Pedro Sánchez (a diferencia de Rajoy, que como mucho se sonríe hacia dentro como sibilinamente, y de Rivera que sonríe como un colegial travieso, o Iglesias que sonríe como un lobito bueno o Rasputín según), se ríe; no sonríe; se ríe: con una risa sonora, franca, del jugador de baloncesto que fue.
Los jugadores de baloncesto suelen ser así, chicarrones altos y fuertes sin maldad, de risa contagiosa. Eso le granjeará grandes simpatías y beneficios. Como Zapatero, que también le daba a la canasta.
En los Goya fue de camisa blanca sin abrochar, americana pero sin corbata, sport, luciendo percha.
Frente a los disfraces-esmóquines alquilados en la misma tienda de Iglesias y Rivera, (una talla más y una menos, respectivamente), hay que reconocer que no hay color, y ganó el sport, el casual de Sánchez Win Win, que es un hombre con presencia, de voz agradable, de modales cool y naturales.
Más que suficiente para ir por la vida, pero en sí insuficiente para gobernar un país que es la cuarta economía del euro.