Rajoy es un hombre de poder, lleva toda la vida ejerciéndolo. Y lo hace con cierta solvencia, hilillos de plastelina aparte. Pero adolece de una grave deficiencia, de un daltonismo doble: por un lado no distingue bien los colores: para él el ejecutivo, el legislativo y el judicial son una sola y misma cosa en su sistema de valores y su parrilla de lectura de la realidad. Sólo los votos cuentan, ellos dictan sentencia y hacen o deshacen leyes (como la abortada del aborto).
Por el otro, cree tiene una moral propia de los Dalton: delinquir no es malo, es un asunto de tradición, él es un hombre muy familiar y le gusta rodearse de amigos que son como hermanos y viceversa.
Por eso a veces alguno de sus hermanos o hermanas de política da el cante: verbigacia la Castafiore del PP, Rita.
Mas hace bien Barberá en no dimitir: con las pruebas aparecidas, es muy probable que no se demuestre su culpabilidad en el pitufeo del grupo municipal pepero.
Ella ha visto cómo Camps fue condenado por la prensa y abandonado por los suyos y no piensa correr la misma suerte.
Cree que su aforamiento le permitirá correr distinta suerte a las de los otros 49 investigados. No lo hace por el huevo sino por el fuero, que se ha ganado a pulso y al que no piensa renunciar.