Rita Barberá, la alcaldesa de España, muere por cosas del corazón, en un hotel cercano al Congreso.
Se barruntaba ayer que el juez que la escuchó el lunes iba a sobreseer la causa contra ella: hoy el destino, sentencia del tiempo, la ha extinguido.
Pablo Iglesias dijo que no estaría en una cola pasa saludar al rey en que estuviera la procesada, la gran pitufa.
Y todo un país se asoma al espejo y se topa con muchos de sus demonios familiares.
Alguien vendrá y tendrá los ojos de Barberá.