En la novela Metrópolis del húngaro Ferenc Karinthy, que ocurre en un imaginado país de sociedad multirracial, un día al año estallan unas revueltas sangrientas que acaban en un baño de sangre. Pasada la orgía de violencia, se recogen los cadáveres, se repintan las fachadas y... hasta el año que viene.
Esa es la sensación que deja el incidente en Hyde Park de ayer.
La calor fue la responsable.
Aquí.
Y es que la violencia siempre anida en toda sociedad, incluso en la otrora cívica sociedad inglesa.
Van un par de citas del libro:
"La vía hacia el aire libre está expedita: un
bonito día soleado, una suave brisa, todo lleno de peatones
y tanta circulación de coches como de costumbre. Han desaparecido
los cadáveres, todo rastro de los combates ha sido
tapado, disimulado por andamios o con unas pinturas improvisadas. Se deja llevar por el intenso flujo humano
hasta la quincallería donde se ha refugiado. Unas planchas
improvisadas tapan las estanterías, pero si bien la oferta de
mercancías le parece más reducida, se ha reanudado la venta.
En la fachada vecina, objeto de los cañonazos, la huella de los obuses ha sido disimulada con
unos cañizos..."
"Hay un parque junto al edificio: él había recorrido su
verja, perseguido por los fumígenos. Los rayos solares han
hecho que la gente saliese ahora: hay niños que juegan, que
corretean por el césped, jóvenes que reman en las canoas
del lago, y otros que se solazan en los bancos a la orilla del
agua, remojándose los pies descalzos... ¿Acaso se producen
a menudo este tipo de revueltas? En todo caso, las paredes
bombardeadas y calcinadas como las que lo cobijaron en su
huida podrían ser restos de combates anteriores. ¿Acaso los
disturbios acompañan necesariamente la vida del país, serían
su consecuencia inevitable, una explosión periódica con vistas
a regular a la población y a desahogar sus pasiones?..."