucros cesantes de los cuadros del PP (incluidos, según parece, esos sobres de gratificaciones al entonces ministro Rajoy en 1997-1999, que constan en los "papeles de Bárcenas"), y todo ello sobre la base de algo tan viejo como el ir a pie: la corrupción. La corrupción, que supone hacer donativos o pagos ocultos a cambios de favores políticos, tratos de favor por parte de la administración en la contratación pública, que es y ha sido la madre del cordero de la corrupción interpartidista sistémica en España.
Por mucho que Rajoy acusara al aspirante de miserable, mezquino, ruin, deleznable ante las acusaciones de éste mendacidad e indecencia, los telespectadores no pudieron dejar de ver, siquiera sea como unas sombras, a un hombre limpio y a un hombre manchado (si bien sus dos partidos están igual de teñidos por la corrupción). Ahora bien: ¿sacarán los indecisos una enseñanza de lo de ayer?
Es probable que, por una vez, sacasen pesca los dos ausentes, los emergentes, los outsiders.
¿Mariano Rajoy aguantó y fue fuerte en las cuerdas? Tal vez, pero no pudo impugnar la mayor: el PP es un partido corrupto. Igual de corrupto que otros, tal vez, pero corrupto.
Hay dos tipos de indecisos: los que no saben a quién votar, y los que lo saben pero no saben si irán a votar. El 20-D, en pocos días, estas dos categorías indecisas tendrán en sus indecisas manos el futuro del país. Grandeza y miseria de la Democracia.