Estos últimos días ha habido algunas encuestas, barómetros y demás demoscopias, pero ninguna con un trabajo de campo grande y con una intención de voto fiable. Todos los ejercicios quedan obsoletos al poco de publicados, tan líquida es la situación política.
El día que haya una encuesta con un muestreo importante que diga cuántos diputados ganan o pierden los cuatro partidos en el juego de la gobernabilidad, las cosas pueden moverse: los partidos que vean un futuro con más escaños pondrán muy complicada la negociación; si el PSOE se ve en la tercera posición del damero, por primera vez en su historia reciente, negociará con el diablo, si hace falta.
Churchill sólo creía en las encuestas que él mismo había precocinado. Esperemos que Rajoy no encargue una con las cartas marcadas. Sería suicida para él.