Romeva se autocorona Ministro de Asuntos Exteriores de la Protorepública Catalana en una carta al Parlamento Europeo, pidiendo audiencia y acogerse a sagrado.
Santiago González vivisecciona el aventi. Aquí.
No sé si da más alipori leer la propia carta o pensar en la cara de Martin Schultz al leer la misiva a la catalana.
No es que hacer el ridículo es lo último que debería hacerse en política, según Tarradellas, sino que hay comportamientos tan pueriles que producen estupefacción en quien le toca presenciarlo: como cuando uno se pregunta qué pasó por la mente de alguno en el momento en que otro alguno le dijo al Conseller: pongamos "Minister" y si cola, cola, nanu...
Romeva fue eurodiputado unos años en el P.E.
Si no entendió nada de nada de lo que allí se cocía, debería dimitir. El Pleno del P.E. debería ayudarle a hacerlo, aprobando una resolución en que dijera que no reconocen a un ministro así, un vulgar emperador del Paralelo autocoronado.
Un Napoleón de revista en El Molino con su coro de cónsules en camisones inconsútiles.
Las no respuestas del PE a "las extravagancias catalanas" pueden acabar siendo un malhadado appeasement como cuando los Sudetes.
Los regímenes totalitarios o golpistas deben ser declarados non gratos en la U.E. Aunque sean regionales, comarcales o municipales o de distrito.
Profilaxis preventiva.