Sánchez desentierra el hacha de la guerra con el asunto catalán.
Se veía venir, pues dijo ha poco que sin el problema catalán habría habido Gobierno en Navidad.
Aquí su nueva propuesta, tan inconcreta como desleal con la constitución.
Con esta iniciativa tercerista y bilateralista respalda al PSC, que ha pactado con Colau en Barcelona, y allana el camino a un gobierno con Piudemos a poco que salgan los números y con la abstención del PNV y de ERC, por lo menos; y deja así en la cuneta a Ciudadanos.
Es su apuesta, sabedor de que no tiene otra opción de gobernar, pues Sánchez no podrá ni querrá estar en una coalición con el PP.
Es todo un bluf, porque la reforma de la Constitución que se perfila requiere unas mayorías reforzadas que ni PP ni C's van a propiciar, pero eso es lo de menos: el objetivo es estar en Moncloa a la vuelta del verano.
El 26-J puede dar ese dilema: por un lado una suma exigua entre PP y C's al filo de los 165-170, con C's pidiendo la cabeza de Rajoy; o bien un tándem igual de exiguo PSOE-Piudemos, en torno a los 165 pero con Susana Díaz cabreada como una mona así como mucho mosqueo por parte de los socialistas más centristas.
Al menos, Sánchez habrá tenido la virtud de despertar a la bicha catalana, que anduvo desaparecida en la anterior campaña.
A ver cómo se bandea el animalito en los debates y cómo el electorado se cae del guindo... o no.