domingo, 17 de abril de 2016

Javier Cercas en Núremberg

Como en un cuento de Gógol o de Joseph Roth, a Javier Cercas se le apareció en Olot, ciudad del museo de los Santos, un personaje de su libro en carne y hueso.
Aquí.

Enric Marco Batlle sólo acudió para dejar constancia de que sigue vivo, a pesar de sus 95 años, y a afearle a Cercas el uso abusivo que hizo de las horas de grabaciones efectuadas por éste.
Al margen de la calidad del libro y del propósito del mismo, a caballo entre la ficción y la realidad, lo que es indudable es que Cercas no firmó un convenio con Marco para delimitar el uso que pudiera hacer del material recabado grabadora en ristre, sino que jugó con la ambigüedad para sacarle toda la información que pudo a su personaje viviente.

Y al margen de lo que se pueda opinar sobre la autodenunciada de la impostura de Marco, dada la edad de esta persona, podía haber esperado al menos a que falleciera, para evitarle al anciano el disgusto de leer y no reconocerse en el "Enric Marco" de la novela.

Cercas no tenía competencia, jurisdicción ni legitimitad para ser abogado, fiscal, juez y dictar sentencia como si él fuera todo un tribunal de Núremberg. La ficción no permite todo, cuando traspasa los límite de la ficción.

El autor siempre ha tenido una relación conflictiva a la hora de discriminar entre la no ficción y la ficción.

Mientras sólo le afecte a él, nada que decir. Cuando afecta a terceros, la cosa se complica y se le complica.


A Cercas le sobra oficio y técnica para haber trasmutado a Marco en un personaje de ficción, con un mero cambio de nombre, por ejemplo, o de sexo (como hizo Barbal), como en su día no le importó el cambio de sexo en la película de Trueba con su Soldados de Salamina. Claro que la razón de la peli fue darle el papel de prota a la mujer del director a la sazón, Ariadna Gil.

Con Gunter Grass y su pasado nazi Cercas no se habría atrevido. Esto, en el fondo, es lo peor. El abuso del que se sabe, se cree blindado por la fama. Debió de pensar que Marco agradecería el honor de que alguien como Cercas le dedicara todo un libro, fuese éste más o menos de su agrado.

Pero no se lo preguntó, por si las moscas.