Aquí en V.O.
Aquí en tradu exprés.
Plegaria navideña
En Alemania, Angela Merkel dice estar preocupada por la
proliferación de información falsa que pulula en la red y que podrían haber
influido en millones de estadounidenses durante la última elección presidencial.
Acusados de haberla transmitido, Facebook o Google lo niegan y dicen que van a
luchar contra su propalación. Uno se pregunta cómo lo harán.
El cibermundillo se ha creído durante mucho tiempo que la libertad
regularía de modo automático los excesos de la red, un poco como en la economía
liberal, donde se supone que el mercado equilibra la relación entre la oferta y
la demanda, sin intervención del Estado. Pero nada ha funcionado como se esperaba.
Entre la información genuina y las noticias basura no hay regulación posible.
Siempre es la mentira la que prevalece. Por una sencilla razón: se necesita
mucho tiempo para verificar la realidad de un hecho. Para el ejercicio de su
profesión, el periodista debe reservar billetes de avión y una habitación de hotel, citarse con gente, alquilar un coche para
moverse y ver con sus propios ojos y oídos que lo que le habían contado es cierto. Los facilitadores de información inventada en Internet no tienen, en cambio, estas limitaciones pues no hay nada que que deban comprobar, ya que dicha información no existe como tal. Así que pueden fabricar falsas noticias hasta la extenuación, tan tranquilos ellos sentados frente
a sus ordenadores. Con este tipo de jugarretas, los falsarios siempre le sacarán diez cuerpos de
ventaja a los auténticos
periodistas. Como una plaga de langostas en un campo de trigo, nada impedirá
que la información falsa supere numéricamente a la veraz.
Es tentador recurrir a la ley para corregir esta
situación. Pero, ¿es tranquilizador ver al legislador decretar lo que es verdadero
y lo que es falso en Internet? La libertad de expresión y la independencia de
la prensa deben ser protegidas no sólo frente al dominio del poder económico
sino también frente al de los poderes públicos.
Recientemente en Francia, el Parlamento aprobó una ley para
castigar los sitios que, con el fin de engañar a las mujeres tentadas por el
aborto, difunden información inexacta sobre la interrupción del embarazo. La
intervención de la ley para regular lo que se dice en Internet contradice la
lógica liberal, que cree en el libre arbitrio de los individuos a la hora de discriminar entre lo verdadero y lo falso. De
hecho, no existe una opinión que sea el resultado de una reflexión madura a base de argumentos
enunciados objetivamente. Todos nosotros preferimos una información que
refuerce nuestras creencias en lugar de aquella que las ponga en cuestión. Los
regímenes políticos hostiles a las democracias han sabido explotar este mecanismo
con perfidia. La información sería sólo una cuestión de punto de vista. En un
informe reciente publicado en Alemania, un ex ciudadano de la RDA contaba que en el
Este se enseñaba a leer el
significado oculto de la información oficial, sobre todo cuando llegaban de Occidente. Hoy en día, se da en todo el mundo esta desconfianza respecto de los
medios de comunicación. Se sospecha incluso de la información comprobada como si fuese errónea. Cuanto más estamos inundados de información, más nos inclinamos a
dudar de ella. Como si la oscuridad fuese más emocionante que claridad. Las cosas
ocultas se convierten en misteriosas e inflaman las mentes mucho más que las
cuestiones ya elucidadas. Isaac Newton, que no es sospechoso de haber sido precisamente un
tonto, hizo entrar la ciencia en la modernidad pero también era un apasionado de la alquimia. Cuanto más lograba desentrañar los misterios de la naturaleza, como la ley de la gravedad,
más se deleitaba en la oscuridad del esoterismo.
Nuestro tiempo parece desgarrado por las mismas
contradicciones: cuanto más se nos informa, mayor es la necesidad de emoción que nos da la ignorancia. En Internet, como en la alquimia, el público busca
baba de sapo, leche de virgen y las lágrimas de unicornio. La información ideal
es tan frustrante como lograr convertir el plomo en oro. Cuando se
descubre la verdad, ¿qué más se puede pedir? La verdad pronto frustra, ya
que mata la fe.
Así, desde hace siglos, hay hombres que piensan que el niño Jesús nació un 25 de diciembre, que fue engendrado en el vientre de una virgen por el Espíritu Santo para anunciar a los hombres que existía un más allá para lo más meritorios. Durante mucho tiempo, el que se atrevía a decir que estas historias eran falsas acaba mal e, incluso hoy en día, no es aconsejable gritar a los cuatro vientos que las creencias de todas las religiones son tan falsas como las mentiras que se pueden leer en Internet. Quizás un día Facebook y Google eliminen los sitios que afirman que Dios y Santa Claus existen. Encendamos una vela y recemos todo juntos por ello.
Así, desde hace siglos, hay hombres que piensan que el niño Jesús nació un 25 de diciembre, que fue engendrado en el vientre de una virgen por el Espíritu Santo para anunciar a los hombres que existía un más allá para lo más meritorios. Durante mucho tiempo, el que se atrevía a decir que estas historias eran falsas acaba mal e, incluso hoy en día, no es aconsejable gritar a los cuatro vientos que las creencias de todas las religiones son tan falsas como las mentiras que se pueden leer en Internet. Quizás un día Facebook y Google eliminen los sitios que afirman que Dios y Santa Claus existen. Encendamos una vela y recemos todo juntos por ello.