sábado, 3 de diciembre de 2016

La nostalgia es un error

El edito de Charlie, en el que compara a Fillon con Fidel.
Hum, las comparaciones siempre son odiosas, si bien algo de eso hay.
Pero Fillon no es un serial killer como el otro.


Aquí en V.O.

Aquí en tradu exprés.


Fidel Fillon

Un ser se apaga, y otro prende. La semana en que el mundo descubre la existencia de François Fillon, Fidel Castro se nos va. Con él "se paga una página de la historia del siglo XX" nos machacan desde los periódicos: la década de los 60, los cochazos americanos, Kennedy, Bahía de Cochinos, la crisis de los misiles, Jruschov en la tribuna de la ONU y su zapato... Los ingredientes perfectos para una película de Oliver Stone, que deleitará a todos los gandules a los que les cuesta leer un libro de historia real sobre el asunto.
La muerte de Fidel Castro nos interpela: ¿Quién tomará el relevo de la revolución? ¿Acaso François Fillon dejará su dulce campiña para conquistar una por una las principales ciudades del país, como hicieron Castro y sus "barbudos" de Sierra Maestra en ruta hacia La Habana? Cada cual tiene los revolucionarios que puede permitirse. Pues hoy en día las únicas revoluciones que se nos proponen son las revoluciones reaccionarias. Ya no es el futuro brillante lo que enardece a las multitudes, sino el pasado glorioso o supuestamente tal. Fillon es el Fidel Castro del pasado. Quiere echar de Francia a los sindicatos, a los funcionarios, a los contestatarios, igual que Castro quería echar de Cuba a la mafia y a los tugurios estadounidenses. 
Fidel Fillon dirigirá con mano de hierro las reformas que suprimirán el impuesto a las grandes fortunas, obligarán a los asalariados a trabajar más tiempo y expulsarán a los agricultores de sus tierras para construir en ellas aeropuertos que no servirán para nada.
Fillon nació en el lugar equivocado y en el momento erróneo. Si hubiera nacido en Cuba, habría dirigido implacablemente la represión contra los enemigos de la Revolución. Si hubiera nacido en la URSS, habría hecho trabajar hasta la muerte a los trabajadores estajanovistas para cumplir con los objetivos de producción establecidos por el Comité Central. Si hubiera nacido en China, habría proclamado la revolución cultural para limpiar las universidades de intelectuales demasiado progresistas.

La Francia de Fillon quiere circular de nuevo en Renault 16.

Fillon fantasea con ser el hombre de la ruptura: pero como los últimos revolucionarios ya no existen, se contenta con las sobras. ¿Por qué Fillon admira tanto a Vladimir Putin? Tal vez porque ambos viven en la nostalgia. La de la Unión Soviética y el KGB, en el caso de Putin; la de la Francia que iba a misa todos los domingos, en el de Fillon.
Cuánto camino hemos recorrido: Pompidou era un experto en poesía, Mitterrand estaba enamorado de la literatura y Chirac era un especialista en temas asiáticos. Después, las cosas se degradaron. Sarkozy  era un mero aficionado a los relojes de muñeca; y de Hollande no se sabe nada. Si resulta elegido, Fillon será el primer presidente francés apasionado por los tubos de escape de Las 24 horas de Le Mans. La Francia de Fillon quiere volver a circular en Matra, en Citroen DS, en Renault 16, como en las películas francesas de la década de los 70, en que los coches de la Policía aún aullaban en plan "pin-po-pin-po...". Nos podemos reír de Trump y de su sala de estar chapada en oro, decorada junto a su esposa importada por paquetería exprés de los países del Este. Pero la Francia de Fillon olerá al escay de los asientos de los coches setenteros que provocaba vómitos en la chiquillería a la vuelta de vacaciones. Dan náuseas las dos cosas.
Con Fillon,  ha vuelto la Francia reaccionaria y tiene toda la intención del mundo de alzarse frente a la Francia de la diversidad, de las “banlieues” y todo el que lleve una gorra ladeado en la testa. La elección de los votantes ya no es entre un programa de izquierdas y otro de derechas, sino entre dos estampados de papel de pared para decorar nuestras vidas: uno con un tractor en primer plano y una iglesia en lontananza; o bien otro con bloques de viviendas suburbanas y jóvenes en los portales pegados a sus iPhones. La derecha tiene fantasías de una Francia eterna, mientras que la izquierda se masturba la mente con la Francia de la diversidad.
Al elegir a su candidato, la derecha ha desvelado al mismo tiempo su programa. La izquierda tendrá que ponerse a ello. Pero anda tan dividida en casi todos los temas (economía, seguridad, laicismo...) que tendría que celebrase al menos diez primaria para poner un poco de orden en esta algarabía ideológica. 
Castro lo comprendió perfectamente: un líder, un programa, un partido. La derecha acaba de nombrar a su Líder Máximo. Le toca ahora a la izquierda escoger a su Comandante.


Riss, director de Charlie Hebdo.