Hay tan poca expectativa real por el nuevo Gobierno (que será inevitablemente a imagen y semejanza de su jefe, pues quién se cree que Rajoy dejará de ser Rajoy, el político más previsible del mundo: su mejor defecto) como por el nuevo Parlamento, que, por fin, empezará a ejercer como tal.
Irene Lozano plantea aquí una serie de interesantes reformas en el reglamente de la Cámara para que ésta se convierta en lo que no es: el corazón de la vida política.
Que alguien como ella, que en su trayectoria política dio sobradas muestras de sectarismo y maniobrerismo, abogue ahora por instaurar procedimientos parlamentarios que huyen del ventajismo partidista me lleva a la siguiente conclusión, algo herética respecto de mi línea habitual: son las personas y no los procedimientos lo que realmente cuenta en política.
Buenos políticos con malos procedimientos darán mejor resultado que la viceversa.
Lo cual no es óbice para que proceda pedir buenos procedimientos y soñar con buenos políticos.