A vueltas con los titiriteros (que pasarán su tercera noche a la sombra) y la libertad de expresión y artística.
La función de "La Bruja y Don Cristobal", obra de un grupo anarquista (un dúo con diligencias ya abiertas con anterioridad en otras localidades) era totalmente inadecuada para el programa municipal del Carnaval de Madrid.
Pero para justificar la detención el juez en su auto ha querido apreciar riesgo de fuga en su auto.
Hombre, hombre, que no vivimos ya bajo Franco y estos dos no son el tiriritero Boadella.
No se fugarán, porque no tienen dónde ir y porque no hay otro sitio mejor donde puedan estar que España.
No deberían pagar estos dos cómicos de la legua por toda la frustración social de tantas otras ocasiones en que mucha gente se ha excedido y la Justicia ha mirado para otro lado.
La alarma social es un animalito muy pejiguero y caprichoso y mete mucho miedo a los jueces de fin de semana.
Madame Bovary, (la suicida y adúltera) c 'est moi, dijo Flaubert, y lo procesaron.
La libertad de expresión debería incluir en enaltecimiento de la estupidez y de lo aberrante, como parece que ha sido el caso con este par de titiriteros.
Hacer una obra de ficción con un guión con los elementos de violencia que, por lo visto, se dan en esta función puede ser arte malo, puede ser esperpéntico, o grotesco, provocador, insultante, puede ser incompresible o gratuito o antisistema o espeluznante, lo que se quiera, pero tiene por qué ser enaltecimiento de terrorismo ni pasible de prisión preventiva por el mero mostrar una pancarta alusiva a ETA o a Al Qaeda o hacer un machihembrado de estos dos fenómenos; o por desarrollar con muñecos de trapo escenas violentas (que vemos en películas a diario, por ejemplo), que muy bien pueden servir incluso ficcionalmente para hacer una denuncia de lo que se muestra; habría que ver la función entera (vide lo de Todas putas de Mongoya) para ver si es una sátira, pero por los extractos, así lo parece. Pinche aquí.
Ser anarquista no es un delito. Ser mal artista, menos, El arte más o menos degenerado de estos dos titiriteros debería ser por lo tanto lícito... y hasta legal. Lo contrario sería alinearse con los ideólogos nazis, que decidían lo que era arte degenerado y merecía ser destruido.
Lo que no es lícito, aunque sea legal, es que el Ayuntamiento de Madrid lo programe en unas jornadas de Carnaval para niños, en la calle, en abierto, y pagadas con dinero público.
Los que deberían dormir en el calabozo son los y las responsables en el Ayuntamiento de esta aberración, del programador hasta la concejal pasando por la alcaldesa y sus socios. Todos los que en su cadena de responsabilidades han incurrido en un delito de lesa inteligencia, de enaltecimiento de la estupidez.
Todos estos gilipollas.