Sánchez Dragó tiene la virtud de ser él mismo y de no atender al corsé de la corrección política, y eso lo hace una de las voces más heterodoxas, interesantes y divertidas en España desde hace 50 años.
Ahora, ¿como una persona tan viajada, leída y escribida como él puede admirar a un dictador tan criminal deleznable como Putin y considerar que el carnicero Al Assad es un dictador blando?
Misterios del más allá, espero que él, que cree en su existencia, encuentre allí respuesta a sus majaderías.
Leerlo aquí, donde se despacha a gusto, como bien dice.