Manuel Conthe plantea una cuestión grave:
"Surge de ahí una paradoja: las únicas personas o instituciones que en una democracia pueden contarle la verdad a los ciudadanos, sin tapujos, son aquellas que carecen de legitimidad democrática directa y, en consecuencia, no tienen que ganarse el favor de los ciudadanos. Por desgracia, carácter electivo y sinceridad suelen estar reñidos (un botón de muestra: Duran Lleida no ha sacado escaño). De ahí la importancia, a mi juicio, de que en una democracia existan instituciones y cargos públicos no electivos que tengan encomendadas funciones parecidas a las que Miguel Sebastián atribuye a las Agencias que cita."
El problema que se plantea es, lógicamente, quién conforma esas verdades en bocas no oficiales, esas agencias de la amarga y fehaciente verdad. Quién las financia, quién las hace visibles.
Me temo que no se pueden crear tales agencias, las ha de segregar lo que se llama, un poco tautológicamente, la propia sociedad civil.
El ministerio de la verdad asusta.