Aquí en VO.
Y aquí en tradu exprés.
Tres ámbitos en convulsión. Cataluña, España, Europa.
Jordi Pujol i Soley.
5-10-2015
Un comentario personal. Pero no sólo personal.
Un comentario referido al hecho que me resulta difícil superar el
estado de ánimo en que me encuentro. Me estoy esforzando. Trato de resistir la
ofensiva de desprestigio que me vuelcan encima. Esto se podrá dilucidar del
todo en su momento, pero en cualquier caso desde ahora puedo decir -porque es mi
sentimiento íntimo- que no es eso lo que realmente me angustia. El sentimiento
de culpabilidad me viene de que, no por codicia, pero sí por miedo, por
desidia, por ligereza, por debilidad, he cometido una falta que no debí haber
cometido. Que creo que en su momento se reconducirá la cosa.
Pero no es de eso de lo que ahora quiero hablar. Sino de
otro aspecto menos personal. Si bien algo personal porque hace referencia a tres ámbitos de
acción a los que quería dedicar en gran parte mi vida. Y lo hice. Durante
muchos años. Y me ilusionaban. Pero ahora tanto objetiva como subjetivamente se
me hace difícil, o imposible, hacerlo. Y no sólo por el estado de ánimo y los problemas
personales sino también -y mucho- porque realmente en los tres se ha ido haciendo objetivamente difícil trabajar
con ilusión y eficacia. Con entusiasmo y ambición.
Estos tres ámbitos eran Cataluña, España y Europa.
(1)
Mi primera fidelidad fue y es Cataluña. Desde muy joven. Y
en todos los ámbitos. Siempre en el marco de un proyecto de país. Tocando
muchas teclas, pero todas ellas en el marco de un proyecto. De un proyecto de
país. De un país con fuerte conciencia histórica, con una lengua y una cultura
a la vez resistentes y creativas, con determinadas formas de vida muy persistentes.
Por razones demográficas y políticas, y por cómo ha evolucionado
la Historia, habría sido lógico que Cataluña se hubiera diluido, que se hubiera
despersonalizado. No ha sido así. Aparte de los hechos esenciales de la lengua
y la cultura, deben de haber contribuido los que se han llamado "formas de
vida". Que haciendo un resumen muy breve e incompleto pueden ser desde la
"laboriosidad" que decía Cadalso a finales del siglo XVIII (justo en
el momento de la recuperación económica y social del siglo XVIII, como tan bien
explica Pierre Vilar) hasta la combinación de cordura, ironía, mesura y
continuidad de Ferrater Mora y la aportación decisiva de Vicens Vives, quien
sitúa en la "voluntad de ser" el hecho básico de la actitud colectiva
catalana. Personalmente yo llego a la toma de conciencia personal de lo que es
el país y de la situación en que se encuentra en un momento (los años
inmediatamente posteriores a la guerra) difícil y que invita al desaliento. Por
diversos motivos y circunstancias -familiares, sociales-, yo no caí. Y me apunté muy pronto a la tarea
de conservación de la memoria y de reconstrucción del país. En una doble línea
de agitación y de formulación de proyecto. De proyecto global y, por tanto, poliédrico.
(2)
Ya he dicho que mi primera fidelidad, fue y es Cataluña,
la he querido ejercer en dos marcos más amplios. Uno de ellos es España. Yo no
he sido independentista salvo un momento fugaz que combinaba la opresión
radical del primer franquismo y lo que podríamos llamar la lectura de los
versos de Ventura Gassol. De hecho, en 1946 -con dieciséis años- eso ya
quedó superado. (Época, por ejemplo, de mi
adscripción al grupo Torras i Bages, y poco después de la gran concentración en
Montserrat del mes de abril de 1947). Mi activismo catalanista ya incorporaba tanto el hecho español como el europeo. El reconocimiento de Cataluña debía
conseguirse en ese doble marco. Y no sólo pasiva o resignadamente sino
con iniciativa y compromiso. Con espíritu constructivo. Es decir, no sólo debíamos
tener como lema y objetivo lo que yo llamaba "construir Cataluña" sino
también -en la medida muy modesta que nos correspondía- contribuir al progreso
español y europeo.
Ya he explicado muchas veces cómo desde los años 50 empecé a
plantear lo que debía hacer Cataluña en el marco español. No sólo
políticamente, sino también en el campo económico y social. Y en el ideológico.
Creo que durante muchos años he podido trabajar en este
sentido. En general, modestamente, aunque en determinadas épocas con cierta
capacidad de incidencia.
Esto era posible para una Cataluña con su propia identidad
reconocida y respetada y con las herramientas y competencias pertinentes. Y una
España abierta a esta posibilidad. Y este era nuestro objetivo colectivo. Y el
mío personal. Pero ahora ya no lo es.
Desde hace unos años el proyecto político ampliamente
mayoritario en España se ha puesto completamente de espaldas, pero no se debe
caer en la tentación del "finis Cataloniae" porque el proyecto que
hemos defendido tope con dificultades muy grandes.
Que además me afectan personalmente de una manera grave. Ya
he dicho de entrada que hacía un comentario personal. Aunque no sólo personal,
porque durante muchos años he contribuido de manera importante a la aplicación
de un proyecto colectivo que ha propiciado un gran progreso en Cataluña. En
todos los órdenes. Y que también durante más de cuarenta años ha contribuido al
progreso general español.
Pero ahora mi capacidad de hacer una contribución positiva
ya no existe. Confío en que otros lo harán. Y lo deseo.
(3)
Empecé este escrito el 5 de octubre de 2015. Lo continué a
mediados de mes. Y hoy -3 de noviembre- lo retomo a raíz del texto de una entrevista
en La Vanguardia del día 27 a un
profesor de Oxford -John Gray- que añade leña al fuego de las preocupaciones
que empecé a exponer referidas a Cataluña y a España. (Pero faltaba el
comentario sobre Europa).
El titular de la entrevista ya es bastante inquietante para
un europeísta como yo. Para un patriota europeo como yo. "El proyecto
europeo y el euro se desintegran".
Y yo soy especialmente sensible a esto porque ya hace algún
tiempo que contemplo con preocupación la evolución europea. Y lo tengo escrito.
Y porque coincido con algunas de las críticas de John Gray.
Pero me rebelo frente a la idea de una ineluctable
decadencia europea.
Porque creo en los valores de Europa. Y porque no es casual,
por ejemplo, que tanta gente de todo el mundo quiera ser europea.
Que quieran ser de la UE. Mucho más que de cualquier otro
continente, gran país o gran civilización. Más incluso que los USA, al menos en
aspectos muy importantes.
Como lo que dice el Profesor Gray invita al pesimismo me
pongo preventivamente la venda en la herida y adelanto que sigo teniendo fe en
Europa. Después diré por qué. Pero de momento cuento lo que dice el Profesor
Gray.
Dice que está en marcha el proceso de desintegración europeo.
Y da a entender que éste no se detendrá, o que es muy difícil que lo pueda
hacer. Porque la UE se ha hecho demasiado grande y es demasiado rígida. Porque
hay demasiado desequilibrio interno, por otra parte muy difícil de eliminar. Y
porque Europa ya no es ni probablemente sea ya un actor mundial. Y porque Europa no tiene capacidad para
resolver el problema de la inmigración. Y porque Europa va camino de
convertirse en "débil, desordenada e introvertida, con muchos gobiernos
débiles, una política opaca y un resurgimiento poderoso de la derecha
radical". Y concluye que estamos "en un callejón sin salida".
Todo el mundo quiere ser europeo porque Europa y la UE
combinan mejor que ninguna otra sociedad el nivel de vida, el bienestar social
(Estado del Bienestar) y la libertad política y de pensamiento. Todo ello fruto
de un patrimonio cultural y espiritual, humanista, de alta calidad. El mismo
Gray habla de Montaigne "y de unos cuantos más", dice. Pero es que
son muchos más. Y vienen del pensamiento griego y de la idea cívica de Roma y
de los valores del cristianismo. Todo esto dicho sin infravalorar otras
culturas y civilizaciones, pero sin olvidar nuestros valores. Que vienen de
muy lejos, pero que después han continuado con las grandes reformas religiosas
y con el enciclopedismo y la Declaración de los Derechos Humanos.
Y con las formulaciones ideológicas y políticas que han
conducido al Estado del Bienestar. Que han conducido a que una gran multitud en todo el mundo, si puede elegir, elige ser europea y no de otros continentes. No
de otras culturas y de otros sistemas.
O sea que Europa es un valor universal. Es un referente de
alcance universal. Esto hace más necesario y urgente que supere su crisis. O
sus crisis. Porque tiene más de una. Económica y financiera, política y social,
de desconcierto frente a la globalización, de ideas y de valores. Pero la
multiplicidad de crisis debe tener un origen común. O al menos habrá
interconexión entre todas ellas. Habrá algún lugar o algún mecanismo que, bien
utilizado, tal vez podría ayudar a recomponer el conjunto de ideas, valores y
actitudes que podrían hacer de Europa algo menos discursivo y más operativo, más sincero
y menos teatral, más responsable y menos evasivo. Más valiente.
Todo ello requiere inteligencia y competencia, pero
también una voluntad colectiva pactada de sentido de responsabilidad, y de
buena fe, y también de percepción del peligro.
Podría ser que para hacer esto fuera necesario un liderazgo
reforzado. En el terreno político. Pero también, y mucho, en lo ideológico y cultural,
y si la palabra no causara miedo deberíamos decir en el terreno espiritual.
Porque ahora lo ejerce demasiado en solitario Alemania. Y honestamente hay que
aceptar que en buena parte esto es así porque todo el mundo se escabulle. Como hace unos meses editorializó The
Economist, Alemania es, a día de
hoy, en Europa, "the reluctant hegemon". El hegemónico o jefe de filas reticente. Que lo es; o lo finge, al menos en parte, a la fuerza.
¿Se vislumbra por alguna parte que estas condiciones se empiecen a dar? No del todo. Pero el espíritu europeo es una mezcla de actitud prometeica y de esperanza cristiana. Y de humanismo personalista. Unos ingredientes sólidos y creativos. Que pueden hacer posible la reacción.
¿Se vislumbra por alguna parte que estas condiciones se empiecen a dar? No del todo. Pero el espíritu europeo es una mezcla de actitud prometeica y de esperanza cristiana. Y de humanismo personalista. Unos ingredientes sólidos y creativos. Que pueden hacer posible la reacción.
(El artículo es de octubre de 2015, antes de las dos elecciones generales españolas del 20-D yel 26-J y el Brexit del 23 de junio de 2016).