Pedro Cuartango, el más literario y comparativista
de los periodistas en activo por su amplísima erudición, aventura hoy unos
de esos símiles por el que muchos plumillas darían los mejores años
de su vida en su artículo de El Mundo: los políticos españoles en campaña serían cual personajes
balzacianos. Escribe:
"Rajoy bien podría ser el coronel Chabert que
vuelve cuando todos le creían muerto, Iglesias evoca la
reencarnación del ambicioso Lucien de Rubempré que triunfa en
París de manera meteórica y luego cae, Rivera podría
asemejarse al joven idealista Eugene de Rastignac que pierde
su inocencia cuando conoce a Vautrin y Pedro Sánchez
me recuerda al perfumista César Birotteau por su efímero paso
por la política".
El paralelismo es magistral, y ya solo queda por despejar quién es el
Vautrin que hará bajar al lodazal a Rastignac y si Chabert esquivará
el destino que le asignó Balzac.
Pero en donde acierta más de pleno Cuartango es en esto otros, que es una de la
conclusiones que se va cociendo en este blog de campo: "Nunca la política había sido tan banal como ahora y nunca habíamos
asistido a una campaña en la que las ideas brillaran tanto por su ausencia. Y
lo peor es que los candidatos han interiorizado que lo que reporta votos no son
los proyectos sino el relato y que las redes sociales son mucho más importantes
que los programas".
En la sociedad del espectáculo, de Debord, no podía ser de otra manera.
Es el relato, zoquetes.... y las redes.
Es la lógica del marketing, de atraer con la forma y el embalaje, y no
con las ideas... es decir nunca tratando de la calidad intrínseca del producto.
Se ha visto en el debate a dos: un choque de personalidades y estilos, no un debate de ideas.