El terrorismo islamista es un asunto grave. Y no es neutro en el debate político. Y podrá dar y quitar gobiernos.
Y es cierto que en Europa da alas a la extrema derecha xenófoba y racista (los Le Pen, Alternative für Deustschland, Amanecer Dorado, Viktor Orbán, etcétera; pero no a "la derecha", como creen algunos, aquí; la derecha puede ser y, de hecho, es un partido liberal o democristiano o cristianosocial).
Lo que es cierto es que la socialdemocracia no tiene un discurso propio sobre el problema, o el que tiene es uno prestado de la derecha: Manuel Valls no tiene nada de socialista, en ningún ámbito, ni siquiera el fiscal.
Sería interesante poder retrazar a quién votaban los terroristas de Molenbeek o, al menos, sus connvecinos más cercanos.
Donal Trump no se priva de sacarle rédito populista a lo ocurrido en Bruselas al otro lado del charco: aquí.
Y Putin se rehace una virginidad a bajo precio. Aquí.
Ahora, el Cui prodest no se puede dejar en el aire, sino que procede seguir la frase en la Medea de Séneca:
"Cui prodest scelus, is fecit": "Quien se beneficia es quien ha cometido el crimen". De momento, con huríes.
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Lo preocupante es que las tupidas y opacas redes islamistas de los barrios musulmanes de Bruselas permiten ocultar a terroristas durante cuatro meses en un ejemplo claro de omertà.