viernes, 19 de mayo de 2017

Prensores

El director de El Mundo comenta hoy el asunto de las filtraciones publicadas por la prensa, el derecho a informar y el derecho de defensa, abandonando sus madalenas proustianas habituales de la orilla izquierda del Sena.

Su escrito resume bien lo que está pasando en torno a la idea que lanzó Moix a la que se han apuntado algunos periodistas: en plena tormenta de casos de corrupción, se intenta hacer un proceso a la prensa, al mensajero.

Lo de Moix ya ha quedado demostrado, via Enrique Gimbernat, que de esto sabe un rato,  que era mentira: Alemania no solo no hace lo que dice Moix, sino que hace lo contrario, tanto en sus altos Tribunales como en la ley de 2012 de fortalecimiento de la libertad de prensa. Las condenas a la prensa son la excepción que confirma la regla y son anteriores a la ley de 2012.

En España, la jurisprudencia del TS y sobre todo del TC va  por ahí, y por suerte son contados los casos en que el juez sanciona a la prensa por revelaciones sumariales. Convendría una ley a la alemana, para que no haya más fiscales tentados por la mordaza.

Está luego la doctrina de Estrasburgo, muy clara, en favor del derecho a informar, en aquellos casos en que algún tribunal nacional ha condenado a la prensa y esta busca el amparo europeo.

En Reino Unido no es cierto los tribunales sancionen tanto a la prensa por revelaciones, lo que hay son muchas sanciones por difamación, dado que la prensa de allí publica auténticas barbaridades de manera sistemática por la cultura tabloide de ese país.

En cuanto a EE. UU. nadie duda de la inmensa libertad de prensa que existe y lo bien amparada que está por el poder judicial.

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Los juicios paralelos se deben combatir con querellas contra la prensa que los orquesta, no con mordazas preventivas a la prensa.


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La "injusticia epistémica"  la estudió hace años Miranda Frick en un libro seminal de mismo título.
Convendría releerlo para entender que los jueces pueden tener sesgos, pero que estos son sobre todo los de la propia sociedad.

Lo que falta en España es una mejor cultura de no compresión de la corrupción.
No se entiende que los partidos inmersos en casos de corrupción mantengan tan alto su suelo electoral.