Siguiendo, tras lo de UPyD, con el coche escoba de recogida de pecios y cadáveres políticos.
Para cadáveres: Unió. Se ha visto, por segunda vez en menos de tres meses, que Unió sin Convergència no es nada. Hay quien dirá que Convergencia sin Unió tampoco, pero no es del todo cierto: el nuevo partido convergente (que debería llamarse "Llibertat i Amnistia" y no "Democracia i Llibertat"), está tocado pero no hundido.
Duran i Lleida ha vuelvo a predicar en el desierto del tercerismo; España, y por ende Cataluña, no son países para matices. Adiós, Josep Antoni; adiós, cordera.
En cuanto a pecios, uno y de talla XXL es IU: sus dos escaños (ya se sabe que por la ley electoral, pero dura lex sed lex) lo abocan a la irrelevancia.
Antes de las elecciones, IU soñaba con ser la muleta de Podemos, con ser como la CUP de Junts per Sí, pero ahora es un mosca en el trasero del paquidermo podemita, una mosca que vuela solo por volar, sin vocación ya de nada, solo de ir esquivando la cola del elefante.
El debate de si uniéndose a Podemos le habría ido mejor carece de fundamento, ahora que Podemos es un partido socialdemócrata moderado.
Y Vox es otro pecio en lo hondo del pozo: la etiqueta puesta por los otros de partido de que es una fuerza de extrema derecha no le permite salir de su diabolización.
España no es país para matices ni para viejos (ni para viejos partidos minoritarios).