El polifacético jurista belga Marc Uyttndaele apunta al carácter político del pleito indepe.
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El viejo método autoritario que Rajoy respalda
Para el constitucionalista Marc Uyttendaele, los jueces belgas tendrán una pregunta muy simple que preguntarse: ¿se manda a su país a un opositor que será encarcelado simplemente porque lleva una lucha política contra el poder in situ?
"Todos están o casi por la labor de ayudar a Mariano Rajoy, esos Poncio Pilatos que gobiernan Europa. La orden de arresto europea emitida por el tribunal español es una cuestión puramente judicial, declara el Presidente de la Comisión Europea, y ningún Jefe de Estado, ningún gobierno lo contradice. La izquierda europea está muda. El PSOE, el partido socialista español en la oposición, se alinea con el gobierno.
El derecho de los pueblos a la autodeterminación es una idea hermosa, aún más hermosa cuando ha de expresarse en un país africano o asiático distantes. En cambio, cuando tal reivindicación se expresa en el territorio de la Unión Europea, pierde toda legitimidad y se convierte en una infracción penal. El oponente político se convierte en un delincuente.
Por supuesto, la independencia catalana no es muy simpática. El nacionalismo nunca lo es, ya sea catalán, flamenco, lombardo o... español. El nacionalismo es divisivo. Es un caldo de cultivo para la exclusión, el rechazo de los demás. Es aún más despreciable cuando proviene de lugares prósperos, forzados a una solidaridad económica con aquellos que son más pobres. Esta constatación, sin embargo, no permite todos las derivas. No permite cuestionar libertades fundamentales y valores democráticos que constituyen precisamente la base, cuando no la razón de ser de la Unión Europea. Ésta fue, antes de convertirse en un mercado mercantil, una respuesta a las horas oscuras que Europa había conocido con la Alemania nazi, la Italia fascista, pero también con la España de Franco. Uno puede reprobar, moral e intelectualmente, el independentismo catalán.
No debe olvidarse, sin embargo, que el gobierno catalán y el gobierno español habían negociado un estatuto de autonomía, aceptado en referéndum por el 74% de los catalanes. No hay que olvidar que fue una minoría parlamentaria -ahora en el poder y en mayoría- la que obtuvo del Tribunal Constitucional la anulación de una parte significativa de ese estatuto y el avance de las reivindicaciones pro independencia.
Lo que el Partido Popular del Sr. Rajoy no obtuvo en la arena democrática lo obtuvo en el campo jurisdiccional. Hoy reincide en lo mismo. En lugar de simplemente confiar en el juego democrático, las elecciones de una asamblea legislativa o un referéndum sobre la independencia organizado esta vez con la garantía del Estado de Derecho, apoya la criminalización de los oponentes, es decir un muy antiguo método totalitario. Un método utilizado en todo momento por todas las dictaduras, por todos los regímenes autoritarios, un método que no distingue hoy a los gobiernos turco y español.
Los jueces belgas que mañana deberán examinar la orden de detención europea emitida contra el señor Puidgemont se honrarían si escapan a la atmósfera ambiente. Se honrarían a sí mismos al hacerse esta simple pregunta: ¿hay que devolver a su país de origen a un oponente que será encarcelado simplemente porque está librando una batalla política contra el poder que gobierna? Ojalá puedan razonar en términos de valores, en términos de libertades y no se dejen infectar por su eventual antipatía hacia el nacionalismo flamenco.
En la vida de los pueblos, como en la vida singular de cada hombre y cada mujer, no puede haber matrimonio forzado en una democracia moderna. Si mañana Cataluña, si pasado mañana Flandes, tuvieran la intención de secesionarse, siempre que se respeten las minorías, siempre que se celebren negociaciones respetuosas con todos los intereses, se debe respetar su voluntad. La secesión tiene sin embargo un precio. El nuevo Estado así creado no será miembro de la Unión Europea y tendrá que soportar las consecuencias económicas de ello. Es la moraleja paradójica infligida a esos pueblos que tuvieron la arrogancia de su prosperidad. Pero antes de eso, mucho antes de eso, debemos saber que si hoy aceptamos que el oponente sea calificado de criminal, que ley y la justicia se conviertan en instrumentos de poder y no de contrapoder, será toda Europa la que se verá deshonrada".
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Al final Puigdemont sí habrá belgicanizado el procés, poniéndose flamenco: el juez idem lo ha dejado en libertad.