El marxismo científico sigue siendo, ay, el mejor instrumento de análisis de las fuerzas que operan en la sociedad. El poder es la relación de fuerzas en torno al capital.Con todos los elementos nuevos derivados de la globalización y de las nuevas tecnologías que se quiera. Con todos los matices que queramos aplicar.
Pero, hoy como ayer, la lucha por el poder está en la relación de fuerzas entre el capital (y su afán de multiplicarse) y la capacidad de la mano de obra, de los trabajadores, de los profesionales, de obtener sueldos dignos para vivir; y que esté activo, al menos un poco, el ascensor social.
La gente, toda la gente, quiere vivir mejor. Y que sus hijos vivan mejor que los padres.
Es tan legitimo como inevitable.
Pero el liberalismo capitalista, con todas sus imperfecciones, es el menos malo de los sistemas, al menos para el mayor número de gente, una vez fracasados a lo largo de la Historia todos los intentos colectivistas.
Durante 20 años largos, entre los 70 y los 90 y pico, funcionó un invento en Escandinavia y en otros lugares de Europa, que se llamaba: socialdemocracia; era una cierta redistribución social de la riqueza en una economía de mercada de tipo liberal. Funcionó razonablemente bien. Escuelas, universidades, hospitales y carreteras y trenes funcionaban razonablemente bien, que es lo importante, en el fondo.
Pero un buen día el sistema dejó de funcionar. No se sabe todavía por qué, las razones de fondo; pero dejó de funcionar. ¿Porque la gente dejó de querer pagar muchos impuestos para sostener ese sistema que garantizaba cierta igualdad?
¿Por aburrimiento? ¿Porque lo daban todo por hecho y por dado? ¿Porque la caída de la URSS dejó de ejercer el efecto benéfico: temer que viene el coco que nos comerá?
Nadie lo sabe con certeza.
Y desde entonces, desde los 90, la izquierda y la derecha andan como pollos sin cabeza, y los electores dando bandazos. Es la posmodernidad, también en política. La gran confusión y el todo vale. La falta de valores y de tradiciones críticas y de perspectiva histórica.
En Europa, en los últimos lustros, ha habido muchos partidos de derecha que han subido impuestos, y otros de izquierda que los han bajado. Partidos de centro que hacían cosas de izquierda o de derechas. Ya no sirven esas categorías, la Historia las ha desmentido.
Pero es un hecho que el capital está peor distribuido hoy en esos países que practicaron la socialdemocracia.
Tal vez la socialdemocracia fue simplemente el gobierno de las clases medias.
Y por eso surgen o resurgen desde hace años los movimientos xenófobos, los populismos a izquierda y derecha, y los nacionalismos, y los repliegues identitarios y el antieuropeísmo y el islamismo radical.
En el resto del mundo, hay muchas dictaduras todavía, o falsas democracias, a cuya población pauperizada todo esto le suena a problemas de ricos. Pero sueñan con tener un día ese tipo de problemas.
Era mas fácil antes, cuando la gente votaba según su extracto social, condiciones de vida, niveles de renta. Cuando la ideologías representaban a sectores de la sociedad. Pero todo esto se acabó.
En España, hoy un pobre puede votar al PP y un rico a Podemos. Y los que están entre los ricos y los pobres pueden votar a cualquiera. El cinturón rojo y proletario de Barcelona votó a Ciudadanos en septiembre, después de votar socialista durante décadas...
Deberían publicarse los resultados electorales correlados con los niveles de renta de los votantes para acabar con los clichés sectarios.
Ese día se acabaría la política basada en ideologías.
Los partidos podrían limitarse a mandar por correo a cada hogar su sistema recaudatorio y sus presupuestos generales: cuántos impuestos pienso cobrar y en qué partidas y sectores voy a emplear esos impuestos.
Y ay del que en el poder se aparte de su programa. No debería volver a obtener un un solo voto nunca más.