viernes, 7 de octubre de 2016

¿Nobel contra el pueblo?

Los escandinavos ilustrados dan el Nobel de la Paz al presidente Santos (20% de popularidad)  en plenos morros de gran parte de la población colombiana. Santos, que contaba con todos los sondeos favorables al SÍ. Sólo habría faltado que se lo dieran ex equo a Timoshenko.

El prestigio de la FARC allende fronteras es tan real como inmerecido.
El no (o la abstención) en el referéndum sobre el acuerdo transnacional de paz en Colombia ha sido un acto en parte de dignidad, o aun de fe (o de petición de mano dura) para evitar que los líderes de la FARC, impunes, se conviertan en los nuevos agitadores sociales y políticos en un país en que no quedan ya líderes sociales, pues la izquierda pacífica no pudo coexistir con una armada y extremista.
Pero el NO o la abstención (enorme) también viene de un lugar inesperado:  al girar la estructura social y económica en Colombia tanto en torno a la economía de guerra, el miedo al vacío también puede haber aportado votos negativos de simpatizantes o afines a los violentos.

Pero subsiste un problema moral, el da la impunidad penal: el de los secuestros, crímenes atroces y de guerra: las FARC pedían los rescates tres veces por secuestrados ya asesinados, torturaban, etc.
Esto es el análisis racional del caso.
Ahora el (tristemente) empírico:
Uribe, con un 60% de popularidad,  ha convencido de que el SÍ era la vía real al castrismo chavismo. Eso es lo que funcionado. Y la promesa implícita de la mano dura.
 Esto, señores, no nos engañemos, es la democradura.


Los del Nobel se han cubierto de gloria, como hicieron con Obama y un Nobel de la Paz preventivo. Cierto que se lo podrían haber dado a Cameron, con carácter póstumo.