Pablo Iglesias gana tocando todos los palos. Como un macarra profesional.
Él y su partido viven de la prensa, hagan lo que hagan, y lo saben. Por ello se permiten hacer alardes a diario ante ella, pues saben que siempre serán portada; la prensa busca desesperadamente titulares. En esto tiene razón Iglesias. Cómo la ha calado.
Y, hoy, en la Universidad, su hábitat, desinhibido, Iglesias ha recordado sus tiempos de libertad de enseñanza, donde se ganó el mote de "elhijoputa" suspendiendo por razones ideológicas, y se ha desmelenado: dónde mejor que en la Universidad, que es una corrala de befa y mofa, y haciendo escarnio a cuenta de un periodista y de una conversación privada con él. Repugnante.
Jugando con un derecho constitucional como es el de la información. Marcando territorio. Como un macarra que no quiere que le alboroten sus putas.
El público asistente al acto, por puesto, encantado, entregado. Burlarse de la prensa de papel sienta muy bien a la muchachada nui, que sólo lee digitales. O está en redes. Son los clientes ideales del macarrismo de Iglesias.
Pero esta vez, el gremio de las suripantas ha dicho que hasta aquí llegaron las aguas, y algunos y algunas se han levantado y lo han plantado.
El problema es que en vez de hacerlo de un modo coherente, sindical y hasta sindicado (dejando de informar sobre este partido, haciendo un boicot coordinado durante la precampaña) la espantá ha sido un puro brindis al sol. Mañana volverá la prensa a hacerle, como cada día, la campaña a Podemos; esta tarde-noche la propia noticia puntuaba ya en el casillero de Iglesias. Que hablen, aunque sea para mal...
No hay periódico, en todo el arco ideológico, que no le otorgue a Podemos mucho más espacio del que le corresponde por sus 69 diputados. Es el niño mimado de la prensa. Y el niño mimado hace jaimitadas, como era de esperar.
De eso viven, de la sobrerepresentación. Y de la sobreactuación. De sus jaimitadas. De sus macarradas.