Cita Arcadi Espada en su blog al gran plagiario Leonardo Giovannini quien cita a Fernánez Liria quien cita a Mario Bunge, 97 años.
Aquí.
La
cita del libro de Mario Bunge: Ética,
ciencia y técnica, Buenos Aires, 1996, y un poco de cola detrás.
“La
actividad científica es una
escuela
de moral, por exigir la
adquisición
o el afianzamiento de los
siguientes
hábitos o actitudes normales:
1)
la honestidad intelectual (o
«culto»
de la verdad), el aprecio por la
objetividad
y la comprobabilidad, el
desprecio
por la falsedad y el
autoengaño
-wishful thinking-).
La
observancia
de la honestidad intelectual
exige
2)
la independencia de juicio, el
hábito
de convencerse por sí mismo con
pruebas,
y de no someterse a la
autoridad.
La honestidad intelectual y la
independencia
de juicio requieren, para
ser
practicadas, una dosis de
3)
coraje intelectual (y aun físico en
ocasiones):
decisión para defender la
verdad
y criticar el error cualquiera sea
su
fuente y, muy particularmente, cuando
el
error es propio. La crítica y la
autocrítica
practicadas con coraje
infunden
4)
amor por la libertad
intelectual
y,
por extensión, amor por las libertades
individuales
y sociales que la
posibilitan;
concretamente, desprecio
por
toda autoridad infundada —sea
intelectual
o política— y por todo poder
injusto.
La honestidad intelectual y el
amor
por la libertad llevan a afianzar el
5)
sentido de la justicia,
que no es
precisamente
la servidumbre a la ley
positiva
—que nos imponen y que puede
ser
injusta— sino la disposición a tomar
en
cuenta los derechos y opiniones del
prójimo,
evaluando sus fundamentos
respectivos”.
Y acto seguido afirma Bunge:
“Honestidad
intelectual,
independencia
de juicio, coraje
intelectual,
amor por la libertad y
sentido
de la justicia: cinco virtudes que
el
oficio de conocer exige y refuerza
mucho
más que el oficio de la ley,
porque
surgen de un código interno,
autoimpuesto,
que responde a la
mecánica
de la investigación y no
depende
de una sanción exterior. Cinco
virtudes
que acompañan la búsqueda de
la
verdad tanto en la ciencia como en las
humanidades,
aunque más
pronunciadamente
en la primera, donde
las
exigencias de rigor lógico y/o de
comprobación
empírica son máximas.
Ninguna
de esas cinco virtudes
puede
ejercitarse cabalmente cuando la
investigación
se hace en beneficio de las
fuerzas
destructivas, privilegiadas o
sojuzgadoras.
Cuando esto ocurre, la
ciencia
se corrompe no sólo en relación
con
el código moral humanista, que es
una
ampliación del código moral de la
ciencia:
la corrupción de la ciencia es
entonces
interna, pues consiste en una
violación
del propio código moral que
regula
la búsqueda de la verdad. El yesman
científico,
que acata la voluntad de
su
empleador contra los intereses
permanentes
de la ciencia, se despide
poco
a poco de las cinco virtudes del
investigador,
que por ser innovador es
disconformista
y hasta tiene el deber de
la
heterodoxia.Y lo que ocurre con el
investigador
individual acontece con sus
productos:
a la larga la corrupción de la
ciencia
termina con la ciencia misma”.