Ha muerto Cruyff, el chaval huérfano del frutero de la esquina junto al estadio del Ajax.
Caló a los catalanes, les tomó la medida, e hizo de ellos lo que quiso. Y les habló siempre en español. Incluso en la selecció catalana, que entrenó gratis.
Era el pragmatismo idealista en persona. Hizo lo que quiso siempre y dijo siempre lo que quiso.
Le pusieron a veces palos en la ruedas, pero le daba igual, porque venía de las calles del Amsterdam de postguerra y estaba muy curtido.
Quien lo vio jugar sabe que lo que vio no lo volverá a ver nunca más.
El fútbol en él era una cosa mental.
Políticamente no fue federalista sino federador.
Se dedicó 20 años al deporte de los niños desfavorecidos y discapacitados cuando podría haber entrenado a cualquier equipo o selección del mundo.
Y entendió que Unicef era mucho mejor negocio que Qatar u otras firmas de la vergüenza.