En su dominical carta (danósla hoy), Arcadi Espada pone sobre la mesa lo que se ha convertido en el nuevo concepto mágico en Cataluña: "el territori".
Uno pone la radio catalana en el coche y oye la palabra "territori" en todo tipo de contextos: tráfico, comarcalismo, hospitales, museos, lo que sea.
El subvencionado diario nacionalista Ara ha ido repartiendo mapas históricos del "territori" catalán desde hace semanas, en un descarado intento de interesada y sesgada relectura histórica sobre la base de la cartografía. Todo en modo coleccionable.
Una nación imaginada es siempre un territorio, muchos mapas, y una Historia reinventada. Y algo de coleccionismo, también.
La tesaurización del territorio es básica para cualquier empeño independentista.
Que todo esto lo lleve como agenda oculta en su faltriquera el socialismo catalán sólo demuestra lo mal que está el socialismo español.
El posible acuerdo bajo cuerda entre el PSC y los de Colau, tanto para la estabilidad municipal en "el territori" como para un posible Gobierno de Izquierdas en España, bajo la forma de de una supuesta reforma federalizante de la Constitución y una exégesis territorializada de los resultados del referéndum de ratificación puede convertirse en el dispositivo que desmonte el sudoku que ha montado el independentismo catalán desde hace cinco años.
En una sociedad frívola como en la que vivimos, lo nuevo siempre vende. Aunque sea viejo.
Y el independentismo ya empezaba a perder el brillo plasticoso de la novedad. Era lógico que, poco a poco, del "territori" se apropiaran otras fuerzas políticas.
"El Territorio" era como se llamaba a Sidi Ifni, otro ente imaginado.
Pero eso, los territoriales catalanes, no lo recuerdan.
Las comparaciones son odiosas.