Spain again.
Editorial del Times de hoy.
Aquí en VO.
Y aquí en tradu exprés.
"Desde octubre del año pasado, el gobierno español ha manejado constantemente el espinoso tema del separatismo catalán con imprudencia temeraria, mano dura y un aparente deseo de que empeore una situación ya de por sí difícil. A finales de la semana pasada, un juez del Tribunal Supremo de España emitió órdenes de detención internacionales contra seis líderes catalanes fugitivos acusados de rebelión. Ayer, el ex presidente catalán Carles Puigdemont fue detenido en Alemania. Si es extraditado, como parece probable, podría enfrentarse hasta a 30 años de prisión.
Puigdemont salió de España en octubre tras declarar la independencia de Cataluña. Durante el referéndum que precedió este acto un tanto grandilocuente, se desplegó la Policía antidisturbios española, que se incautó de urnas y disparó balas de goma a catalanes de todas las edades. Cientos fueron hospitalizados. Ese referéndum había sido declarado ilegal en virtud de la Constitución Española, y un tribunal había ordenado a la Policía que lo impidiera. La causa de la defensa de la unidad española, sin embargo, no se vio favorecida por las imágenes de disidentes golpeados en los colegios electorales ni por lo que sucedió a continuación. En pocos días, 13 políticos catalanes acabaron en la cárcel, en libertad bajo fianza o en el exilio. El gobierno catalán había sido inhabilitado y se impuso un gobierno directo desde Madrid. Puigdemont terminó en Bélgica. Las elecciones autonómicas de diciembre podrían haber iniciado un proceso de reconciliación. En cambio, una escasa mayoría formada por los partidos independentistas y un partido españolista, que fue la lista más votada condujeron a un bloqueo aún mayor. Más tarde, ese mismo mes, el juez Pablo Llarena, del Tribunal Supremo, retiró las órdenes de arresto internacionales contra el ex presidente desleal y cuatro de sus consejeros.
El pasado viernes, se reactivaron, sorprendiendo a Puigdemont, que se encontraba en Helsinki, de visita en el Parlamento finlandés. Ahora está detenido en Alemania. Puigdemont, que esperaba volver a ocupar su cargo después de las elecciones de diciembre ya había visto cómo un tribunal prohibía que fuese investido presidente "in absentia". En su lugar, se propuso a Jordi Sànchez, su correligionario y líder independentista, pero el tribunal dictaminó que el Sr. Sànchez estaba detenido y que tampoco podía salir de la cárcel para ser investido. Jordi Turull, antiguo portavoz del gobierno de Puigdemont, fue presentado como el siguiente candidato posible a principios de este mes. Este viernes ingresó en prisión.
El hecho de que todas estas decisiones hayan sido tomadas por jueces en lugar de por políticos no hace que el plan de Madrid para frustrar a los separatistas paralizados resulte menos obvio. Mariano Rajoy, presidente del Gobierno español, no ha dado ningún paso real para comprender por qué una parte tan importante de los catalanes desea la independencia. En cambio, ha adoptado una postura de indignación legalista, mientras la Policía y los tribunales españoles persiguen sin empacho a las personalidades separatistas. En dos ocasiones, la Policía registró el jet privado de Pep Guardiola, el entrenador español del Manchester City, aparentemente por el temor de que se utilizara para introducir subrepticiamente a Puigdemont en el país. Madrid tiene un miedo existencial al secesionismo, no sólo en Cataluña sino también por parte de los vascos. Sin embargo, esto no es excusa para tratar a un movimiento independentista pacífico y ligeramente caótico como si se tratara de un peligroso ejército rebelde.
La independencia de Cataluña sea probablemente una mala idea, y ciertamente contraria a los intereses de la nación española en general y, muy probablemente incluso de los de la propia región catalana. En una atmósfera de mayor calma y menos agresividad, sería perfectamente posible que una mayoría se alejase de la idea de independencia a cambio de modestas concesiones al autogobierno y el retorno a la estabilidad. Al tratar de escenificar su fuerza, el gobierno de Rajoy parece más bien en pánico. Peor aún, le está entregando la autoridad moral a un movimiento político frívolo que la mayoría de las veces no se la merece. Madrid necesita empezar a hablar con sus oponentes y dejar de intentar meterlos en la cárcel".