lunes, 16 de enero de 2017

Bunge o el deber de la (hetero)ortodoxia

Cita Arcadi Espada en su blog al gran plagiario Leonardo Giovannini quien cita a Fernánez Liria quien cita a  Mario Bunge, 97 años.





La cita del libro de Mario Bunge: Ética, ciencia y técnica, Buenos Aires, 1996, y un poco de cola detrás.

“La actividad científica es una
escuela de moral, por exigir la
adquisición o el afianzamiento de los
siguientes hábitos o actitudes normales:

1)      la  honestidad intelectual (o
«culto» de la verdad), el aprecio por la
objetividad y la comprobabilidad, el
desprecio por la falsedad y el
autoengaño -wishful thinking-). La
observancia de la honestidad intelectual
exige
2) la independencia de juicio, el
hábito de convencerse por sí mismo con
pruebas, y de no someterse a la
autoridad. La honestidad intelectual y la
independencia de juicio requieren, para
ser practicadas, una dosis de
3) coraje intelectual (y aun físico en
ocasiones): decisión para defender la
verdad y criticar el error cualquiera sea
su fuente y, muy particularmente, cuando
el error es propio. La crítica y la
autocrítica practicadas con coraje
infunden
4) amor por la libertad intelectual
y, por extensión, amor por las libertades
individuales y sociales que la
posibilitan; concretamente, desprecio
por toda autoridad infundada —sea
intelectual o política— y por todo poder
injusto. La honestidad intelectual y el
amor por la libertad llevan a afianzar el
5) sentido de la justicia, que no es
precisamente la servidumbre a la ley
positiva —que nos imponen y que puede
ser injusta— sino la disposición a tomar
en cuenta los derechos y opiniones del
prójimo, evaluando sus fundamentos
respectivos”.

Y acto seguido afirma Bunge:

“Honestidad intelectual,
independencia de juicio, coraje
intelectual, amor por la libertad y
sentido de la justicia: cinco virtudes que
el oficio de conocer exige y refuerza
mucho más que el oficio de la ley,
porque surgen de un código interno,
autoimpuesto, que responde a la
mecánica de la investigación y no
depende de una sanción exterior. Cinco
virtudes que acompañan la búsqueda de
la verdad tanto en la ciencia como en las
humanidades, aunque más
pronunciadamente en la primera, donde
las exigencias de rigor lógico y/o de
comprobación empírica son máximas.
Ninguna de esas cinco virtudes
puede ejercitarse cabalmente cuando la
investigación se hace en beneficio de las
fuerzas destructivas, privilegiadas o
sojuzgadoras. Cuando esto ocurre, la
ciencia se corrompe no sólo en relación
con el código moral humanista, que es
una ampliación del código moral de la
ciencia: la corrupción de la ciencia es
entonces interna, pues consiste en una
violación del propio código moral que
regula la búsqueda de la verdad. El yesman
científico, que acata la voluntad de
su empleador contra los intereses
permanentes de la ciencia, se despide
poco a poco de las cinco virtudes del
investigador, que por ser innovador es
disconformista y hasta tiene el deber de
la heterodoxia.Y lo que ocurre con el
investigador individual acontece con sus
productos: a la larga la corrupción de la
ciencia termina con la ciencia misma”.