lunes, 12 de septiembre de 2016

El tiempo de las cerezas

David Fernàndez, (con el acento grave en la a, que todo se traduce en la viña del señor...), dirigente de la CUP en la reserva, fue presidente de la Comisión "Pujol" en el Parlament, y ahora trabaja en la oficina de transparencia del Ayuntamiento de Barcelona, tras ser nombrado por Colau.

Escribió ayer este artículo pre Diada, que, por su interés indudable, he traducido de modo exprés.
Aquí en VO.



Con la esperanza entre los dientes


“La historia es nuestra y la hacen los pueblos"
Salvador Allende



En tiempos de canallas con togas de negro, flota una fiscalía que aúlla contra el independentismo, un ministro del Interior que intoxica a diestro y siniestro y un Estado en tromba --9-N, querella a Forcadell, denuncias en Vic y Berga-- que gradúa a voluntad la represión, echando siempre mano del tic autoritario liberticida que lo define. Entre amenazas soterradas del 155 --cuando la autonomía está más que suspendida, intervenida y bloqueada--, guerra sucia alcantarillas adentro y siempre el látigo, el grito y la mordaza. Retablo del desbarajuste: si estás en crisis, busca un buen enemigo interior y ampárate en el tribunal inquisitorial del Santo Oficio Constitucional. Que nada se mueva, que nada cambie y que la ley Duralex ahogue la democracia. A palos, incluso con la zanahoria.

En tiempos de mercaderes con chaqueta negra asaltando todos los templos, la troika que nadie escogió impone una economía que ladra y un capitalismo senil que atiza nuevas burbujas especulativas escupiendo desigualdad: dos millones de parados y tres millones de pobres en los Països Catalans. De los restos del régimen autonómico, de las cenizas humeantes del pujolismo y de las ruinas de una crisis con la UE en quiebra queda el vergonzoso agujero impune de 15.000 millones de las cajas catalanas, deudas y sobrecostes hasta el año 2108, un fraude fiscal anual de 16.000 millones, recortes por 5.300 millones de euros y 20 catalanes con un patrimonio de 23.300 millones de euros. Y aún más: país en venta, el 40% de los pisos que se compran en Barcelona se pagan ya al contado con dinero extranjero y del rescate bancario que entre todos pagamos sólo un 5% se ha recuperado. Toma el dinero y corre.

En tiempos de corrupción y dinero negro en tantos despachos oficiales, un régimen se tambalea en la periferia y se solidifica en el centro, en medio del rosario de la aurora del saqueo y el expolio social: de Palau a Pretoria y de Mercurio a Palma Arena. "Nos hemos pasado", decía la hermanita de Rita Barberá. "Soy la polla insaciable", decía un imputado de la Brugal. "Somos 400 y siempre somos los mismos", se jactaba Millet. Contra la cartografía de la cleptomanía también nació la sólida exigencia democrática de desembarazarse de todo eso, echarlos y reconstruir en común desde la ética de la decencia. Por esto y mucho más, rebeldes con causa, un 95% de la sociedad catalana ya no se reconoce en la Constitución, un 80% de la sociedad catalana está a favor del derecho a decidir y un 48% ya opta abiertamente por la independencia. Y 942 ayuntamientos --de 947-- blindaron el 9-N. Un pueblo en movimiento ante el inmovilismo de la otra unilateralidad silente, la de la imposición unidireccional del Estado, arbitraria, cotidiana y permanente. El rayo que no cesa.

Pero para unilateralidad --no pedir permiso para ser libres; hacer y no esperar; decir y no callar; resistir y no desistir; activarse y no quedarse en casa--, la de cada desahucio detenido, la de cada insumiso que se negaba a hacer la mili, la de cada vecina que secuestraba autobuses hasta arriba del cerro --de Nou Barris a Santa Coloma-- para garantizar transporte público; la de cada urna de las 555 consultas; y sí, y también, la de un referéndum. Unilateralidad sin rodeos para devolver la voz a la sociedad, recuperar la capacidad de decidir y reconstruir toda la justicia que necesitamos. Que el tiempo del más pescado para la olla, del vuelva usted mañana y del doble juego desapareció y no volverá. Y el sueño se hace a mano y sin permiso.

En tiempos de olvidos y amnesias, contra toda tentación triunfalista, hace falta el retrovisor entero de la memoria. El tiempo de las cerezas nunca llega solo y estamos donde estamos porque muchos hicieron huelga en La Canadenca, pocas abrieron la maternidad de Elna y tantos resistieron el fascismo en Argelès, en Mauthausen o en el Campo de la Bota. En el hilo rojo de nuestras resistencias, nuestra paciencia nos hace sabios, porque tenemos toda la vida para desobedecerla. Resistimos aún desde el bagaje de la lucha por la libertad en la espalda y la pasión por la igualdad social en la mochila. La estrategia del caracol.

En tiempos de guerras, extremas derechas y banderas negras nihilistas, lo que más se necesita es construir refugios. Un refugio democrático, económico, social y cultural, llamado Països Catalans, en medio de un mundo que madruga horror cada día. Alguien quizás dirá que esto es cerrarse, cuando es precisamente todo lo contrario: la forma más concreta y republicana de abrir puertas y ventanas y de demostrar y demostrarnos, humildemente y a base de sudar la camiseta, picar piedra y salir del pozo, que sí hay alternativas y que ya están aquí. Cuando la pregunta ya no es si otro mundo es posible, sino cómo es posible éste. Y somos lo que hacemos para cambiar lo que somos.

En ciclos de imposiciones, tiempos de unilateralidad y constancia perseverante: desobediencias compartidas, autodefensa democrática y autotutela de los derechos sociales. Tiempos de materializar el anhelo de cambio mayoritario, en el desafío democrático --ciertamente-- de abrir un singular proceso constituyente en el sur de Europa para persistir en el reclamo de más, y no menos, democracia. Dialéctica entre contrarios: o eso o volver atrás. Porque la alternativa es que no hay alternativa: sólo búnker, un bloque monolítico de un régimen cerrado en banda y el regreso al pasado. Dilema dicotómico, si no lo conseguimos volveremos atrás: porque como diría Gramsci, toda contrarrevolución --antidemocràtica, antisocial, autoritaria-- es siempre el resultado posterior de una revolución democrática fallida, de un cambio político frustrado, de una aspiración popular ahogada. Brújula: o desobedecemos el presente con ganas de futuro o tendremos que obedecer la decadencia del pasado. ¿Si no ahora, cuándo, si no nosotros, quién?

Aquí seguimos, pues. Aún de pie y listos. Resistiendo unilateralmente. El camino es largo, se debe hacer entre todas y todos y merece la pena. Resistiendo todavía. Desde Xàtiva, desde Santiago de Chile, desde Kobane, por el tiempo de las cerezas que vendrá. Podríamos seguir, pero es hora de hacer y hay que dejarlo aquí. Que hoy hemos quedado a las cinco y cuarto para llenar calle y futuro, con gente que no conocemos, que seguro pensamos diferente y que por eso estamos por lo mismo. A punto y en  la calle: donde todo comienza, todo acaba y todo vuelve siempre a recomenzar. En nosotros mismos. Adelante con las antorchas". David Fernàndez.




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