viernes, 25 de diciembre de 2015

Ecos del discurso oriental

No oriental de la república del Uruguay sino del Palacio de Oriente.
El de anoche fue un discurso profundamente político en pro de la unidad del país (que no del Estado, éste no está unido o no, sino que es o no es) al dictado del Gobierno (a buena horas...), pasado por el túrmix de la Moncloa, como en la tradición british  en que las alocuciones regias son visadas, cuando no redactas, por Downing Street.
No sé si corresponde a la representación representativa que es la monarquía parlamentaria el forzar los límites del protocolo real, por muy moderador y arbitral que sea la función que en la Constitución se le atribuye.
El rey sería también lo sería de un gobierno de Podemos (e igual lo será en unas semanas). Y hasta el rey legitimador de una Generalitat en plena desconexión, hasta el minuto menos uno de dicha desconexión, tanto si se hace por la buenas como por las malas.


Predicó Felipe rey la unidad de España, 16 menciones a la unidad en menos de trece minutos. Una sola mención a la desigualdad y ninguna a la corrupción, que afecta a su familia, por cierto. "Navidad y cuñadismo", un clásico español.

La elección del Palacio Real no es inocente. Se quiso estatalizar el discurso. Un Palacio Real donde, por cierto, el último jefe del Estado que vivió en él se  llamaba Manuel Azaña.

En televisión el oropel de tapices, molduras, arañas, chimeneas varias y el metraje cuadrado palaciego tiene un punto decadente y demodé. No por imitar la pompa y circunstancia británica se va a crear afición vintage a estas alturas.
Decir como dijo el rey que el Palacio es el de todos los españoles también tiene su miga: para visitarlo hay que pasar por taquilla. Tanto nacionales, Schengenes como otros países. Sólo jubilados, estudiante y parados de larga duración tiene descuento.