Después de Colón, Cervantes, el autor del Lazarillo, Rojas el de la Celestina y demás, ahora resulta que el autor de El Cantar del mío Cid también era catalán.
A ver si os enteráis, ignorantes. Y en Toledo no se hablaba castellano: se hablaba finés.
Y a Menéndez Pidal le va a quitar del nomenclator, por "españolista furibundo".
Esta gente es francamente divertida, humoristas ocurrentes, cómicos involuntarios inolvidables, personajes grotescos de Eduardo Mendoza salidos de una novela gamberra.
Lo mejor es el método, la inducción, la traducción inversa: traducen todo al catalán y todo les suena a gloria y a barratina.
Yo personalmente los echaré de menos el día que dejen de generar diversión y delirio a espuertas.
Pinche aquí y échese una risas.
Lo malo no es que se aplauda este tipo de delirio, que como digo, a mí personalmente me gusta mucho; pues estos tipos tienen mucha gracia, sino que la Generalitat los subvencione y les haga viajar por Europa, no para participar en ciclos de Cabaret Dada, sino en conferencias supuestamente serias y casi científicas.